La población de lemingo, una especie de roedor que habita en las regiones árticas de Norteamérica y Europa, aumenta hasta alcanzar un máximo (dependiendo de la especie puede multiplicarse por cien o mil cada cuatrienio) para luego disminuir drásticamente. La razón de estos cambios era una incógnita para los científicos, pero ahora nuevos hallazgos sugieren que puede deberse a una especial combinación de cuatro predadores: el armiño, el zorro del Ártico, la lechuza blanca del Ártico y un ave acuática conocida como pagalo rabilargo.
Este descubrimiento lo ha realizado un equipo de investigadores de las universidades de Helsinki (Finlandia) y Friburgo (Alemania) y del Centro de Biología y Manejo de Poblaciones de Montferrier (Francia). Su hipótesis plantea lo siguiente: los predadores generalistas y el específico (el armiño) trabajan aliados para limitar la población de este pequeño roedor. Así, durante un año en el que abundan los lemmings, los predadores generalistas ayudan a mantener la rápida multiplicación de los lemming hasta que el armiño les alcanza en número. En ese punto los predadores intensifican su caza lo suficiente para conducir a los lemming a su nivel más bajo del ciclo. Una vez que los tres predadores generalistas se decantan por una presa alternativa o abandonan el área, los lemming pueden multiplicarse lo suficientemente rápido para alcanzar de nuevo su pico máximo.
Durante el estudio analizaron los datos de la población de estas cinco especies recogidos durante quince años en un valle de Groenlandia. Los investigadores pasaban los veranos escaneando una región de tundra ártica de 75 kilómetros cuadrados. Para comprobar su hipótesis los investigadores elaboraron un modelo numérico que incorporaba muchos aspectos de cada una de las especies, como la rapidez con la que se reproducen, cuánto tiempo viven y qué cantidad de lemming comen.
IIkka Hanski, de la Universidad de Helsinki y coautor del estudio junto con Olivier Gilg, asegura que «aunque el ciclo de los lemming pueda parecer un asunto banal, es una forma de comprobar nuestra capacidad de entender las fuerzas que dirigen las poblaciones naturales». Además, al ser un roedor, una comunidad animal muy simple, es un buen modelo para estudiar ecosistemas más complejos.