El alarmismo ante las nuevas tecnologías (Internet, móviles y videojuegos) no está justificado, según apuntan diversos psicólogos. No obstante, se hace necesario prevenir su mal uso, que alcanza al 15% de adolescentes y jóvenes, y el riesgo de ciberadicción, que rondaría al 5% o 6%, añaden. Hacen falta recetas preventivas en el ámbito familiar, indica el psicólogo clínico Enrique Echeburúa, que aconseja «romper la brecha digital» entre padres e hijos y «compartir la gratificación virtual» y los beneficios de esas modernas herramientas.
Las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) «están aquí para quedarse», recalcan Echeburúa y sus colegas Francisco Javier Labrador y Elisardo Becoña. Los catedráticos de Psicología Clínica de las universidades del País Vasco, Complutense de Madrid y Santiago de Compostela han coordinado el libro «Adicción a las nuevas tecnologías en adolescentes y jóvenes», que actualiza y completa los contenidos del Simposio Internacional sobre el mismo tema organizado hace un año por la Fundación Gaudium.
Esta obra pretende servir de instrumento práctico para profesionales que trabajan en el novedoso ámbito de las adicciones sin sustancia y también de guía básica para padres y educadores. Por eso sus autores, que coinciden en el carácter positivo de las nuevas tecnologías, remarcan por boca de Becoña que «sólo va a desarrollar problemas un porcentaje reducido» de chavales. Echeburúa aporta pistas para detectar a ese 5%-6% en riesgo de ciberadicción, como la «pérdida del control del número de horas en Internet» o la progresiva «interferencia en la vida cotidiana», con perjuicios en los estudios, el sueño, el carácter o las relaciones sociales.
Entre los mayores peligros destaca que el joven «se aísle, que se comunique por la Red pero no de forma personal», Echeburúa. Pero hay otros, como el «acceso a contenidos inapropiados» relacionados con la anorexia, el suicidio, las carreras de coches prohibidas y el sexo o la «creación de identidades ficticias». Todo ello implica un serio riesgo de «mezclar lo íntimo, lo privado y lo público» y confundir y trastocar esos niveles, hasta poner en la Red asuntos de «carácter privado», añade. Por no hablar de otros riesgos, como el acoso o las nuevas formas de violencia machista a través de las herramientas tecnológicas, apunta.
Echeburúa recomienda, para evitar esos problemas, crear un ambiente de cariño, afecto y cohesión en el ámbito familiar, donde «se hable, se vea la televisión juntos y no cada uno en su habitación»; donde «se limite el tiempo de Internet» para que no perjudique la vida cotidiana ni conduzca al aislamiento social, y donde «no se dé un móvil a niños muy pequeños».