Las comunidades WiFi, o redes ciudadanas, tienen como objetivo crear grandes zonas de acceso a la Red sin cables y de manera totalmente gratuita. Su punto de partida es la emisión de señal de Internet desde routers inalámbricos instalados en los domicilios de los usuarios. La teoría en que se basan estas redes es que juntando muchos focos emisores de banda ancha cercanos entre sí, se puede crear una amplia área inalámbrica.
Recientemente ha aparecido en España un proyecto, Fon, que pretende rentabilizar como negocio el fenómeno de las redes ciudadanas. Además, Fon también quiere crear un espacio WiFi donde los móviles con capacidad para conectarse a Internet puedan efectuar llamadas gratuitas por voz IP, desafiando así a los operadores de telefonía celular.
La intención de Fon es convencer a todos los usuarios de ADSL WiFi de España para que compartan la parte que no utilizan de su ancho de banda con los demás internautas. Así se crearía una comunidad de usuarios que pagarían a su proveedor de acceso la cuota por su línea doméstica, pero que fuera de casa podrían conectarse gratis a la de los demás. De momento, el proyecto ha despertado el entusiasmo de algunos expertos y las reservas de otros que no ven claro que Fon aporte beneficios extra al movimiento WiFi ciudadano.
Según su impulsor, el empresario Martin Varsavsky, todas las partes salen ganando. El usuario gana porque a lo que ya tenía (su banda ancha en casa al mismo precio) suma la posibilidad de acceder vía WiFi a Internet en cualquier punto del mundo donde haya otro miembro de Fon conectado. El proveedor de acceso, por su parte, gana porque podrá ofrecer un servicio extra sin tener que mover un dedo, lo que atraerá nuevos clientes, ya que sólo aquellos que son usuarios de una conexión de banda ancha pueden participar de la ‘revolución Fon’.
Prohibido compartir
De carácter independiente, cultural y comunitario, las redes ciudadanas nacieron en Europa en 1994 con la aparición de la banda ancha. Su pretensión era, y sigue siendo, hacer de las ciudades grandes zonas con acceso gratuito a Internet. Muchas han aparecido desde entonces siguiendo el ejemplo de asociaciones como De Digitale Stad (la Ciudad Digital de Amsterdam), la Rete Cívica di Milano (RCM) o Iperbole en Bolonia.
Sin publicidad ni declaraciones a la prensa, estas redes han seguido creciendo en usuarios y complejidad, aunque de manera más moderada en los últimos años. Hay dos causas por las que las redes ciudadanas han frenado su expansión. Una son las antenas de los proveedores de acceso, que emiten con tanta debilidad que el usuario apenas si tiene potencia para enviar la señal de la cocina al salón. Por consiguiente, deben agregarse muchos ciudadanos para hacer una red WiFi consistente y que no tenga soluciones de continuidad donde el usuario itinerante pueda perder la señal.
La otra causa que ralentiza el crecimiento es la Ley. Según el contrato que se firma entre el proveedor y el usuario «queda expresamente prohibida la realización de actos de reventa o comercialización del Servicio a terceros ajenos a la prestación del Servicio o, en cualquier caso, de compartición de recursos fuera del domicilio para el que se haya solicitado la provisión del Servicio». En otras palabras: queda prohibido compartir.
Las razones de esta prohibición son varias. Para las operadoras, cada internauta sin contrato que se conecta a una red inalámbrica supone dos problemas: el primero es que se trata de un cliente perdido, puesto que nadie paga por aquello que puede conseguir gratis. Por otra parte, cuanta más actividad se genera a través de una conexión, más ancho de banda se necesita. Si por cada cliente de Telefónica se realizan tres conexiones, el ancho de banda necesario es el triple. Y eso es un gasto que las empresas no están dispuestas a admitir. Por su parte, los consumidores partidarios de las redes ciudadanas alegan que nunca se aprovecha el 100% de la banda ancha cuando se está conectado, y que por tanto hay una parte sobrante que pertenece al usuario y éste tiene derecho a hacer con ella lo que quiera.
Redes ciudadanas en España
A pesar de todo, por descuido o por generosidad, es normal encontrar cientos de redes abiertas en las grandes ciudades, como Madrid Wireless, Barcelona Wireless o RedLibre, esta última con un lema que lo resume todo: «Una Red libre para todos». En el barrio madrileño de Lavapiés es especialmente activa Lavapieswireless, que se autodefine como «una red de ordenadores pública, no estatal, diseñada e implementada por una comunidad de vecinos y en construcción permanente». Gracias a esta red, el usuario puede conectarse gratuitamente a Internet con un portátil desde un buen número de plazas y locales del barrio.
Fon se sitúa a medio camino entre las redes ciudadanas y el servicio de acceso doméstico
A medio camino entre las redes ciudadanas y un servicio de acceso doméstico se sitúa Fon. La idea de Varsavsky simpatiza con la vieja guardia de redes WiFi, aunque no comparte su política de libertad total. «Lo que a mí personalmente me pasa», escribe Varsavsky en su blog, «es que no creo que las redes deban estar totalmente abiertas; creo en la libertad, pero no en ayudar a gente que nos puede querer dañar y darles una herramienta como redes totalmente abiertas para que se comuniquen». Por eso en Fon, siempre según las razones de Varsavsky, es necesario un carné de socio para acceder a la Red. Sean o no sinceros los argumentos de su creador, lo que sí es evidente es que para obtener el carné hay que tener conexión en casa y ponerla al servicio del resto.
Sin embargo, el fundador de Jazztel y Ya.com no ha explicado todavía cómo va a solucionar el conflicto legal al que, como red ciudadana que es, se enfrenta el proyecto. «Que el Gobierno (es decir, la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones o CMT) se pusiera en contra del consumidor en esta cuestión sería absurdo», afirmaba hace unos días Varsavsky. Su tesis es que la gente puede compartir su WiFi como quiera. Respecto al tema de revender el sobrante de la banda ancha, todo depende de lo que se estipula en los contratos, pero Varsavsky opina que la CMT «tiene que defender la creación de la Sociedad de la Información». De la opinión final de este organismo depende que el proyecto Fon salga, o no, adelante.
La comunidad Fon
El optimismo del empresario parece exagerado si se recuerda que incluso propuestas nacidas en la Administración Pública con espíritu puramente comunitario como Atarfe o la red ‘sense fils‘ del Ayuntamiento de Barcelona fueron rápidamente clausuradas por la propia CMT.
Su solución, ha asegurado Varsavsky, tiene nombre y apellidos: Jazztel, la empresa que el mismo fundó y con la que ha dicho haber llegado a un acuerdo para dejar que sus clientes se conviertan en ‘foneros’.
«Si eres ‘fonero’ y tienes un contrato con tu ISP (proveedor de acceso a Internet) que dice que tu ADSL es sólo para tu uso personal», se advertía en la página de Fon hasta hace poco, «contáctalo, por favor, antes de instalar Fon, para comunicárselo: no queremos que ningún ‘fonero’ viole ningún contrato con su proveedor». «Si tu ISP te dice que está bien que te hagas ‘fonero’, genial: Quédate con él», proseguía. «Pero si no te deja, pásate a Jazztel: aunque en teoría cualquier usuario de cualquier proveedor puede ser parte de Fon, Jazztel es el único ISP ‘fonero’ y los otros ISP no se han expresado aún», concluía la advertencia, misteriosamente desaparecida tras desmentir la compañía de cable que tuviera un acuerdo con Fon.
Tres tipos de ‘fonero’
Se establecen tres modelos de ‘fonero’: los dos principales son el modelo ‘Bill’ (en referencia a Bill Gates, fundador de Microsoft) y el ‘Linus’, (que se refiere a Linus Torvalds, creador de Linux). Los ‘Linus’ son aquellos que comparten una buena parte de su ancho de banda porque quieren tener conexión gratis desde cualquier lugar; los ‘Bill’ son los que quieren alquilar el ancho de banda que les sobra de sus propias líneas. Según Varsavsky, el internauta promedio usa el 3% de su ancho de banda, con lo que le sale rentable alquilar el resto al tercer modelo, los ‘alien’. Por cinco euros, Fon ofrece la posibilidad a un ‘alien’ de conectarse a la red durante 24 horas y, por 40 euros, el ‘alien’ tiene conexión para todo el mes. Fon gestiona los pagos y se queda la mitad del dinero.
Para ser miembro de la comunidad Fon se precisa de una conexión de banda ancha mediante un router inalámbrico WRT54G de Lynksys, extremadamente popular y el único entre los dispositivos de consumo doméstico cuyo firmware es de código abierto y permite descargar el software de Fon. Una vez instalado el software, sólo hace falta un nombre de usuario. Se recomienda el uso de un cortafuegos, o firewall, para prevenir posibles virus, ya que el programa no incorpora ningún tipo de protección. De lo que no se advierte en la página de Fon es de los riesgos que supone para un usuario no avanzado intentar configurar un router que cuesta en las tiendas entre 50 euros y 100 euros. Más teniendo en cuenta que al alterar el firmware original se pierde la garantía sobre el producto.
Varsavsky ha dejado clara su intención desde el principio: quiere acabar con el monopolio de las compañías telefónicas. Fon llega en un momento dulce: todo el mundo se pasa al WiFi. La empresa quiere que los ‘foneros’ puedan llamar y recibir llamadas gratis desde cualquier ordenador de Europa, usando un programa de voz IP como Skype. Y también que desde cualquier calle, con servicios de telefonía móvil como los que presta la empresa PeopleCall, se pueda llamar por móvil gratis. A tal efecto, los usuarios podrán adquirir en la tienda el móvil WifiFon, aunque eso será cuando la Red esté desarrollada.
Sin embargo, muchos expertos aducen que Fon es un intermediario innecesario en lo que ya es un movimiento ciudadano libre, espontáneo y consolidado. Más allá de lo fundadas que estén las opiniones de sus detractores, lo cierto es que Fon aporta, por el momento, muy poco a la red ciudadana que quiere crear. Pretende, en cambio, sacarle una elevada rentabilidad. Son los usuarios los que ponen su banda ancha a disposición de Fon; también ellos aportan el router necesario para hacer posible la red e incluso Fon hace negocio vendiendo routers configurados. Además, Fon cobra una cuota por cada conexión a la Red si bien es el usuario el que ofrece su ancho de banda a la comunidad como propietario legítimo.