Patent trolls, secuestradores de patentes

'Patent troll' es el apodo que se le da a aquellas empresas cuyo negocio es la compraventa de ideas
Por Marta Peirano 27 de enero de 2006

Todo el mundo ha tenido alguna vez una idea genial y seguidamente ha pensado: «¡Esto lo patento y me hago millonario!». Eso es exactamente lo que hace una ‘patent troll’, aunque siempre en provecho propio.

Las cosas por su nombre

El término se le ocurrió al consejero general de Intel Corp, Peter Detkin, en el 2001 para describir a su peor pesadilla de entonces: firmas que jamás habían visto un semiconductor (pieza fundamental en la tecnología de los procesadores) llevando a juicio a Intel por infracción de patente. Quedaron así definidas aquellas empresas que compran patentes de compañías en bancarrota para luego exprimir a otras firmas, que utilizan la tecnología patentada en la fabricación de sus productos, ante un tribunal. Entonces Detkin las declaró «veneno para el desarrollo». Irónicamente, Detkin es hoy el director general de la peor de todas: Intellectual Ventures LLC, fundada por Nathan Myhrvold, ex CEO (consejero áulico) de Microsoft.

Existen empresas que compran patentes de compañías en bancarrota para luego exprimir a otras firmas ante un tribunal

Las ‘patent trolls’ normales no tienen laboratorios ni fábricas, ni agencia de marketing ni tiendas; sólo abogados y un comité de dirección. Puesto que no inventan ni fabrican nada, no pueden pedir sus propias patentes al organismo que las certifica, pero si comprarlas a otros. Tienen predilección por compañías que han caído en desgracia y están dispuestas a vender lo que les queda a precios muy por debajo del mercado. Más tarde usan esas patentes para llevar a juicio a terceros por desarrollar una idea de su propiedad, reclamando sumas astronómicas por lucro ilegítimo. Llegaron con la burbuja de las ‘puntocom’ y engordaron con la crisis. Cada vez hay más de su especie; cada batalla que ganan es una pérdida para la innovación.

¿Protección de la Propiedad Intelectual o extorsión legal?

Una empresa puede, por ejemplo, patentar un método para recordar la información personal de un usuario en una tienda virtual. Más adelante, la empresa quiebra y vende todo lo que tiene en el mercado de la ‘segunda mano’: sillas, mesas, floreros, ordenadores e incluso sus patentes. Una ‘patent troll’ adquiere la patente y, como consecuencia, todas las empresas que tienen una tienda online, y usan la tecnología patentada que ha adquirido la ‘patent troll’, reciben una carta: o pagan, o vamos a juicio.

No importa cuán extendida esté dicha tecnología (compañías de viaje, tiendas de libros, sistemas de gestión para ayudas al tercer mundo…); en sectores como el informático las ‘patent trolls’ llegan a declarar que su patente produce cinco billones de euros anuales y, por tanto, alegan que tienen derecho a reclamar un alto porcentaje de esas ganancias en concepto de royalties. Si la ‘patent troll’ puede demostrar que la empresa denunciada cometió la infracción a sabiendas, la multa se puede triplicar.

Las ‘patent trolls’ normales no tienen laboratorios ni fábricas, ni agencia de marketing ni tiendas; sólo abogados

David Simon, abogado principal de patentes de Intel, asegura que hay aproximadamente trescientos casos de infracción de patentes pendientes de juicio, todos relacionados con la industria informática. Las empresas del sector pagan más de 400 millones de euros al año en gastos de juzgado.

Para las empresas que se enfrentan a una ‘patent troll’, la amenaza es seria. Aunque se nieguen a darles el dinero que piden o prueben su poca legitimidad en un tribunal, la ‘patent troll’ está en posición de cortar las ventas de un producto que puede ser esencial para la estabilidad del negocio. Para el trol, sin embargo, es un negocio redondo: si pierden, los gastos son mínimos; si ganan, el premio es una cifra descomunal. Si se tiene en cuenta que no pagan más de 150.000 o 200.000 dólares por las patentes, queda claro que el negocio es rentable, aunque de una moralidad cuestionable.

¿A quién afecta?

La oficina de patentes ha disparado su producción en los últimos años. Se aceptan más patentes que nunca: cuando una patente es rechazada, la empresa la vuelve a enviar al cabo de un tiempo para probar suerte. A Microsoft le ha funcionado con el sistema de archivos FAT después de ser rechazado dos veces. Algunos expertos opinan que así se ha creado un precedente que facilita los abusos y manipulaciones de las ‘patent trolls’ y las grandes empresas y obstaculiza el desarrollo de la pequeña y mediana empresa o los inventores independientes.

El resultado es un panorama monopolístico en el que el usuario final se ve forzado a pagar precios excesivos por servicios mejorables

La oficina contra las patentes de software muestra en un sencillo dibujo todos los métodos patentados en una página web, incluidos los rótulos de «ver un vídeo», «escuchar una canción», «obtener ayuda de la base de datos» o «hacer ‘click’ para obtener una imagen más grande». Todos estos métodos, tan habituales en la Red, están patentados.

Cuando las compañías no tienen recursos para pagar el derecho a generar sus propios productos, el mercado se achica; no sobreviven los mejores, sino los más ricos, y queda poco margen para la competencia. Cuando las compañías sí pueden pagar el ‘rescate’ que les imponen las ‘patent trolls’ y seguir adelante con su negocio, ese gasto extra acaba indefectiblemente en la factura del consumidor en forma de precios desorbitados. El resultado es un panorama monopolístico en el que el usuario final se ve forzado a pagar precios excesivos por utilizar programas o servicios que, de otro modo, serían mucho más baratos y probablemente mejores.

¿Un mundo sin Blackberry?

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Blackberry es un dispositivo portátil híbrido entre una PDA y un móvil, pensado para leer el correo electrónico en cualquier lugar y momento. Este aparato ha tenido una tremenda aceptación en Estados Unidos (allí se le conoce, por su éxito, como ‘crackberry’), donde se puede decir que ha consolidado entre sus ciudadanos el gusto por la tecnología celular. Pero Blackberry podría estar a un paso de su fin. Y no por que la empresa que lo fabrica (la canadiense RIM) esté muriendo de éxito, sino por la demanda de una ‘patent troll’ estadounidense, NPD.

NPD compró hace cuatro años, a otra empresa en horas bajas, la patente para Estados Unidos sobre la tecnología que permite las transmisiones de datos en los aparatos Blackberry. Seguidamente, denunció a RIM por no pagar por los derechos de uso de dicha patente en el país. El litigio se ha ido alargando durante estos cuatro años y ha pasado de corte en corte hasta que, recientemente, un juez federal dio la razón a NPD y rechazó la apelación de RIM. Si la consecuencia fuese la suspensión del servicio en Estados Unidos, los tres millones de norteamericanos que diariamente usan un Blackberry tendrían entre sus manos un aparato inútil.

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