Un día sin coche es posible; un día sin electricidad, no. Es más, a nadie se le ocurriría proponer un desenchufe generalizado, pues sería invocar al caos y la disfuncionalidad. Nuestra dependencia de la corriente eléctrica es tal que cuando nos quedamos sin ella en casa, no sólo afloran los nervios sino que crecen de manera exponencial el riesgo y la posibilidad de cometer imprudencias. No es para menos: todo funciona con electricidad, incluso nuevos productos tecnológicos como los reproductores de deuvedés, los ordenadores e Interrnet. Sin enchufes que trasmitan energía eléctrica a los diversos aparatos e instalaciones estamos vendidos, apenas podemos hacer cosas, tanto relacionadas con tareas domésticas como las más vinculadas al ocio y el deleite hogareños, pensemos en leer, ver la tele o escuchar música. Somos electroadictos, está claro. Es por eso que cuando se va la luz la casa se para, es como si sufriera un ataque. O quizá como si se rebelara de su dependencia y tomara un descanso, protagonizando un paro de cables caídos. Cuando ocurre el contratiempo, tendemos a subestimar la avería y nos ponemos a manipular la caja de fusibles, y si con esto no basta, la emprendemos con los enchufes o con cualquier otro elemento del sistema eléctrico que nos despierte sospechas, todo ello por mucho que de electricidad sepamos poco más que nada y por mucho que sepamos que con la electricidad no se juega: los accidentes están ahí, y pueden ser graves.
Instalación eléctrica
Del Informe DADO del Instituto Nacional de Consumo se puede deducir que cada año se producen en nuestro país 8.000 percances domésticos relacionados con la electricidad. No parecen muchos, porque efectivamente no lo son: representan sólo el 0,5% de los accidentes domésticos en España. Pero hay otro dato importante: las exposiciones térmicas y eléctricas son la séptima causa de hospitalización en España, lo dice la Plataforma por la Revisión de las Instalaciones Eléctricas (PRIE). En traducción libre a la vida cotidiana, sepamos que si se trata de manipular un enchufe, cambiar un interruptor o revisar la instalación eléctrica conviene seguir una serie de pautas. El objetivo, uno y sencillo: evitar accidentes relacionados con la electricidad. Una máxima: ante la mínima duda con un problema eléctrico, consultemos con alguien que sepa más que nosotros y sigamos sus indicaciones; si no quedamos convencidos, recurramos a un profesional, que siempre será lo más seguro.
Casas anteriores a 1973, riesgo eléctrico
Cuanto más antigua sea la instalación eléctrica, más peligrosa deviene su manipulación. Las casas con mayor riesgo de sufrir accidentes eléctricos son las construidas antes de 1973, porque aún no se había redactado la norma que regula la seguridad de las instalaciones eléctricas. Se estima que seis de cada diez viviendas españolas, unos 15 millones de hogares, mantienen instalaciones eléctricas realizadas antes de ese año de referencia. Antigüedad que se convierte en mayor riesgo: el 86% de estas viviendas anteriores a 1973 registran deficiencias de seguridad inherentes al propio paso del tiempo y deficiencias estructurales que las sitúan a años luz de las exigencias legales de seguridad y consumo fijadas en el vigente Reglamento Electrotécnico de Baja Tensión. Pero no todo termina ahí, las casas construidas entre 1973 y 1985 tampoco están exentas de peligro: no cuentan con interruptor diferencial, elemento clave que protege a las personas ante posibles fallos de la instalación eléctrica.
Desde 1985 es obligatorio instalar el interruptor diferencial, que -para evitar accidentes- corta el suministro cuando se detectan fugas a tierra. Por eso, y mejor pronto que tarde, conviene que estas viviendas construidas antes de 1985 cambien su instalación eléctrica e incorporen un cuadro de mando y una protección equiparable a las de las casas edificadas a partir de ese año. Pero, atención: no se trata de un arreglo menor ni de una empresa que pueda acometer un manitas, ni siquiera un aficionado a la electricidad. Para que una instalación eléctrica cumpla con las garantías de seguridad, quien haga este trabajo debe ser un instalador autorizado por la Dirección General de Industria y Energía.
Consumo y potencia, de la mano
Pero también una instalación eléctrica moderna puede ser foco de problemas. Sobrecalentamientos, descargas, cortocircuitos e, incluso, incendios pueden originarse si la potencia contratada no se ajusta al consumo real de electricidad en un momento concreto del día. Se calcula que hay unos 16 millones de viviendas que tienen contratada una potencia insuficiente. Y el problema se agrava cuando esta situación se da en una vivienda de las de instalación eléctrica antigua, ya que la sucesiva conexión de aparatos modernos, algunos de los cuales precisan de una gran carga de corriente para funcionar, se ha realizado sin adaptar la instalación a la demanda de potencia actual.
Puede que los usuarios no se den cuenta de que la adquisición de un nuevo aparato eléctrico o la instalación de radiadores debe ir acompañado de un cambio en el contrato de la luz. Son los propietarios de las viviendas quienes deben fijar con la compañía suministradora la potencia que desean contratar, pero no siempre se sabe calcular la potencia que se necesita. Y no es tan difícil. Puede hacerse mirando el consumo de cada aparato que refleja el contador de la luz cuando se van encendiendo uno a uno. La suma de potencias de los que usamos de manera más frecuente nos revelará la potencia mínima que debemos contratar. Si tiramos por abajo y contratamos menos potencia de la necesaria, el interruptor de control de potencia (ICP) saltará siempre que se pongan en marcha a la vez demasiados aparatos. Calculemos, sin apurar demasiado, cuántos aparatos podemos -como máximo y sin excedernos-, encender a la vez.
¿Cómo calcular la potencia que se necesita?
Endesa e Iberdrola proponen el uso de simuladores eléctricos disponibles en sus páginas web. Como referencia, para un uso normal de luz, frigorífico, calentador de agua, aspiradora, plancha y lavadora, la potencia mínima recomendada es de 4,6 kW (kilovatios). Si se pretende utilizar también lavavajillas, horno eléctrico, vitrocerámica, secadora y otros pequeños electrodomésticos, la potencia necesaria se dispararía hasta casi 7 kW. Y si la vivienda dispone de calefacción eléctrica y sistema de aire acondicionado, se requiere al menos 9 kW. La mayoría de las viviendas tienen contratada una potencia de entre 2,5 y 5 kW, y la segunda franja más común es la de 5 a 10 kW. No obstante, con una potencia inferior a 2,2 Kw se puede disponer de luz y usar pequeños electrodomésticos. De todos modos, la norma legal establece que, en nuevas construcciones, la potencia no será inferior a 5,7 Kw en cada vivienda aunque luego los usuarios la puedan modificar de acuerdo a sus necesidades.
Que no falten enchufes
Pocos enchufes para tanto aparato, interruptores de la luz mal ubicados y escasez de tomas de televisión son problemas comunes a muchos hogares. El Reglamento Electrónico de Baja Tensión (REBT) incluye una guía técnica que fija, desde el punto de vista de la seguridad eléctrica, la cantidad de enchufes, interruptores y otros dispositivos que deben instalarse en las viviendas. Esta guía aconseja estudiar y valorar las necesidades actuales y futuras de cada usuario cuando se diseña la instalación eléctrica de de la casa. Si se va a renovar la instalación, el consejo es claro: colocar el mayor número posible de puntos de luz, enchufes y tomas de teléfono y TV; así se evitarán las molestas reformas posteriores, porque está comprobado que casi siempre acaban resultando insuficientes. Si el salón mide menos de 10 m2 basta con instalar un punto de luz, un enchufe, una toma de calefacción eléctrica y otra de aire acondicionado. Cuando la superficie es mayor, hay que doblar el despliegue. Cada dormitorio debe contar con al menos un punto de luz con interruptor, tres enchufes, una toma de calefacción y otra, en su caso, para el aire acondicionado.
Baño y cocina, extremar las precauciones
Los lugares más peligroso del hogar en materia de seguridad eléctrica son el baño y la cocina, por los cortocircuitos y descargas que se pueden sufrir cuando nuestras manos o cuerpo húmedos entran en contacto con un aparato eléctrico, enchufe o interruptor. Cocina y baño deben contar con toma de tierra, y en la cocina los enchufes han de colocarse a más de un metro de los grifos. Si nuestra cocina cuenta con un enchufe localizado en ese radio de acción debe estar protegido con tapas como las que se emplean para impedir que los niños jueguen o metan los dedos en el enchufe, así se evitará la entrada de agua en el interior del enchufe. Otro aspecto a vigilar es la distribución de las tomas. Hay que determinar cuántas y cuáles son las realmente necesarias. Como mínimo, una cocina debería tener varias tomas de 10 amperios (A), para conectar el frigorífico y electrodomésticos como la batidora o la cafetera, además de tomas de 16A para el lavavajillas y la lavadora, y de 25A para el microondas, el horno y la cocina eléctrica. Respecto a la zona que rodea la bañera o ducha, en el plano vertical que va desde la base de la bañera hasta una altura de 2,25 metros, no se deben instalar enchufes, interruptores o aparatos de iluminación. Tampoco se pueden colocar interruptores, pero sí tomas de corriente de seguridad o protegidas por diferenciales a un metro de la zona que rodea la ducha o la bañera.
Evitar sustos
Cuando una descarga eléctrica recorre el cuerpo humano, se producen lesiones cuya gravedad depende de las circunstancias en las que se desarrolle el accidente. La tensión más común en las casas es de 230 voltios, y es suficiente con una tensión de menos de 50 voltios recorra nuestro cuerpo para que haya riesgo de lesión, aunque la piel no esté húmeda. Una electrocución puede originarse por contacto directo, cuando por ejemplo se toca un punto por el que circula corriente (un enchufe), o indirecto, si se contacta con un punto por el que no debe circular corriente pero que, por alguna razón, queda en tensión, como un cable que hace contacto con un aparato. La regla de oro para evitar este tipo de accidentes cuando se manipula la corriente o cualquier aparato eléctrico es tener las manos bien secas y no caminar descalzo o con los pies húmedos antes de utilizar, enchufar o desenchufar cualquier aparato. Tampoco se deben tocar aparatos conectados a la red cuando se permanece dentro de la bañera o ducha, ni utilizar electrodomésticos cerca del fregadero. Y siempre que se vaya a manipular la instalación, se debe cortar el suministro eléctrico y comprobar la ausencia de tensión antes de iniciar cualquier trabajo. Incluso cuando se pretenda simplemente cambiar una bombilla, lo más seguro es desconectar el interruptor automático. Los electrodomésticos también merecen especial cuidado: además de leer con atención el apartado relativo a la potencia en las instrucciones, hay que desenchufarlos tras cada uso, y no hacerlo tirando del cordón, sino de la clavija aislante. Otra precaución básica es no utilizar aparatos con cables pelados, clavijas rotas o enchufes deteriorados.
En caso de accidente
Ante un accidente de origen eléctrico, lo primero es mantener la calma y desconectar sin dilación alguna el interruptor general o, en su caso, desenchufar el aparato. Para ello, quien vaya a cortar el suministro debe situarse en una superficie seca y extremar las precauciones, no sea que se convierta en víctima de un nuevo accidente. Si no llega con la mano, puede recurrir al uso de algún objeto seco y no metálico para desconectar la electricidad. Sólo una vez la corriente desconectada se puede tocar a la víctima, si la hubiere. Lo más apropiado es llamar inmediatamente al servicio médico y mantener al herido tapado y en postura cómoda hasta que llegue el personal sanitario.