En alguna ocasión, el propietario de un piso alquilado se ha encontrado con que al marcharse el inquilino de vacaciones se ha dejado un grifo abierto, con los consiguientes perjuicios por goteras para sus vecinos de abajo. A primera vista la solución parece bastante sencilla: solamente habría que entrar en el domicilio y cerrar las llaves de agua.
Sin embargo el problema es más complicado; el propietario precisa del consentimiento expreso del inquilino para acceder al inmueble. Ya que, a tenor de lo establecido en la Constitución, la vivienda de cualquier persona es inviolable. De tal manera que, aunque el propietario tenga constancia de que debido a una fuga de agua se están ocasionando daños a los del piso de abajo, si no ha sido autorizado por el arrendatario para entrar en su casa, no le quedará otra opción que recurrir a la vía judicial para conseguir este permiso y poder realizar las reparaciones pertinentes.
De todas formas, el propietario estará exento de cualquier responsabilidad si el inquilino le niega el acceso a la vivienda, pero deberá acreditar debidamente tal negativa.