El último grito en superficies habitables se encuentra dentro de un contenedor. Con una superficie de 60 metros cuadrados y la comodidad de la superposición, los contenedores marítimos aparecen como una solución a la escasez de vivienda. Construir una vivienda contenedor no es especialmente caro. El precio de la construcción, excluyendo la cadena de producción y el coste del suelo, se acerca a los 300 euros por metro cuadrado. Entre las ventajas de estas originales viviendas figuran algunas como la autonomía de cada uno de los bloques de hierro en el reciclaje y la posibilidad de recubrirlos con aislantes acústicos y térmicos. Aunque la iniciativa ha conseguido reunir a un buen número de defensores, los detractores -que son muchos- denuncian lo denigrante que resulta para sus inquilinos vivir allí dentro, ya que no deja de ser un contenedor.
Imagen: Caterina Fake
Galicia, Cataluña y Andalucía son las tres comunidades autónomas que, de momento, más interés han mostrado por esta nueva iniciativa que deja «desfasada» la construcción de los micropisos de 30 metros cuadrados. El ayuntamiento de Mataró, en Barcelona, ya ha apostado por estos pisos en contenedores para solventar las largas listas de espera que, según el Consistorio, tienen para acceder los jóvenes a un piso de alquiler. El precio de construcción, sin contar con el precio del suelo, sería entre un 20% y un 50% menor que lo que cuesta un bloque de viviendas tradicionales.
Desde este municipio catalán ya han avanzado que el precio de renta de cada contenedor oscilaría entre los 200 euros y los 250 euros mensuales. El uso de estos contenedores marítimos, que ya funcionan como viviendas, centros cívicos o guarderías en otros países europeos, permite acceder a la vivienda a un coste más bajo del habitual de manera rápida e innovadora, ya que su montaje es cuestión de días.
Argumentos a favor
Los gallegos fueron los primeros en montar sus propios contenedores vivienda aunque el uso era otro. El pasado verano la Xunta apoyó la construcción de viviendas, oficinas y albergues en el Camino de Santiago con contenedores de transporte marítimo. En esta ocasión la justificación no fue la dificultad en acceder a una vivienda sino redundar en la innovación, favorecer el trabajo del sector naval y paliar los altos precios del sector inmobiliario. Hasta la fecha, la intención de las autoridades gallegas de potenciar este uso de los contenedores sólo se ha llevado a cabo en el Centro Tecnológico Rural en la localidad de Marrozos, un estudio con una superficie de 1.600 metros cuadrados construidos a partir de 24 contenedores comprados en el puerto de Vigo.
El precio de renta de cada contenedor oscilaría entre los 200 y los 250 euros mensuales
Otra de las ventajas que ofrecen los contenedores es, además del propio reciclaje de los mismos, el ahorro del «papeleo» que supone la construcción de auténticas viviendas, puesto que el montaje de los contenedores sólo necesita un proyecto visado por el Colegio Oficial de Arquitectos y de una licencia de obras del ayuntamiento correspondiente.
Críticas contra «hogares contenedores»
A pesar de las aparentes ventajas, hay colectivos que se posicionan en contra de la idea. «El derecho a una vivienda digna está recogido en la Constitución. Esto de los contenedores está bien como una solución experimental, para un campamento o algo parecido, pero es una vergüenza que pretendan que los jóvenes vivan allí, ¡es un contenedor!». Así lo expresa Miguel Font, gerente de la Asociación de Promotores Inmobiliarios Aproin, una de las pocas asociaciones que se han posicionado en contra de esta tendencia inmobiliaria.
Entre sus razones explican que los ayuntamientos nunca expropian sus terrenos para hacer pisos, denuncia el no cumplimiento del código técnico de edificación y la necesidad de dar dignidad a la vivienda. El hecho de que este tipo de hogares se destine a los sectores más jóvenes de la sociedad también levanta ampollas, «¿por qué tenemos que condenar a la gente joven a vivir en contenedores? ¿Vale todo para ellos?».
Hasta la fecha son pocas las iniciativas que funcionan en España respecto a otros países europeos. En Salzburgo, por ejemplo, Red Bull ha utilizado estos contenedores para ampliar sus oficinas y en Viena se utilizan guardería o sede de empresas situadas en el aeropuerto. La policía fronteriza alemana las utiliza como casetas en las fronteras entre los landers y el centro de Médicos Sin Fronteras en Paquistán está construido de esta manera.
Las iniciativas que se están llevando a cabo en España empiezan a saltar las fronteras. La empresa gallega Arquitectura Asociados, una de las primeras en lanzar los proyectos con contenedores marítimos, ha decidido exportar la idea como viviendas de primera necesidad a otros países. En cinco años llevarán más de 25.000 contenedores marítimos a cinco países de la cuenca guineana por un total de 150 millones de euros. Además ha firmado la venta de 1.500 viviendas para la República Dominicana y de 2.000 con Brasil. Hasta la fecha, la empresa negocia también con otros países como Venezuela o Panamá.