El humo es la principal causa de muerte en los incendios domésticos, que en 2019 (últimos datos disponibles) se cobraron la vida de 165 personas en España. Esta cifra es un 34 % más alta que en 2018, lo que demuestra que estamos ante un riesgo real. No obstante, las estadísticas afirman que si disponemos en casa de un sistema de detección automática de incendios, la probabilidad de fallecer atrapado por las llamas es cuatro veces menor. El objetivo de estos dispositivos es detectar el humo lo antes posible. Cuando esto ocurre, el aparato lanza una señal de alarma que permite a los ocupantes de la vivienda reaccionar a tiempo, incluso si en ese momento están dormidos. Pero ¿cuál es el más adecuado y dónde debemos colocarlo? Te lo contamos a continuación.
Tipos de detectores de incendios, ¿cuál es mejor?
El detector doméstico de humo es un pequeño aparato autónomo, de bajo precio y fácil colocación, que no precisa de instalación eléctrica y puede adquirirse en ferreterías y grandes comercios. Los más habituales son los detectores fotoeléctricos o de sensor óptico, con un coste de entre 15 y 50 euros.
Estos dispositivos funcionan con batería o con pilas que, cuando se gastan, emiten un pequeño pitido de aviso de forma repetida. Lo más recomendable es cambiar la pila una vez al año o cuando lo indique el fabricante, aunque ya hay aparatos que cuentan con una batería que dura diez años. “Para asegurarse de que todo está en orden, el detector tiene un botón de comprobación que hay que pulsar con regularidad. Al hacerlo sonará la alarma, lo que indica que la batería funciona”, explica el subinspector del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento de la Diputación Foral de Bizkaia, Javier Elorza.
Existen, además, detectores especiales para personas con audición o visión restringida. Para las estancias con aparatos de calefacción a combustión como calderas, estufas, chimeneas o braseros, lo mejor es instalar detectores de monóxido de carbono (CO). También se comercializan detectores de gas. Incluso algunos fabricantes ya venden detectores combinados, capaces de llevar a cabo dos o tres tipos de detección.
¿Dónde es mejor colocarlo?
Los detectores domésticos se sujetan en el techo –nunca en las paredes– mediante pequeños tornillos que fijan su base o bien con una cinta de doble cara de buena calidad.
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“En los pisos convencionales es recomendable colocar, al menos, un detector en la confluencia de las áreas comunes –es decir, en el pasillo entre la zona de habitaciones y la sala–, pero suficientemente alejado de la cocina para evitar falsas alarmas”, afirma Elorza. En caso de incendio, el humo se eleva y se extiende bajo el techo, por lo que la posición más adecuada para instalar el detector es en la parte central de la techumbre. “Para evitar que queden zonas sin cobertura, nunca debe ubicarse a menos de 30 centímetros de paredes o esquinas”, prosigue. Y añade: “En techos inclinados se colocará cerca de la cumbre, jamás por debajo de 60 centímetros medidos en vertical–”.
En garajes y cocinas, en cambio, deben instalarse detectores térmicos o de llama y prescindir de los fotoeléctricos.
¿Es suficiente con un detector de humo o necesito más?
En principio, con un detector puede valer. “Pero si la vivienda supera los 70 metros cuadrados, se recomienda instalar un segundo aparato cerca de la puerta entrada, a no más de siete metros de distancia”, sostiene el experto en extinción de incendios. Para las casas de dos o más plantas, como las unifamiliares o los dúplex, es necesario que haya, al menos, un dispositivo en cada piso.
En su opinión, para una máxima protección es recomendable contar con un detector en la sala y uno en cada habitación, sobre todo en aquellas en la que descansan personas con capacidad de reacción limitada, como ancianos, enfermos o niños. “Recuerda que un detector de incendios te puede salvar la vida”, concluye este especialista.