La crisis ha estancado el mercado inmobiliario, pero en cambio ha revitalizado el sector de las reformas. Oficios como la albañilería, la fontanería, la carpintería o la decoración se consolidan como la alternativa perfecta para quienes quieren cambiar la casa sin mudarse de domicilio. En los dos últimos años, la demanda de estos servicios ha aumentado tanto como su oferta, cuyos anuncios se multiplican en buzones, farolas y paradas de autobús. Los protagonistas de esta dinámica son, por un lado, las personas que pensaban mudarse y ya no pueden hacerlo; por otro, los profesionales de la construcción que se han quedado sin empleo y se han lanzado a trabajar por cuenta propia. Ahora bien, con tantas alternativas, ¿en quiénes se puede confiar? ¿Cuándo es el mejor momento para iniciar las reformas? ¿Por dónde conviene empezar? En definitiva, ¿qué cosas hay que tener en cuenta antes de acometer obras en casa?
La precaución, fundamental
Mejorar la estructura y el aspecto del hogar es un proyecto que ilusiona. Más allá de los inconvenientes, como el ruido o la suciedad, estrenar una cocina o un baño, darle mayor amplitud a la sala o tener luz en una habitación ciega hacen que valga la pena romper azulejos, tirar tabiques o agujerear una pared. Se piensa que el resultado final compensará todas las molestias, pero… ¿qué pasa si no es así? ¿Y si las obras resultan ser una chapuza o, peor aún, se quedan sin terminar? ¿Qué hacer si el albañil o el fontanero desaparecen a mitad de trabajo, o si las reformas se prolongan demasiado? ¿Cómo actuar cuando las obras afectan a los vecinos o hay un accidente grave?
No hay que fiarse de los presupuestos costosos, pero menos aún de los demasiado baratos
Estas preguntas dibujan los peores escenarios posibles, pero conviene hacérselas puesto que están inscritas en la realidad. Cualquiera de esas situaciones puede ocurrir. Y, de hecho, suceden. Por ello es imprescindible tomar ciertas precauciones antes de iniciar la transformación del hogar.
1- Qué hacer y cuándo. El primer paso antes de llamar a un profesional es decidir qué cambios se quieren acometer y cuándo es el mejor momento de hacerlos.
Soñar con ciertas mejoras o inspirarse en revistas de decoración está muy bien, pero no se debe olvidar el aspecto racional y metódico del asunto. La planificación es muy importante, pues ayuda a evitar gastos innecesarios, contratiempos y disgustos. Es mejor, por ejemplo, no cambiar el alicatado y los muebles del baño sin sanear antes las cañerías viejas que, a medio plazo, darán problemas y exigirán una obra de mayor envergadura. En términos de prioridades, el orden debe ser de la estructura a la apariencia.
En cuanto al momento de iniciar las obras, los meses de verano son los más adecuados, sobre todo para las reformas de gran calibre. Estos trabajos -que resultan muy invasivos con ruidos, escombros, polvo y el movimiento de personas y materiales- casi siempre obligan a la familia a abandonar la vivienda de manera temporal; de ahí que junio, julio y agosto sean los meses idóneos, pues coinciden, al menos en parte, con el periodo vacacional.
Esto se aplica también a los vecinos: es probable que las molestias sean menores que en otros momentos del año.
2- Presupuestos y garantías. Una vez que se ha decidido qué se va hacer y cuándo, lo siguiente es buscar distintas opciones. Solicitar varios presupuestos, consultar por los materiales, preguntar por los plazos de ejecución y, sobre todo, pedir referencias son acciones clave antes de elegir a un profesional o una empresa para que haga obras en casa.
- Ahora la oferta es más diversa, y es buen momento para conseguir unos cuantos presupuestos. Tener cinco o seis opciones en la mano permite conocer cuál es el precio promedio del mercado y descartar las propuestas que se alejen demasiado de él, tanto por caras como por baratas.
No hay que fiarse de los presupuestos demasiado costosos (carestía no siempre se traduce en calidad), pero menos aún de los que son demasiado económicos, aunque a primera vista puedan ser muy tentadores. Una cosa es que las empresas recorten su margen de beneficios para ser más competitivas, y otra es que pasen esa tijera por la calidad de los materiales, del trabajo en sí o de los acabados. Lo barato sale caro.
También puede costar muy caro que la empresa o el profesional no ofrezcan ningún tipo de garantías. Además de las referencias que se puedan tener por parte de amigos o conocidos, es importante que la persona que se contrate pueda ofrecer un calendario concreto de trabajo, garantías de los materiales y de la obra que va a realizar. Y, a ser posible, que lo haga todo por escrito.
La crisis ha dejado en la calle a numerosos trabajadores relacionados con la construcción, cuya única opción de seguir en el mercado laboral ha sido reiniciar como autónomos la actividad que desempeñaban como asalariados. Sin embargo, otros toman un atajo: ni papeleo burocrático ni alta en el Régimen de Autónomos, ni pago de impuestos. Si decide confiar en uno de estos profesionales, conviene extremar las precauciones. El ahorro puede ser significativo pero conviene hacer bien las cuentas y comprobar que los gastos en los materiales, la tramitación de licencia de obra, el uso de contenedores en vía pública y el montaje del andamiaje exterior se recojan en el precio final.
- 3- Documentación e impuestos. Los presupuestos escritos, los comprobantes de pago, el calendario de trabajo impreso con detalle y las facturas en regla son, en principio, una garantía de tranquilidad para el cliente. Por supuesto, no se trata de un método infalible, ni esto tampoco quiere decir que si alguien no lo ofrece sea un mal profesional. Pero lo cierto es que, cuanto mejor documentado esté el dueño de casa, más fácil le será zanjar posibles desacuerdos y más protección tendrá en caso de que surjan problemas.
- Presupuesto exhaustivo. Es recomendable exigir su entrega por escrito, y que en éste se precise la cantidad, calidad y precio de los materiales que se van utilizar, así como el importe de la mano de obra y la fecha de inicio y finalización de los servicios. El documento debe incluir las formas de pago y los datos de identificación de la empresa. Además, hay que preguntar, antes de iniciar la obra, qué incluye el presupuesto y qué se puede cobrar que no esté incluido en él. Porque lo de «han surgido problemas no previstos» es un argumento que puede valer para casi cualquier circunstancia.
El IVA, más que un gravamen. Los operarios que trabajan al margen de la actividad regulada por el Estado pueden no disponer de seguro de responsabilidad civil, de manera que ante un accidente o desperfecto no será fácil que se hagan cargo de los gastos derivados de los mismos. La relación contractual tampoco está exenta de riesgos, ya que carecen de licencia fiscal y no realizan su declaración trimestral del IVA. Y si la persona a quien se contrata no realiza la declaración de IVA, no se podrá, en su caso, efectuar una reclamación por la vía judicial, con independencia de que al cliente le hayan cobrado el IVA. Es lo que se conoce como el «falso IVA». Por ello hay que comprobar que la factura incluye el NIF y el número de identificación fiscal.
4- Gestionar bien el dinero. Tras elegir al profesional que se hará cargo de la reforma y aceptar el presupuesto, lo siguiente es administrar el dinero de manera concienzuda.
- Adelantos. Es habitual que se exijan al cliente para iniciar la obra. La empresa está en su derecho de pedir un dinero por adelantadao, pero se ha de intentar no anticiparlo. Si no queda más remedio que hacer este pago, conviene pactar que la cantidad no sea elevada y, por supuesto, exigir una factura o comprobante del adelanto. Una cantidad razonable para la señal será la que no supere el 25% del importe total
Pagos. El modo de abonar el trabajo es flexible; se pacta de antemano con la empresa. Sin embargo, no debe pagarse el total de la obra hasta que finalice al 100%: los pequeños detalles que siempre faltan para terminar cualquier reforma y cuya resolución se alarga en el tiempo tienden a ser solucionados mejor y más rápido por los gremios si queda aún una parte de la factura por pagar.
Comprobaciones. Antes de completar el importe total, hay que revisar con atención que la reforma se haya realizado tal y como se acordó, y sin imperfecciones ni defectos. Lo mejor es tomarse un tiempo para comprobar el acabado y los materiales utilizados.
Garantías. Es posible que durante las obras se hayan usado componentes de segunda mano, como cableado, llaves y perillas de luz. Esto sólo puede hacerse con consentimiento del titular de la vivienda y debe significar un abaratamiento de los costes. La garantía de los materiales usados es de solo un año, en lugar de los dos años de que gozan las piezas nuevas.
- 5- Fin de la obra y eventuales reclamaciones. Si una vez finalizados los trabajos el cliente detecta algún defecto o deterioro del mobiliario, paredes u objetos del hogar debido a la actividad de los trabajadores, puede negarse a pagar la reforma hasta que se repare el daño causado. Y, si ya ha pagado, reclamará a la empresa.
- En primera instancia puede hacerlo de modo oral y con tono amable; si no se le atiende de modo adecuado, puede recurrir al camino oficial mediante una reclamación en toda regla.
Una vez terminada del todo la obra y tras comprobar que todo está a gusto del propietario, se debe abonar, en los términos y plazos pactados con cada gremio, el dinero acordado.
La cuantía de la factura debe corresponder al presupuesto aprobado, y en ella figurarán la identificación del cliente y de la empresa, la descripción de los trabajos, el precio desglosado de materiales, mano de obra y salidas, y los impuestos.
Además de exigir una factura en regla y con el IVA añadido, conviene solicitar que se incluyan en ella los términos de la garantía de la obra. Tanto factura como garantía estarán fechadas, selladas y firmadas por el cliente y por el prestador del servicio.
- No contrate a un “chapuzas”, mejor elija a un profesional con referencias.
Si es un trabajador autónomo, verifique su DNI o NIF. Si es una empresa, cerciórese de que esté dada de alta en el Impuesto de Actividades Económicas, apunte su número de registro empresarial y el código de identificación fiscal.
Elija un equipo de profesionales con seguro de responsabilidad civil, ya que responderán de daños extracontractuales (los que afectan a vecinos, a los locales…).
Si la reforma es integral o piensa cambiar cocina y baño, deberá encontrar una vivienda alternativa hasta que las obras finalicen. Planifique este tema al detalle, ya que cualquier imprevisto o cambio de última hora dilatará el proceso de reforma y puede aumentar los costes.
Consiga varios presupuestos por cada gremio. Informarse y comparar es la mejor forma de dar con la mejor relación calidad-precio.
Solicite presupuestos detallados y por escrito: materiales, coste por unidad, tiempo de mano de obra… Una vez aceptado el presupuesto, cualquier variación deberá serle notificada y reflejada otra vez por escrito.
Desconfíe de los presupuestos verbales y de los muy baratos. Para despejar dudas, exija que le detallen lo que incluye el presupuesto y lo que no. Ahí radica la diferencia entre unos y otros.
Si debe pagar un adelanto, abone la menor cantidad posible. En ningún caso esta señal superará la mitad del coste total.
No abone el 100% del importe de la obra hasta que las obras hayan acabado del todo, incluso el más mínimo detalle. Acuerde efectuar una parte del pago (el 20%, por ejemplo) justo al final de la obra.
Una vez que los trabajos finalicen, revise al detalle los materiales empleados, así como el acabado final. Si el resultado no es el prometido o si ha descubierto daños o desperfectos, reclame a la empresa.
En el momento del pago, deben entregarle una factura en la que además de toda la información de los trabajos (descripción de tareas, mano de obra…), figure la identificación del cliente y de la empresa. También, los detalles de la garantía.
Acepte la factura sólo cuando coincida con el presupuesto. Si ha sufrido alguna variación y no le ha sido notificada, puede negarse a pagarla.
Exija facturas con IVA, fechadas, selladas y firmadas por ambas partes. Sin IVA no hay garantía real ni opción de reclamar.