Los compuestos tóxicos persistentes (CTP) se acumulan en el organismo de los seres vivos y pueden causar graves consecuencias al medio ambiente y la salud. A pesar de ello, pocas Administraciones y empresas han tomado medidas en España frente a este problema. Para ofrecer más información a cualquier persona interesada, se ha publicado el libro “Nuestra contaminación interna. Concentraciones de CTP en la población española” (ed. Catarata). Uno de sus autores, Miquel Porta Serra (Barcelona, 1957) recalca la falta de estudios completos sobre estas sustancias tóxicas en España y reclama a todos los ciudadanos una mayor implicación para solucionar este tipo de contaminación. Porta es investigador y catedrático de salud pública del Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM) y la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
“No se ha realizado ningún estudio representativo de la población española que analice las concentraciones corporales de CTP”En España la información sobre concentraciones de CTP en seres humanos debe y puede mejorar. El hecho más llamativo es que no se ha realizado ningún estudio representativo de la población española que analice las concentraciones corporales de CTP. Los datos proceden de estudios parciales, poco accesibles y comparables. De momento sólo hay dos estudios con representatividad poblacional, realizados en Canarias y Cataluña. La falta de rigor metodológico en las comparaciones sobre niveles de CTP en humanos debe asimismo remediarse.
Los niveles de la mayoría de compuestos estudiados hasta la fecha parecen similares a los que se observan en Alemania y en Estados Unidos. Puede que algún compuesto, como el hexaclorobenceno, registre concentraciones superiores en la población española. Lo analizamos con todo el rigor posible.
“En Cataluña hay personas con concentraciones 6.074 veces superiores a las de otras”Sí. En Cataluña hay personas con concentraciones de hexaclorobenceno 6.074 veces superiores a las de otras. La mayoría de la población tiene concentraciones de CTP muy inferiores a las de una relativa minoría.
La contaminación interna que más hemos estudiado es la causada por la acumulación en el interior del organismo humano de contaminantes químicos como plaguicidas, residuos industriales o metales pesados. Entre esos contaminantes están el DDT, los hexaclorociclohexanos (como el lindano) y el hexaclorobenceno, los policlorobifenilos (PCB) o las dioxinas. Puesto que las grasas de los alimentos son la mayor vía de exposición a los CTP, evitar en la medida de lo posible su ingesta y alimentarse con productos biológicos es una opción razonable.
“Evitar la ingesta de grasas y alimentarse con productos biológicos es una opción razonable contra los CTP”Son sustancias que los organismos vivos apenas podemos excretar y cuyas concentraciones aumentan en nuestro cuerpo a medida que crecemos. Las hallamos en la sangre, grasa corporal, placentas, líquido amniótico,etc. Contienen átomos de cloro, que hacen que se disuelvan muy bien en las grasas. Los CTP que detectamos en más del 85% de la población general sana de Cataluña son el DDT y su principal producto de degradación, el DDE; ciertos PCB (como los congéneres 118, 138, 153 y 180); el HCB (hexaclorobenceno, un herbicida) y el beta-HCH (un “hermano” del lindano).
Su enorme persistencia no es tan obvia como podría parecer: en España el DDT se prohibió hacia 1975-1977 y más de 30 años después todavía lo encontramos en el 88% de la población.
“En España el DDT se prohibió hacia 1975-1977 y más de 30 años después todavía lo encontramos en el 88% de la población”En el libro invitamos a reflexionar sobre esta hipótesis: “es probable que algunos CTP contribuyan a causar una parte relevante de la carga social que hoy suponen algunas de las enfermedades y trastornos más prevalentes”. Entre ellos, infertilidad, malformaciones congénitas, problemas de aprendizaje y desarrollo neuroconductual, obesidad, diabetes, varios cánceres, Alzheimer, Parkinson, etc. Es cierto que el conocimiento sobre los efectos adversos de los CTP está lleno de incertidumbres, pero ello no debe ser obstáculo para que actuemos contra los efectos más perniciosos de los CTP.
Sí, pocas Administraciones y empresas han tomado medidas. Es grave, porque ante estos tóxicos invisibles poco se puede hacer por uno mismo. La ley de economía sostenible apenas tiene en cuenta la contaminación humana por CTP. Algo hacemos mal los expertos cuando los beneficios sociales de la salud pública y de la salud ambiental quedan ocultos y no se ven como otras vías de salida de la crisis.
Por otra parte, resulta lamentable la pasividad del actual Ministerio de Medio Ambiente, que apenas ha desarrollado el Plan Nacional de Aplicación (PNA) del Convenio de Estocolmo sobre CTP, aprobado a principios de 2007, y que muchos ayudamos a elaborar. Todos los ciudadanos tenemos que exigir que se desarrolle con coherencia y eficacia, y lograr tener el papel activo que el Plan nos reconoce. Ahora bien, el Gobierno y las empresas no tienen la culpa de todo; los ciudadanos tenemos una buena parte de la responsabilidad.
“La contaminación por CTP es el resultado de nuestros modelos de economía, cultura y sociedad”La contaminación por CTP es el resultado de nuestros modelos de economía, cultura y sociedad, de nuestros hábitos individuales y colectivos (alimentación, consumo, residuos, trabajo, transporte, energía) y de las políticas públicas y privadas que promovemos o aceptamos.
Informarse, reflexionar con calma y valentía, concienciarse, organizarse con eficacia e imaginación, ser activo en las asociaciones que mueven las cosas, exigir más estudios, ser menos iconoclasta y más constructivo, actuar con serenidad y firmeza, preguntar a las instituciones y a las empresas qué analíticas hacen en los alimentos, dónde “cuelgan” los resultados, qué incentivos funcionan, qué sanciones concretas se imponen, etc.
Y, por supuesto, hay muchas pequeñas cosas que se pueden hacer: comer de forma más sana, llevar una vida más austera y sencilla, generar menos residuos y reciclar mejor, apoyar a las cooperativas de agricultura ecológica, a los medios de comunicación de mayor calidad e independencia, a la investigación sobre salud y medio ambiente, etc. Todo depende de cómo queramos vivir (y morir).
Sí, es cierto. La investigación sobre las causas ambientales de muchos trastornos y enfermedades es todavía muy escasa en casi todo el mundo.