Las tribus nómadas no construyen casas. La selva es su casa. Se trasladan en busca de comida, sin modificar el entorno para conseguirla. Recolectan frutos y raíces o cazan animales. Sin embargo, para algunas comunidades indígenas, cada vez es más difícil seguir este modo de vida. Nunca antes imperó tanto la ley de la selva, pero en el peor de sus sentidos. Fieles a sus tradiciones y a la madre naturaleza, admiran con impotencia cómo ambas se destruyen. La tala masiva de árboles, la construcción de presas o las plantaciones de palma de aceite acaban con un entorno cuidado durante siglos y que supone el único medio de subsistencia para estos pueblos. En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, recordamos tres tribus nómadas en peligro: los Awás de Brasil, los Hadzas de Tanzania y los Penanes de la isla de Borneo. Esta es su historia.
Awás de Brasil, la tribu más amenazada del mundo
Los awás son una de las últimas tribus nómadas de cazadores-recolectores que habita la Amazonia brasileña. Tan solo hay unos 360 awás contactados y se estima que entre un 20% y un 25% más no han establecido contacto jamás. Así debe ser. Porque hacerlo supone un peligro de muerte. Carecen de inmunidad frente a las enfermedades que les contagian personas del exterior, lo que conlleva que el 50% o más no sobreviva durante los primeros años tras el contacto. Un juez brasileño ha hablado incluso de genocidio.
Son la tribu más amenazada del planeta y, para evitarlo, tan solo buscan tener a su alcance lo necesario para sobrevivir, que ya es bastante. Las tierras que les acogen son arrasadas «a mayor ritmo que ningún otro lugar donde habitan indígenas». Por ello su situación preocupa, y mucho. «Rodeados por completo por madereros y terratenientes», advierte Survival, su realidad cambia cada vez que se tala un árbol de esa selva que habitan, les alimenta y cuidan.
Los awás viven prácticamente aislados. En realidad, rodeados. «Los madereros han talado todo lo que han encontrado alrededor de la tierra de los awás y, ahora, talan cada vez más también dentro de la misma», insiste Survival. Los awás son prioridad porque, si no se para la tala de la selva, «su selva», no tendrán de qué alimentarse. «No les queda ningún sitio al que retirarse», sentencia la organización.
- Cómo ayudar a los awás. Survival no quiere que su aviso pase desapercibido, por lo que desde hace tiempo desarrolla una campaña con varios frentes abiertos: mensajes al ministro de Justicia de Brasil, búsqueda de apoyos en todo el mundo, donaciones para la campaña, alertas a la ONU, en los medios de comunicación…
Hadzas de Tanzania
En Tanzania habitan los hadzas, una pequeña tribu de cazadores-recolectores. Conforman un grupo de unos 1.500 integrantes: una de las últimas tribus de África. Se alimentan sobre todo de frutas, raíces y miel, aunque también cazan animales pequeños. Por eso han de moverse para encontrar el lugar idóneo que garantice su subsistencia. Ahora más que nunca.
Durante los últimos 50 años, la tribu ha perdido más del 90% de su tierra, señala Survival. Los territorios que han habitado durante milenios han sido ocupados por tribus más grandes de pastores, «que han destruido en gran medida la vida salvaje y las plantas de las que los hadzas dependen para sobrevivir», explica la organización. «La invasión de otras tribus que traen con ellas sus rebaños de ganado e introducen la agricultura en el valle amenaza la supervivencia del pueblo hadza», advierte Naftali Kitandu, un representante hadza.
Genéticamente son uno de los linajes más antiguos de la humanidad. Pero su permanencia está en peligro. Para evitarlo, en 2011 se reconocieron sus derechos territoriales por primera vez. En una ceremonia formal, se les entregaron títulos de propiedad oficiales para asegurar «que no tengan que preocuparse por los invasores hambrientos de tierras, en especial en los albores de una carrera por obtener terrenos».
Penanes de la isla de Borneo
La comunidad indígena de los penanes vive en las selvas del interior de Sarawak, en la parte malasia de la isla de Borneo. Son entre 10.000 y 12.000 cazadores-recolectores, que dependen de la selva para subsistir. «Por ello luchan para detener la destrucción de lo que queda de sus selvas y su modo de vida», relata Survival. No es fácil. Los derechos territoriales de los penanes no están reconocidos y su enemigo es fuerte.
Se enfrentan a la tala masiva de la selva por parte de empresas madereras, a la construcción de presas hidroeléctricas y al cultivo de plantaciones de palma de aceite. Todo ello supone una amenaza para su subsistencia porque la extensión de tierra disponible se ha reducido y es más difícil encontrar frutas silvestres y animales salvajes. El propio sonido de la naturaleza queda ensordecido por el de las excavadoras.
La tala y las plantaciones de palma de aceite destruyen la selva que habitan los penanes
El Gobierno defiende la tala, asegura, «sostenible» de los árboles y no reconoce el derecho de los penanes sobre sus tierras. Ni siquiera ahora que muchos han desistido del nomadismo debido a las dificultades que entraña y se han asentado en comunidades donde plantan arroz. «Con la tala de la selva, los ríos se vuelven ciénagas matando a los peces. La caza huye asustada a lo profundo de las pocas selvas que quedan y los cazadores penan regresan a casa con las manos vacías. Cuando la selva comienza a regenerarse, lo único que nacen son espesos matorrales», señala Survival.
- Cómo ayudar a los penanes. Para salvar a esta comunidad, Survival anima a escribir una carta al Gobierno de Sarawak o a la embajada de Malasia, hacer un donativo para la campaña o implicarse más en ella junto con la entidad.