Las tarjetas de crédito son uno de los instrumentos más utilizados para financiar las compras del día a día, pues permiten disponer de dinero extra en cualquier momento y lugar. Sin embargo, este no es su único punto fuerte, pues estos “plásticos” también son la llave para poder acceder a otros productos o mejorar sus condiciones: préstamos personales o hipotecas con un tipo de interés bonificado, cuentas corrientes sin comisiones de mantenimiento, etc. En este artículo se aborda qué puertas abre tener una tarjeta de crédito pero también los peligros de no usarla de forma responsable.
Tarjeta de crédito: ventajas y bonificaciones
Muchos bancos mejoran las condiciones de sus productos financieros o permiten acceder a ellos si, a cambio, se contrata una de sus tarjetas de crédito.
En el caso de los préstamos hipotecarios y en los créditos al consumo, a cambio de cumplir este requisito, muchas entidades reducen el tipo de interés aplicado, lo que disminuye el precio de la financiación. Eso sí, en la mayoría de ellos también se debe domiciliar la nómina y contratar un seguro de vida o de protección de pagos para poder obtener un interés más reducido.
Muchas cuentas corrientes son gratuitas si, entre otras condiciones, se realizan un mínimo de usos al año (o se gasta una cantidad determinada de dinero) con una tarjeta de débito o de crédito vinculada. En general, a cambio, también se eliminan las comisiones de emisión y de mantenimiento del propio «plástico», aunque esto dependerá de las tarifas aplicadas por la entidad emisora.
Como se ve, el simple hecho de contratar una tarjeta de crédito puede facilitar el acceso a otros productos financieros o, en otros casos, permite obtener unas condiciones más atractivas. Sin embargo, las bonificaciones asociadas a la adquisición del «plástico» solo se mantendrán vigentes, si se cumplen los requisitos de uso del mismo. Dicho de otro modo, si bajan el interés de un préstamo a cambio de realizar un consumo mínimo anual con una tarjeta y, al finalizar el año, no se alcanza el gasto acordado, el tipo de interés aplicado se incrementará de forma automática.
Tarjetas de crédito: cómodas pero con riesgo
Otro de los riesgos de adquirir una de estas tarjetas para poder acceder a otros productos es gastar a crédito con poca mesura. Estos «plásticos» dan la opción de disponer de dinero en cualquier momento, una característica que puede ser un arma de doble filo, si no se utiliza la tarjeta con responsabilidad. En ese sentido, son muchos los usuarios que, sin darse cuenta, abusan del dinero de «plástico» y contraen una deuda elevada que tardarán años en saldar.
Los peligros de usar irresponsablemente una tarjeta de crédito aumentan de forma exponencial, si se utiliza el método de pago a plazos, es decir, si se devuelve el dinero empleado mediante el abono de cuotas mensuales o de un porcentaje de la deuda. En estos casos, se aplica un interés que puede llegar a superar el 25% TIN y, si la cuota que se abona es muy reducida, se puede tardar mucho tiempo en reembolsar de manera íntegra el crédito dispuesto.
Un ejemplo práctico. Imagine que se gasta 2.000 euros en un mes con una tarjeta de crédito cuyo interés es del 25% TIN. Si decide devolver ese dinero en cuotas de 50 euros, tardará más de siete años en saldar la deuda y pagará un total de 2.344,91 euros en intereses. En este caso concreto, acabaría abonando una mayor parte de intereses que de capital.
Por tanto, si se contrata una tarjeta de crédito para acceder a un préstamo o a cualquier otro producto, es muy importante que se utilice con responsabilidad y sin abusar del pago a plazos. Asimismo, hay que asegurarse de cumplir siempre las condiciones de las mejoras vinculadas a la adquisición de la tarjeta (usarla un mínimo de veces al año, gastar una cantidad determinada de dinero al semestre…), pues de no ser así se perderán las bonificaciones.