Durante la menstruación es necesario utilizar algún accesorio para absorber y eliminar la sangre. Hasta hace unos años, solo había dos tipos de productos: los tampones y las compresas. Sin embargo, el desarrollo de la copa menstrual desde el año 2000 ha cambiado los hábitos de muchas mujeres, pues cada vez tiene más adeptas, ya sea por motivos económicos, por comodidad y/o por ecología. En este artículo se detalla en qué consiste la copa menstrual, cómo se usa y qué hay que tener en cuenta antes de adquirir una, con sus ventajas e inconvenientes incluidos.
¿Qué es la copa menstrual y cómo se utiliza?
La copa menstrual es un recipiente de silicona quirúrgica, látex o en elastómero termoplástico (TPE), que se introduce y adapta dentro de la vagina durante la menstruación, como si fuera un tampón. La diferencia estriba en que la copa recoge el flujo, en lugar de absorberlo, y es reutilizable, por lo que es mucho más amable con el medio ambiente.
Para proceder a su uso, se inserta como si fuera un tampón. Incluso hay marcas que disponen de un aplicador con la forma de tampón, para facilitar su implantación. Es importante lavarse bien las manos con agua y jabón antes y después de introducirla. Las primeras veces puede que cueste un poco hasta que se le coge práctica, aspecto que se soluciona utilizando un poco de lubricante. Según el fabricante, se aconseja esterilizarla o lavarla con agua hirviendo antes del primer uso. Se retira con cuidado, tirando suavemente de su base o de su tira, aunque, en ocasiones, es necesario hacer un poco de presión lateral con el dedo, para que pierda el vacío. Después, se desperdician las pérdidas menstruales, se enjuaga con agua y se coloca otra vez.
Al finalizar la menstruación, se recomienda lavarla y esterilizarla de nuevo, para eliminar los microorganismos, y guardarla en una bolsita de algodón, lejos de temperaturas extremas.
Ventajas e inconvenientes de la copa menstrual
A diferencia del tampón o la compresa, la copa recoge el flujo en lugar de absorber y es reutilizable
Dentro de las ventajas que permite su empleo es que puede llevarse puesta hasta 12 horas seguidas (día y noche), del primer al último día del ciclo, y su uso es ilimitado. Otra es que permite recoger más cantidad de pérdidas menstruales que cualquier otro producto de higiene femenina.
El Dr. José Ramón Serrano Navarro, médico ginecólogo, jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Alto Deba en Mondragón (Gipuzkoa) y presidente de la Sociedad Española de Contracepción, apunta que no existen contraindicaciones ni efectos secundarios: «Incluso tienen muchas menos reacciones de contacto que las compresas o los tampones«.
Sin embargo, hay que escoger bien el producto si se tiene alergia al látex, trastorno que se estima que sufre entre un 2% y un 7% de la población. La silicona médica no alergénica y el TPE, cuyos casos de alergia son muy raros, son materiales inertes, mantienen a raya el crecimiento microbiológico, no provocan alteraciones en la flora ni en la mucosa vaginal ni dejan restos de fibras en la pared vaginal.
Las copas menstruales no contienen ningún producto químico, como desodorantes o blanqueadores. Y tampoco tienen el riesgo de provocar síndrome de shock tóxico (TSS), una infección grave pero poco frecuente causado por una toxina producida por algunos tipos de estafilococos. A pesar de que los primeros casos se relacionaron con mujeres que utilizaban tampones, en la actualidad, menos de la mitad están asociados a su uso.
Cómo escoger la copa menstrual idónea
Una vez que se decide emplear una copa menstrual, hay escoger el modelo que mejor se adapte a una. En el mercado hay muchos modelos y tallas disponibles que pueden inducir a dudas o errores en el momento de adquirir una. Por este motivo, conviene plantearse algunas cuestiones:
- La cantidad de menstruación: poca, normal, abundante o muy abundante. El Dr. Serrano explica cómo se determina la normalidad: «Consideramos normales aquellas pérdidas que duran de tres a cinco días, cada 28-35 días. En cuanto a la cantidad se estima cuando los tres primeros días se utilizan de tres a cinco tampones o compresas ‘maxi’ y los restantes dos o tres, de dos a tres tampones o compresas ‘regular’. Todo lo que esté por encima, sería abundante». Hay que tener en cuenta estas cantidades para saber a cuánto equivale con el uso de la copa y, así, poder valorar si el ciclo sufre algún cambio susceptible de comentarlo con el ginecólogo.
- Si se tienen o se han tenido relaciones sexuales.
- Si se han tenido partos vaginales: en mayor o menor medida, el parto provoca cierto daño en el suelo pélvico, ya que las paredes vaginales se ensanchan hasta permitir el paso del bebé. Para escoger la mejor copa que se adapte a cada una, hay que valorar cuál es el estado de la musculatura del suelo pélvico: si está reforzado (si se han practicado ejercicios para fortalecer la zona) o si sufre alguna secuela, como desgarre o prolapso o algún tipo de incontinencia urinaria.
Junto con la copa menstrual, que puede ser de distintos tamaños, colores y acabados, la industria ha desarrollado productos para su limpieza y mantenimiento, como toallitas compactadas para su limpieza, reservorios que permiten esterilizarla en el microondas y pastillas esterilizadoras en agua fría en solo 15 minutos, entre otros.
Una mujer puede llegar a usar alrededor de 10.000-11.500 compresas o tampones a lo largo de su vida. Por ello, optar por la copa menstrual resulta mucho más económico (aun siendo un producto de primera necesidad, su IVA es del 10%). Y es ecológico, ya que se puede reutilizar entre 10 a 15 años, lo que supone una reducción de residuos importante. Residuos, por otra parte, que a menudo no siguen un proceso de eliminación adecuado.
Como describe el periodista Alex Fernández Muerza, por el daño que causa en el medio ambiente, hay que evitar tirar por el váter, además de los tampones y compresas, otros productos de celulosa, como toallitas húmedas (mal publicitadas como desechables), pañales, algodones y preservativos; productos de limpieza, como lejía, amoniaco y ácido clorhídrico; fármacos y cosméticos; productos químicos, como pinturas y disolventes, productos con fosfatos, insecticidas y pesticidas; y grasas empleadas en la cocina (aceite utilizado) o en automoción, entre otros. Algunos de ellos, aunque sean productos biodegradables como las toallitas, provocan un gran gasto económico por el consumo de energía que precisa su proceso de depuración.