Hasta hace poco, la prescripción de plantillas y calzados ortopédicos era habitual en todos los niños con pies planos. Pero un estudio más profundo ha permitido saber que, en la gran mayoría de los casos, esta condición se corrige de manera espontánea durante el desarrollo, de modo que no es necesario ningún tratamiento. Este artículo explica cuándo hay que tomar medidas contra el pie plano, qué tipos de pies planos hay y cómo se trata cuando hace falta. También enumera algunas recomendaciones generales para niños con esta característica en sus pies.
Pie plano, ¿cuándo hay que tomar medidas?
El pie plano es una característica muy común en los niños. Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), hasta el 42% de los menores de entre los tres y cinco años tienen pies planos, un porcentaje que se reduce a un 6% entre los adolescentes. Como su nombre indica, el pie plano es «la ausencia o disminución del arco que existe durante el apoyo en la planta del pie entre el primer dedo y el talón». Hasta hace unos años, se veía como un problema desde los primeros años de vida. Pero la visión al respecto ha cambiado y solo se considera un problema en algunos casos puntuales.
El arco plantar comienza a formarse alrededor del año de vida del bebé, que es cuando por lo general comienza a andar. Antes de eso, «los pies del recién nacido tienen una almohadilla grasa en la planta que les confiere un aspecto gordito y aplanado», según explica la ‘Guía práctica para padres desde el nacimiento hasta los 3 años‘, editada por la AEP. Pero la formación del arco se toma su tiempo: se produce hasta los seis años de edad, aunque en algunos niños se extiende incluso hasta los 10.
En la gran mayoría de los menores, el pie plano -es decir, el retraso en la formación del arco plantar- no representa ningún problema y, por lo tanto, no requiere de tratamiento alguno. El pediatra que lo atienda así podrá confirmarlo. Solo si el niño expresa dolor o si se advierte que camina de forma anormal, se tornará necesario evaluar la cuestión con mayor profundidad y determinar si hace falta tomar alguna medida.
Tipos de pie plano
Del total de casos de pies planos, 9 de cada 10 forman parte de lo que se llama pie plano flexible. Son aquellos que «presentan recuperabilidad morfológica, tanto activa como pasivamente», según un artículo de Jesús Muñoz, especialista del Departamento de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, de Madrid. La forma más simple de comprobar su existencia es observar el pie del pequeño cuando se pone de puntillas: si aparece un arco que antes no existía y cambia la posición del talón («de estar volteado hacia afuera a estar hacia adentro», explica la AEP), es muy probable que se trate de un pie plano flexible.
Entre los pies planos flexibles, se deben diferenciar los que se deben a un tendón de Aquiles corto de los que no. Cuando hay un talón de Aquiles más corto de lo normal, las molestias son más frecuentes. Los pediatras recomiendan entonces la realización de fisioterapia de estiramiento. En los casos en que el talón de Aquiles tiene una longitud normal, en general no precisan de ningún tratamiento.
El tipo minoritario y más complejo de pie plano es el que no cambia cuando el niño se pone de puntillas. El pie plano rígido «se asocia con más frecuencia a dolor y limitación de la movilidad», apunta la AEP, y no es susceptible de modificación pasiva, por lo que necesita tratamiento. ¿Por qué se produce? En general, por «la formación de puentes entre los huesos que hay en el talón, lo que impide que este se mueva con normalidad».
Un tercer grupo de pies planos es el correspondiente a causas neurológicas que, en palabras de Muñoz, «se presentan secundariamente a desequilibrios neuromusculares graves», cuyo origen está en la espina bífida y la parálisis cerebral.
Tratamiento del pie plano
No ha pasado mucho tiempo de la época en que indicar el uso de plantillas y calzados ortopédicos para niños con pies planos era habitual. Eso ha cambiado y hoy esos tratamiento se reservan para una minoría a la que el pie plano representa un problema. Esto es fruto, como indica la AEP, de «un conocimiento más profundo del pie plano y de su evolución natural».
Cuando el pequeño sufre dolor, camina de forma anormal o se cae con frecuencia, los especialistas que lo evalúen han de considerar el tipo de tratamiento que debe seguir. Si el tendón de Aquiles es corto, se aplicará fisioterapia de estiramiento y se realizará un seguimiento cercano de la evolución del menor. Cuando el tendón de Aquiles tiene la longitud normal, se prescriben plantillas blandas de descarga para corregir la posición del talón y levantar el arco plantar. En ningún caso estas plantillas se deben implementar antes de que el niño tenga cuatro años de edad, ni mucho menos emplear botas rígidas que impidan el libre movimiento del tobillo, aunque sí se sugiere que sea rígido el contrafuerte del calzado.
En cualquier caso, también es importante hacer pruebas para corroborar que esos dolores o anormalidades al andar se deben solo al pie plano y no a otras causas ortopédicas que también puedan existir. En los pocos casos en que las plantillas no logran solucionar el problema, se recurre a la intervención quirúrgica.
Si bien en la mayoría de los casos el pie plano flexible se corrige de manera espontánea a través del propio desarrollo del menor, hay una serie de recomendaciones para favorecer ese proceso. Son las siguientes:
- Controlar el sobrepeso en los niños, ya que se asocia con una mayor frecuencia del llamado pie plano laxo, el más frecuente entre las formas flexibles de esta condición. Para tal fin, los especialistas aconsejan que el pequeño se nutra con una dieta equilibrada y practique al menos una hora diaria de actividad física moderada o alta.
- Realizar ejercicios sencillos, como pararse de puntillas o sobre sus talones o coger objetos con los dedos de los pies. Se pueden inventar juegos que planteen para los niños estos desafíos.
- Caminar descalzos sobre superficies irregulares, como el césped o la arena de la playa.
- Uso de un calzado adecuado, que posea un contrafuerte rígido, permita libertad de movimientos al tobillo, tenga una puntera redondeada y que dé libertad a los dedos, que sea flexible y antideslizante y que proteja y abrigue el pie sin aprisionarlo ni aislarlo.