Las alteraciones de la glándula tiroides son una consulta habitual en Atención Primaria. Afectan a cualquier edad, pero más a las mujeres. El yodo que se consume a través de la dieta juega un papel fundamental en la producción de las hormonas tiroideas que, a su vez, son clave en el metabolismo. Por ello, un déficit o un exceso de yodo a través de la alimentación pueden tener consecuencias sobre la salud. En este artículo se explica cómo determinados alimentos pueden desajustar el funcionamiento de la glándula tiroides y cuáles son sus efectos.
Las alteraciones de la glándula tiroides constituyen un trastorno muy común que se atiende en las consultas de Atención Primaria. Afectan a cualquier edad y, sobre todo, a las mujeres. Como sus manifestaciones clínicas son poco concretas y van apareciendo poco a poco, a menudo el diagnóstico tarda en llegar y, a veces, se obtiene manera causal.
La glándula tiroides participa en la producción de las hormonas tiroxina (o T4) y triyodotironina (o T3). Ambas tienen un papel clave en el metabolismo. Por eso, cuando hay una alteración en la secreción de estas hormonas se ven afectados otros sistemas del organismo.
A pesar de que la sal yodada es una buena opción para asegurarse la ingesta óptima, hay que ser precavidos con su consumoEl yodo es fundamental en la síntesis de las hormonas tiroideas. Sin embargo, el cuerpo no puede fabricarlo y lo obtiene de la alimentación. Las necesidades diarias oscilan en torno a los 200 microgramos; en menor cantidad, los menores de 13 años (de 100 a 200); y entre 230 y 260, las mujeres embarazadas y lactantes.
Pero, ¿dónde se encuentra este mineral? Pues, básicamente, está en la superficie de la tierra, de donde lo absorben los vegetales, pero también en el mar (pescado, marisco y algas), aunque es habitual hallar productos elaborados por la industria alimentaria enriquecidos con yodo, como leche, cereales o sal, entre otros.
Consecuencias de la falta de yodo
El déficit de yodo en la dieta es característico de áreas que tienen suelos de cultivos con bajo contenido en este elemento. Esta deficiencia puede causar bocio o hipotiroidismo. Sin el yodo suficiente, las células tiroideas y la glándula tiroides aumentan de tamaño.
A nivel mundial, datos de la Organización Mundial de la Salud señalan que el 40% de la población está en riesgo de presentar deficiencia de yodo. Ello constituye una importante amenaza para la salud, sobre todo en niños en edad preescolar -a quienes causa problemas en el desarrollo mental- y mujeres embarazadas. En España, alrededor del 40% de las gestantes consumen menos cantidad de yodo del que sería recomendable.
Los síntomas más habituales de hipotiroidismo son: fatiga, estreñimiento, piel seca, intolerancia al frío, aumento de peso, apatía, mala memoria… Sin embargo, ante un déficit crónico, la falta de yodo en el organismo puede provocar diversos trastornos, como cretinismo, coeficiente intelectual menor, hipoacusia, etc.
Demasiado yodo
En el otro extremo, está el exceso de yodo, que suele ser secundario a la ingesta de complementos con yodo, determinados medicamentos (como jarabes expectorantes o agentes antiarrítmicos) y por el consumo excesivo de algas con gran contenido en yodo.
Un exceso en la ingesta diaria superior a los niveles de seguridad puede originar una disfunción tiroidea: inhibir la síntesis de hormonas tiroideas, como ocurre en la deficiencia, o producir hipertiroidismo. En el hipertiroidismo -provocado por una sobreestimulación de la glándula tiroides- se produce mayor cantidad de hormonas de las necesarias. El exceso de hormona tiroidea puede causar pérdida de peso y de masa muscular, entre otros.
A pesar de que la sal yodada es una buena opción para asegurarse la ingesta óptima, hay que ser precavidos y evitar que conduzca a un consumo excesivo de sal, que contribuya a la hipertensión, un conocido factor cardiovascular.