Cada cierto tiempo llegan noticias y se escucha en distintos medios que hay que huir de ciertos productos, ingredientes o incluso nutrientes. Debido a este caos informativo, en ocasiones se pueden mezclar términos que no tienen nada que ver entre sí, aunque tengan terminologías parecidas. Es el caso de las grasas trans y los alimentos transgénicos, dos expresiones del mundo de la alimentación que son muy diferentes y que han llevado a confusiones tales como hablar de “grasas transgénicas” o de “organismos trans”. A continuación se explica qué son los transgénicos y las grasas trans y cómo aparecen en el etiquetado.
¿Qué son grasas trans?
Las grasas trans reciben su nombre por un tipo de enlace que poseen en su estructura: los enlaces «trans». Por lo general, las grasas trans son creadas en procesos industriales, pero también existen en pequeña cantidad en la naturaleza. Aun así, cuando se habla de «grasas trans en los alimentos», la expresión por lo general se refiere a las que se encuentran en alimentos ultraprocesados.
Las grasas trans surgen al hidrogenar diferentes grasas vegetales. De esta manera, se consigue que los aceites vegetales (líquidos a temperatura ambiente) cambien su composición y se conviertan en sólidos. Se recurre a este proceso porque la industria alimentaria obtiene finalmente un producto barato, que da una textura y una consistencia «deseada» a ciertos productos como bollería, galletas o platos precocinados. El mayor problema es que por sí mismas constituyen uno de los nutrientes más perjudiciales para el riesgo cardiovascular.
¿Cómo se etiquetan las grasas trans?
Para encontrar las grasas trans se debe ir al listado de ingredientes, dado que no es obligatorio desglosar este dato en la tabla de composición nutricional. Para identificarlas hay que comprobar si están en el listado los términos «grasas hidrogenadas» o «grasas parcialmente hidrogenadas». Esta terminología añade, además, confusión: los consumidores tienen que aprender su significado, dado que no aparece en ningún momento la expresión «grasas trans».
En Europa, solo algunos países han desarrollado una legislación que obliga a limitar la cantidad de grasa trans utilizada en todos los productos (alrededor del 2%). También hay algunos supermercados que sí las han eliminado de sus productos de manera voluntaria, pero no es obligatorio ni siquiera indicarlas. Este es, en la actualidad, uno de los mayores errores de nuestra legislación alimentaria, donde es incomprensible que se tengan que señalar el número de grasas saturadas que contiene un producto, pero no de grasas trans.
¿Qué es un alimento transgénico?
Los alimentos transgénicos se obtienen alterando el material genético de un ser vivo para que obtenga unas características deseadas. Este es el motivo por el que a los transgénicos también se les llama «organismos modificados genéticamente». Son, por tanto, alimentos que están diseñados para que puedan cumplir unos requisitos concretos de otras especies y así obtener resultados como resistencia a sequías, plagas o características nutricionales concretas.
Su producción está regulada por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), entidad que evalúa y controla que los transgénicos sean seguros y no supongan ningún daño. La controversia que rodea a estos alimentos no se debe a si son o no peligrosos para el organismo, dado que se sabe que los transgénicos son productos seguros.
Los debates y críticas se generan en torno a otros criterios, como el impacto socio-económico o los modelos de producción que implican. La legislación europea tiene también algunas incoherencias en este sentido, dado que los países que pueden restringir la producción de alimentos transgénicos permiten, en cambio, su importación y comercialización.
¿Cómo se etiquetan los alimentos transgénicos?
A diferencia de lo que muchas entidades denuncian, en España no se consume casi comida transgénica, dado que apenas hay oferta de productos con organismos modificados genéticamente. El motivo principal es la mala imagen o la desconfianza que suscitan entre la población.
Etiquetar el producto como transgénico es obligatorio, siempre y cuando contenga un ingrediente transgénico por encima del 0,9% de la composición de ese alimento.
El consumo de transgénicos en nuestro entorno está orientado principalmente a piensos para animales. Casi la totalidad del pienso con el que se alimenta el ganado contiene transgénicos.
En suma, los productos transgénicos y las grasas trans son términos dietéticos muy distintos y, aunque ambas opciones están rodeadas de polémica, el motivo es por completo diferente.