Ser celiaco modifica la cesta de la compra e incrementa su precio. España no es la excepción. En nuestro país, el gasto medio en alimentos específicos sin gluten -esto es, productos elaborados especialmente para las personas celiacas- ronda los 1.620 euros anuales, casi tres veces más de lo que cuestan esos mismos alimentos, pero en versión normal. A continuación se exponen las situaciones más comunes que se presentan cada día a los celiacos y la manera de afrontarlas.
El sobreprecio de la cesta de la compra es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las personas que siguen una dieta sin gluten. Afecta, en particular, a las que son celiacas o padecen intolerancia al gluten, porque no tienen elección: para ellas, la única manera de estar sanas es evitar consumir esta proteína vegetal, que está presente en infinidad de alimentos procesados. Así, además de adquirir alimentos genéricos que originalmente no contienen gluten -como la carne, la leche, las frutas, las verduras o los huevos-, tienen que prestar especial atención a los que sí podrían contenerlo. Y, casi siempre, pagar un plus por aquellos elaborados específicamente para este colectivo.
«Los precios actuales de los productos específicos son muy altos, aunque han disminuido en los últimos años», matiza el presidente de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España, Jon Zabala. En el último informe realizado por FACE y publicado este año, la institución concluye que la cesta de la compra de una persona con celiaquía es 1.030 euros más cara.
Cuidar siempre lo que se come
Ser celiaco condiciona muchos aspectos de la vida, no solo la compra en el supermercado. Cenar fuera de casa, por ejemplo, es un plan con limitaciones, si bien Zabala destaca que ha habido mejoras sustanciales en este aspecto. «Nuestro departamento de Restauración, dentro del ‘Programa FACE Restauración Sin Gluten/Gluten Free‘, realiza un trabajo excelente, con la ayuda de las asociaciones y federaciones miembros de FACE, para mejorar la vida social del colectivo celiaco», subraya.
El proyecto consiste en verificar qué restaurantes ofrecen platos sin gluten, comprobar que sean realmente seguros e identificarlos con un logotipo para que las personas con celiaquía puedan reconocerlos con facilidad y comer tranquilas. La identificación de los locales se hace tras la firma de un convenio y después de supervisar cómo se elaboran los platos, qué formación tiene el personal y cómo son las instalaciones donde se prepara la comida.
Si no podemos acudir a un restaurante certificado, la FACE aconseja explicar siempre al camarero que somos celiacos, preguntar por el modo en que se preparan las cosas y acordar qué platos de la carta se pueden consumir. En la mayoría de las cartas hay platos libres de gluten que se pueden tomar sin problema, como las ensaladas, los pescados y las carnes a la plancha, las tortillas caseras, etc.
La preparación es, después de los alimentos en sí, el principal factor de riesgo para una persona celiaca. Un gesto tan cotidiano como cortar con el mismo cuchillo el pan normal y el pan sin gluten echa por tierra la inversión que se haya hecho en alimentos específicos. Por este motivo, si cocinamos nosotros, tendremos que ser cuidadosos con la manipulación de los alimentos y los utensilios de cocina. Limpiar bien con agua y jabón las superficies de trabajo, la vajilla, las sartenes y los cubiertos es imperativo.
Y si nos vamos de viaje, es importante recabar de antemano la información sobre los hoteles y restaurantes que ofrezcan gastronomía sin gluten. Si en el país que visitamos se habla otro idioma, conviene llevar por escrito, en el idioma local, en qué consiste la celiaquía, qué cosas podemos comer y cuáles no, como se muestra en este apartado de la web de la FACE.