De soja, de arroz, de coco… Hace tiempo que las bebidas vegetales se consumen con normalidad, aunque están lejos de alcanzar el estatus nutricional de la auténtica leche. No pueden ni compartir denominación. El Tribunal de la Unión Europea dictaminó el año pasado que la palabra «leche» solo es aplicable a los productos de origen animal. El resto, las bebidas de soja, avena, arroz o almendra, han pasado a llamarse eso, «bebidas». A continuación se abordan las diferencias entre la leche y las bebidas vegetales.
«La leche no tiene sustituto», afirma, taxativo, el doctor Antonio Villarino, presidente de la Sociedad de Dietética y Ciencias de la Alimentación. Aunque este alimento contiene grasa saturada y más sal que las bebidas vegetales, también tiene nutrientes que la hacen imprescindible, «como proteínas, aminoácidos, vitaminas y el famoso calcio, tan saludable para los huesos, la contracción muscular o el funcionamiento del corazón», añade el nutricionista Álvaro Sánchez. Los expertos tienen bastante claro que la leche de vaca resulta beneficiosa para el organismo y, sin embargo, su consumo ha descendido un 4 % en el último lustro en España. Hace una década, mantras como que «el ser humano es el único animal que toma leche en la edad adulta» afectaron a su consumo.
A algunas bebidas vegetales se les incorporan algunos nutrientes que caracterizan a la leche de vaca. Es el caso del calcio. Pero las proporciones son menores y tiene una peor absorción. «El calcio es un compuesto inorgánico. Le cuesta atravesar las paredes del intestino», explica el doctor Antonio Villarino. El que está presente de manera natural en la leche lo tiene más fácil que el que se agrega a las bebidas vegetales para enriquecerlas. También la proteína es de mejor calidad. Aunque la bebida de soja tiene una cantidad proteínica razonable, no puede compararse con los lácteos.
Bebidas vegetales: no todas son iguales entre sí
El proceso de elaboración de las bebidas vegetales es sencillo. Se remoja el grano, se muele y se cuela. El líquido resultante, blanquecino, dista mucho de ser un zumo «como sí sucede con el aceite virgen extra y la aceituna». Casi todo es agua y en la elaboración se pierde la fibra, que sacia mucho, algo siempre en boca de los nutricionistas. «La bebida es más básica que el grano del que procede», advierte Sánchez. Tiene menos minerales, antioxidantes, vitaminas y grasas buenas.
Al comparar la leche con las bebidas vegetales se tiende a englobar a estas últimas bajo la misma categoría. No obstante, hay grandes diferencias entre ellas. Una de arroz se digiere muy bien y, aunque calórica, es recomendable para las intolerancias. La de soja contiene isoflavonas, con alto poder antioxidante. La obtenida a partir de almendra es rica en potasio y magnesio.
Y con respecto a la de coco, conviene distinguir entre tres propuestas bien distintas: la que se emplea en la cocina asiática para preparar curris, espesa, grasa y de importación «mantiene la palabra leche en inglés o francés»; la bebida de coco, que compite con las anteriores; o el agua de coco, casi un refresco y convertida en el elixir de los famosos.
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