La dieta de las mujeres embarazadas presenta desequilibrios nutricionales. Según los últimos datos disponibles, la mitad de las gestantes no alcanza a cubrir las cantidades recomendadas de ácido fólico, yodo, calcio, hierro y vitamina D, unos nutrientes fundamentales para asegurar un correcto desarrollo del feto. Así lo recoge un informe elaborado de manera conjunta por la Fundación Española de Nutrición (FEN), la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT) y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). El documento, que se acaba de presentar, apunta también que la leche puede ser un alimento clave para asegurar la ingesta de estos nutrientes. Hoy, en el Día Internacional de la Leche, reseñamos las principales conclusiones del informe y la opinión de sus autores.
España, siglo XXI: la alimentación de las mujeres embarazadas presenta déficits importantes. No es un caso ni son dos: ocurre la mitad de las veces. A día de hoy, el 45 % de las gestantes no toma suficientes frutas y verduras, el 50 % no alcanza las recomendaciones de consumo de leche y de pescado y el 70 % no come la cantidad necesaria de cereales ni de legumbres. Las legumbres, sobre todo, son las principales ausentes de su dieta.
Los datos se desprenden del informe ‘La leche como vehículo de salud para la población’, que este año se centra en las mujeres embarazadas y que ha sido elaborado por expertos en nutrición y en ginecología y obstetricia. Tras recopilar la información más actualizada sobre el tema, los resultados son preocupantes. Las cifras se traducen en que 5 de cada 10 mujeres gestantes no cubren con su alimentación las necesidades básicas de ácido fólico, yodo, hierro, calcio, vitamina D y omega 3, unos nutrientes fundamentales para la salud y el crecimiento del feto.
Mala dieta en el embarazo: un problema con varias causas
¿Por qué sucede esto? «Las mujeres embarazadas vienen a la consulta con el objetivo de hacer las cosas bien y están motivadas para ello. Sin embargo, las alteraciones hormonales de esta etapa cambian las apetencias y no siempre es sencillo seguir todas las pautas nutricionales», explica la doctora María Jesús Cancelo, secretaria general de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). «Hay que tener en cuenta que cambian los hábitos y que las mujeres embarazadas tienen vida social: si los amigos piden unas patatas fritas, querrán comer lo mismo que el resto. También influyen los mitos sobre la alimentación en el embarazo», añade la especialista y coautora del informe.
En efecto, los mitos abundan. En ocasiones, una vecina, una amiga o una tía tienen más crédito que una profesional sanitaria. Y los mitos alimentarios -más en tiempos de falsas noticias- circulan por los medios y las redes sociales a sus anchas. Consejos, como que hay que comer por dos o que hay que hacer caso a los antojos para evitar que el bebé nazca con marcas en la piel, todavía tienen recorrido, si no como creencia, como justificación de los desequilibrios de la dieta.
«El modelo alimentario de una persona, en este caso, de una mujer embarazada, está relacionado con su entorno, con las apetencias y con las posibilidades económicas«, apunta Gregorio Varela Moreiras, presidente de la Fundación Española de Nutrición (FEN). Es decir, llevar una dieta saludable no solo depende de la voluntad individual, de querer hacerlo, sino de muchos otros factores, como tener acceso a buenos alimentos, poder comprarlos, saber prepararlos, integrarlos en el día a día o disponer de información contrastada sobre salud y nutrición.
Educación nutricional, complementos y leche en el embarazo
Para los autores del informe, entre quienes también se encuentra el presidente de la Fundación Iberoamericana de Nutrición (FINUT), Ángel Gil, «la educación alimentaria-nutricional es fundamental». Pero la educación es una carrera de fondo que lleva su tiempo, y el embarazo es un periodo limitado en el que es preciso cubrir unas necesidades nutricionales específicas mientras se corre contra el reloj. De ahí que, en la consulta, los médicos se interesen por la dieta de las mujeres gestantes y recomienden con frecuencia tomar complementos de ácido fólico, hierro o vitamina D, entre otros.
La leche, según los expertos, puede desempeñar un papel muy importante en la mejora de esta situación. Por un lado, porque es interesante como alimento en sí mismo. Y, por otro, porque puede actuar como vehículo de nutrientes añadidos, como el omega 3 o el hierro. «La leche y los lácteos tienen un papel insustituible en la dieta de la embarazada debido a su alta calidad nutricional, ya que aportan, entre otros nutrientes, proteínas de alto valor biológico, calcio, vitamina D y vitaminas del grupo B», señalan los autores, quienes añaden que, «por sus características fisicoquímicas y su facilidad y frecuencia de consumo, es un vehículo ideal para el enriquecimiento y la fortificación de la dieta con determinados nutrientes».
Pero ¿por qué fortificar los lácteos y no otros alimentos? «Porque no todo vale», responde Gregorio Varela. Para el catedrático de Nutrición y Bromatología, no tiene sentido añadirle nutrientes a una pieza de fruta, por ejemplo, sino que la fortificación de los alimentos debe hacerse «con sentido común, en una matriz alimentaria adecuada». Los lácteos cumplen con ese requisito ya que, como apostilla Ángel Gil, «tienen unas características especiales: son una solución micelar, un líquido biológico complejo, y también una emulsión». Por ello, además de ser un buen vehículo de nutrientes añadidos, «la leche, en sí misma, es un producto rico en micro y macro nutrientes. Un vaso de 250 ml contiene el 40 % del calcio que se necesita en un día», agrega este catedrático de Bioquímica y Biología Molecular.
Una de las principales conclusiones del informe es que «el consumo de lácteos convencionales mejora el estado nutricional de la mujer gestante y tiene también efectos beneficiosos sobre el crecimiento fetal y sobre algunos marcadores de salud, tanto en las madres como en sus hijos». Ahora bien, ¿todos los lácteos son beneficiosos por igual? Gregorio Varela contesta que no. «Cuando hablamos de lácteos, hablamos de leche, yogur y queso; no de postres lácteos azucarados. Las natillas están muy ricas y podemos disfrutarlas de manera ocasional, desde luego, pero no a diario, como la leche», compara.