Hay casi tanta variedad de dietas como de alimentos. Conocemos unas cuantas a través de las personas famosas, las revistas del corazón, los libros y la publicidad, que muchas veces promueven métodos poco fiables para perder el peso con rapidez. Las llamadas «dietas milagro» carecen de algunas sustancias necesarias para estar sanos y tienen exceso de otras que pueden suponer un peligro para la salud. Las dietas extremas y no aptas son muchas más de las que cabría imaginar y llegan a propuestas tan descabelladas como beber agua de mar o combinar el ayuno y el café. A continuación, repasamos tres de ellas a las que se recomienda no acercarse, ni siquiera a modo de prueba.
1. Dieta detox
En medicina se entiende que desintoxicar es el proceso que permite eliminar sustancias nocivas del organismo, como los narcóticos. No obstante, para la medicina alternativa, las toxinas son algo más metafísico e inasible y, en el caso de las dietas desintoxicantes, si para algo sirven es para perder dinero, como alertó un estudio de la Universidad RMIT (Australia) en 2007. Muchas de ellas se basan en comprar carísimos complementos dietéticos o en hacer caso a falsos gurús que cobran un dineral por sus infundados consejos, tal y como detalla una revisión que se publicó en 2012 en British Medical Bulletin.
Estos regímenes, además, nos alejan de una dieta saludable, nos hacen confiar en terapias alternativas dudosas (como advirtió un estudio de International Journal of Health Sciences), pueden provocar problemas de colon y promueven el consumo de vitaminas o suplementos cuyos resultados, en la mayoría de los casos, son «decepcionantes», según una investigación de la Agency for Healthcare Research and Quality de Estados Unidos.
2. Dietas con nombre (o apellido)
Las dietas Dukan y Atkins se caracterizan por un consumo de proteínas muy elevado. La principal diferencia entre ambas es que la Dukan reduce al mínimo la ingesta de hidratos de carbono (pan, pasta, arroz, etc.), mientras que la Atkins no es tan estricta en dicha restricción. Sus promotores aseguran que estas dietas obligan al organismo a consumir sus propias reservas (primero de glúcidos y más tarde de lípidos) y a eliminar el exceso de proteínas sobrantes, lo que en teoría adelgaza.
Sin embargo, la pérdida de peso inicial se debe sobre todo a la pérdida de líquido, ya que con ese tipo de dietas se hace trabajar más al riñón (para deshacerse del exceso de proteínas), produciendo mayor cantidad de orina. De forma prolongada, la ingesta elevada de alimentos de origen animal, con alto aporte de grasas saturadas, genera problemas cardiovasculares. Además, ese exceso de proteínas continuo en el tiempo sobrecarga el hígado y el riñón, altera el metabolismo hidroeléctrico, el metabolismo óseo y las funciones renales y endocrinas y puede derivar en osteoporosis, depresión e, incluso, ataques de gota.
3. La dieta del único alimento
No es infrecuente encontrar dietas basadas en un solo alimento, con el señuelo de que es una pauta sencilla de seguir. Desde un punto de vista dietético, resulta irracional e inexplicable. Propuestas como la dieta de la piña o la dieta de la alcachofa se llaman así cuando podrían haberse llamado «la dieta de la fruta» o «la dieta de las verduras». Se centran en productos concretos basándose en su presunta función «especial» o propiedades «purificadoras», «depurativas», «quemagrasas» o «eliminadoras de líquidos»; palabrería pseudocientífica que no describe ningún proceso real. Sus promotores enfatizan la ausencia de ciertos elementos o propiedades: que son bajos en calorías o apenas tienen grasa. Pero un estudio de American Journal of Medicine, publicado en 2016, advierte de que las dietas bajas en grasas son las peores para adelgazar.
Más allá de la restricción calórica, que suele ser excesiva, resulta más preocupante el hecho de que es imposible ingerir todos los nutrientes y la energía que se necesita a partir de uno o unos pocos alimentos, lo que hace que seguir estas dietas sea una irresponsabilidad. Conllevan la ausencia casi total de proteína y grasa (en el caso de pautas que solo añaden fruta y verdura) o una ingesta mínima de micronutrientes, ya que no hay un aporte de minerales y vitaminas suficientes. Inculcan la idea errónea de que se puede adelgazar de forma sana y rápida o de que hacerlo no implica ninguna clase de planificación, establecimiento de objetivos o una pauta personalizada.