En el desayuno, en la merienda, durante un viaje en coche o como recurso exprés para picar a media tarde. Las galletas están presentes de muchas maneras en nuestra vida cotidiana. No solo las utilizamos para acompañar postres, combinar con helados o hacer tartas de cumpleaños -que también-, sino que forman parte de nuestra alimentación habitual. Cada uno de nosotros come, de media, casi seis kilos al año. ¿Esto es mucho o es poco? A tenor de su composición nutricional y de las recomendaciones de los expertos, es demasiado, ya que las galletas deberían ocupar un lugar muy ocasional en la dieta y reducido en nuestros armarios.
Sin embargo, su presencia es más que notable. Este producto está íntimamente ligado a una gran variedad de rutinas e, incluso, a nuestro imaginario, donde un vaso de leche tibia acompañado con galletas es un pensamiento reconfortante y placentero. Pero ¿es sano? ¿Qué le aportan las galletas a nuestro organismo? ¿Son todas iguales? En EROSKI CONSUMER nos hemos hecho estas y otras preguntas para descubrir qué contienen, en qué cantidades y de qué modo se presentan a los consumidores. Porque, si bien todos los ingredientes deben estar detallados en el paquete, en realidad no todos se enseñan de la misma manera: mientras algunos, como la fibra, se destacan; a otros, como las grasas, no es tan sencillo encontrarlos.
15 marcas de galletas, a examen
En nuestro número de octubre publicamos una completa investigación sobre las 15 galletas más frecuentes en la cesta de la compra. El abanico de gustos es amplio: va desde las sencillas María hasta las rellenas, como las Oreo, pasando por las estilo digestive, las que aseguran tener 0 % de azúcares añadidos y las que están dirigidas específicamente al público infantil, como las Dinosaurus. ¿Y qué hemos descubierto? Que todas ellas son muy calóricas (incluidas las que no contienen azúcares), que aportan importantes cantidades de grasas, de azúcar y también de sal (aunque no se note). Cuando las comemos, es muy fácil excederse de los límites diarios recomendados de estos nutrientes.
En 50 gramos de estas galletas hay más de 200 Kcal. Y aunque la cifra varía bastante entre las que tienen más y las que tienen menos, conviene recordar este dato: la mayoría de las muestras analizadas suman más calorías que un plátano y 50 g de pan. ¿De dónde procede tanta energía? De las grasas, del azúcar o de ambos ingredientes combinados.
Grasas y azúcar en las galletas
Las grasas son una de las fuentes calóricas más importantes y, a pesar de su mala fama, son indispensables para nuestro cuerpo. Eso sí, no todas las grasas son iguales. Las hay mejores y peores y, en el mundo de las galletas, estas últimas son las que más abundan. Algunas de las marcas analizadas contienen una cantidad notable de este nutriente: casi la cuarta parte son grasas. ¿Es mucho o es poco? Pensémoslo en gramos. Si en una ración de estas galletas hay 12 g de grasa y el límite diario recomendado de grasas saturadas está en los 20 g (algo menos para los niños), será muy fácil sobrepasar ese tope si estos productos están presentes en nuestra dieta de manera habitual.
El azúcar es otro ingrediente crucial; el protagonista de las galletas. Prueba de ello es su posición en el segundo y tercer puesto en la lista de ingredientes de todas las marcas. Además, puede adoptar diferentes nombres: glucosa, jarabe de glucosa, miel, sirope, azúcar de caña, miel de caña, azúcar moreno, panela, concentrados de zumos de frutas, néctar… Cada vez que leamos alguna de estas expresiones, estaremos leyendo azúcar. La cantidad total de este ingrediente la encontramos en la tabla de composición nutricional. Y, aunque hay grandes diferencias entre las distintas marcas, en casi todas es elevada y en algunas es sorprendente. ¿Cómo de sorprendente? En nuestro análisis hemos encontrado casos en los que solo dos galletas suman 20 g de azúcar. Las recomendaciones oficiales para la ingesta de este nutriente es de 25 g al día como cantidad idónea al día, 50 g como máximo aceptable.
Fibra y sal en las galletas
Hay otros dos ingredientes a los que se debe prestar atención: la fibra y la sal. El primero es bueno y deseable y, por ello, fácil de detectar: casi todos los productos que contienen fibra lo destacan en sus envases. Con todo, la mejor manera de comprobar si un alimento es integral de verdad consiste en leer la lista de ingredientes: lo será si la mayor parte de la harina es integral de trigo (u otro cereal) o harina de trigo (u otro cereal) de grano entero.
Menos fácil de detectar -e imaginar- es el contenido de sal, aunque está muy presente en las galletas. En la muestra analizada, el valor de esta sustancia oscila entre el 0,1 g y los 0,6 g por ración, cantidad que supera el 10 % de la ingesta diaria máxima de referencia. En general, la sal es más abundante en las galletas que han sido elaboradas con harinas integrales o sin azúcares. Es probable que la mayor presencia de fibra o la falta de azúcares (factores que afectan de forma negativa al sabor) quieran ser compensados por los fabricantes con la adición de una cantidad de sal superior a la del resto.
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