Existen muchos tipos de bayas o berries, pero cuando hablamos de frutos del bosque, no las incluimos a todas. Las fresas, por lo general, quedan fuera del grupo. Y la razón es que se recogen antes, durante el verano. En cambio, sí cuentan ejemplares como las grosellas, que no son bayas. El motivo, de nuevo, es estacional: popularmente, los frutos del bosque son los que podemos recoger en un paseo por el monte en otoño. Los siguientes están entre los más conocidos en nuestro país, donde el cultivo y el consumo crecen año a año:
1. Arándanos
Un puñado de estos frutos nos aporta vitamina C, calcio, potasio y, sobre todo, fibra, pues los arándanos tienen la misma cantidad de fibra que el pan blanco tostado. Sus abundantes pigmentos naturales (como los antiocianos y los carotenoides) no solo les proporcionan ese color azul oscuro tan intenso; también tienen acción antioxidante, muy buena para nuestro cuerpo.
- Consejos para elegir: observe el color y la textura. Los arándanos deben ser de un tono azul intenso y brillante, firmes al tacto y sin cortes ni magulladuras. Descarte los frutos húmedos o blandos y, también, los que estén inmaduros, ya que no maduran una vez recolectados.
2. Moras
De todos los frutos del bosque, las moras son las más ricas en calcio y vitamina A, muy importante para la salud de los ojos. Sin embargo, las moras destacan por poseer una elevada acción antioxidante. Nos protegen de los radicales libres (responsables del envejecimiento celular) y tienen cierto efecto antiinflamatorio.
- Consejos para elegir: el color y el aspecto de la superficie son las mejores guías. Deben ser brillantes, tersas y turgentes. Si no podemos tocarlas (por ejemplo, porque están envasadas), hay que evitar las cajitas donde se acumule el líquido de la fruta en el fondo, pues es señal de que han comenzado a estropearse.
3. Frambuesa
Su forma de racimo diminuto las asemeja a las moras, pero se diferencian en el color, la textura y el sabor; también en que tienen el doble de fibra y de potasio, un mineral muy importante para la actividad muscular. Las frambuesas, además, son muy ricas en ácido fólico, tan necesario durante el embarazo.
- Consejos para elegir: la consistencia es la clave. Conviene llevar a casa las frambuesas más resistentes a una ligera presión con los dedos, que estén secas y no tengan moho. Revíselas bien, ya que son las más delicadas de todo el grupo y se estropean con facilidad.
4. Grosella roja
Muy baja en calorías (apenas 27 kcal por cada 100 gramos), la grosella roja destaca por la cantidad de potasio y de fibra que contiene. Este pequeño fruto nos aporta tanta fibra como el muesli, más que el pan e, incluso, más que las galletas de tipo digestive. La fibra dietética, además de estar recomendada para prevenir el estreñimiento, ha demostrado ser eficaz para prevenir trastornos cardiovasculares e ictus.
- Consejos para elegir: ni muy duras, ni muy blandas; las mejores grosellas son las que están en su punto óptimo de maduración. Se reconocen, además de por el tacto, por un intenso color rojo y una superficie lisa, sin cortes y tan brillante que parece de cristal.
5. Grosella negra
La diferencia entre esta variedad de grosella y la roja no es solo una cuestión de color. La grosella negra es mucho más rica en vitamina A, tiene tanto potasio como los plátanos y el triple de vitamina C que las naranjas. Esta fruta refuerza nuestras defensas, reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y degenerativas y ayuda a prevenir la anemia.
- Consejos para elegir: debemos revisar que estén secas y que tengan una superficie lisa y brillante. El color ha de ser oscuro e intenso. Además, el olfato nos puede ayudar, ya que las grosellas negras, cuando están en su punto, desprenden un perfume dulzón muy fácil de percibir.
Si tiene vinagre, durarán más tiempo
Los frutos del bosque son muy frágiles: una vez que se recolectan, se deterioran con rapidez. Su principal amenaza es la humedad, que favorece la aparición del moho; así que es muy importante mantenerlos secos y frescos. Por esa razón, muchas veces se aconseja no lavarlos hasta el momento en que se quieran comer.
Sin embargo, hay un truco eficaz para aumentar su vida útil varios días y consiste, precisamente, en darles un baño de inmersión. Eso sí, hay que hacerlo en una mezcla de agua y vinagre (tres partes de agua y una de vinagre), en un recipiente y con mucha delicadeza. El ácido acético del vinagre eliminará la presencia de moho o de bacterias. Por último, debemos escurrir y secar bien los frutos antes de guardarlos en la nevera.