La tasa rosa describe cómo, ante dos productos iguales, los artículos que están destinados a niñas y mujeres se comercializan a un precio mayor que los que se dirigen a niños y hombres. Los datos más recientes recabados en nuestro país sugieren que no hay una diferencia tan significativa o sistemática como para afirmar que haya un impuesto de estas características. Sin embargo, que la práctica sea poco extendida en España no significa que no exista. Lo vemos en las siguientes líneas.
Un análisis realizado en establecimientos comerciales y sus webs en otoño de 2018 para la elaboración de este reportaje reveló que sí hay diferencias de precio que responden al concepto tasa rosa. No obstante, y como apuntan las investigaciones académicas, se constató que estos casos no son tan numerosos ni tan sencillos de encontrar como podría parecer: unas veces, porque los artículos para hombres y mujeres no están juntos en el mismo lineal; otras, porque cuesta dar con productos idénticos para que la comparación sea justa.
En algunos casos presentan ligeras diferencias de diseño o cambia el país de fabricación. También existen productos infantiles iguales pero con personajes de ficción de distintas firmas, que podrían cobrar por su uso patentes más baratas o más caras al fabricante. O ejemplos de artículos azules que cuestan más, sobre todo en moda. Resulta complicado sentenciar cuándo otras causas podrían explicar la diferencia de precio más allá del color del objeto o del género de sus potenciales compradores.
Con todo, hay ejemplos que escapan a estas justificaciones. Hemos encontrado productos que cumplen con la tasa rosa en un establecimiento, pero no en otro (en Carrefour, el cepillo de dientes eléctrico Phillips es casi 12 euros más caro en su versión rosa, mientras que en MediaMarkt se venden al mismo precio en rosa y en negro). Esto dificulta determinar quién o cómo decide esa diferencia.
Algunos ejemplos a pie de lineal
Plástico rosa: ¿es más caro de producir?
En la Europa del siglo XV, solo los reyes, los cardenales y los poderosos podían vestirse de rojo. Cuando los tintes se elaboraban a partir de pigmentos naturales, este color era uno de los más difíciles de conseguir, ya que para obtenerlo se necesitabanplantas que crecían en húmedas regiones de montaña o cuerpos deshidratados de determinados insectos hembra, como las cochinillas. La diferencia de precio entre los tejidos carmesí y el resto estaba en aquel tiempo más que justificada. Pero ¿qué sucede hoy?
Hace tiempo que las fábricas, la producción en cadena y los tintes sintéticos han abaratado y democratizado la creación de todos los colores. Aún así, una duda prevalece: en este nuevo contexto industrial, ¿continúa siendo más caro fabricar productos rosas? «Hasta donde yo sé, no», responde Ignacio Gil, profesor de Ergonomía en el Grado de Ingeniería Industrial y Desarrollo de Producto de la Universidad de Zaragoza. «Puede haber diferencias de precio sustanciales debido a texturas o acabados, como relieves, cromados o metalizados, pero no en cuanto a tonos», indica. De forma similar opina Antonio de Molina Rodríguez, responsable de ingeniería de la empresa Plastipak y miembro delColegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid. «A priorino habría argumentos que pudieran explicar un sobrecoste de precio entre dos objetos con funcionalidades idénticas y colores distintos, salvo que usar uno de ellos implicase realizar un cambio de aditivos en la producción habitual o se fabricase distinto volumen de unidades», señala.
Para ilustrarlo, pone el ejemplo de los tubos de plástico con los que se diseñan las botellas de agua Solán de Cabras. Habitualmente se producen en azul de forma masiva, pero periódicamente se necesitan en rosa para campañas puntuales de publicidad y marketing. «Ello implica cambiar la producción para introducir un colorante menos común, y por tanto más caro, así como mermas asociadas a la generación de recursos humanos o al restablecimiento de la producción estándar», describe, recordando que el proceso puede ser inverso y encarecer un artículo azul en lugar de uno rosa.
Por su parte, Gil sostiene que, antes de pronunciarse, conviene asegurarse de que comparamos objetos exactamente iguales. «Que una maquinilla de afeitar valga más o menos si va destinada a mujeres o a hombres puede deberse a que el tipo de piezas que necesita cada una de ellas sea distinto», aventura. No obstante, recomienda prudencia: «Los motivos por los que el precio de distintos modelos de un mismo producto puede fluctuar en el mercado son variados (criterios demarketing, aceptación, stock, reducción de oferta…), por lo que resulta difícil extraer conclusiones rotundas».