Su tamaño ya sugiere la delicadeza con la que mimaremos nuestro paladar. Pequeña (no suele superar los 100 gramos), muy tierna y sabrosa, la codorniz es un alimento que nuestro recetario ha sabido convertir en una auténtica delicia. En las siguientes líneas vemos cómo preparar esta ave, exponemos sus bondades nutricionales y destacamos sus preciados huevos.
Las maneras de preparar una codorniz se cuentan por decenas, aunque como mejor se aprovecha el potencial de su carne es guisándola. Luce con las salsas y es una protagonista muy agradecida, capaz de adaptarse a platos muy diferentes entre sí y de incorporar siempre los aromas y sabores de los ingredientes que la acompañan. Al cava, al ajillo, con ciruelas pasas, con chocolate o escabechadas, su fina carne se transforma en un manjar.
Además, presenta un buen número de bondades nutricionales. Muy rica en proteínas y en hierro, es una de las carnes blancas más magras y con menos calorías que podemos encontrar en el mercado. Eso sí, para mantener estas cualidades saludables será necesario elegir bien las guarniciones (dándole mayor presencia a las hortalizas, por ejemplo), cuidar las cantidades (sobre todo, con las salsas) y resistirse a la tentación de mojar el pan.
Otra de sus ventajas son su disponibilidad y su precio. Si bien la codorniz está íntimamente ligada a la tradición cinegética de nuestro país, en la actualidad existen granjas de cría que facilitan su consumo y abaratan el coste final de su carne y de sus huevos. Estos últimos, por cierto, tienen gran interés gastronómico y nutricional, pues son un alimento muy completo y saludable, ricos en proteínas de alto valor biológico, que también se pueden preparar de muchas maneras, desde cocidos hasta fritos, coronando aperitivos, canapés, pinchos, brochetas y tostas.