La muerte súbita en deportistas siempre genera alarma social. Y más en el caso de aficionados de corta edad. Y eso que fallecer por fallo del corazón no es un evento frecuente entre niños y adolescentes. La incidencia en menores de 35 años es de una por cada 40.000-50.000 personas, aunque los datos disponibles muestran que el 40 % de estos casos ocurren en menores de 18 años. Aun así, la muerte súbita cardiaca en adolescentes puede evitarse mediante prevención hasta en un 90 %. En las siguientes líneas vemos cómo.
Imagen: Phillip Kofler
Casi de uno de cada tres menores practica deporte al menos tres veces a la semana en nuestro país. Según el estudio ‘Hábitos deportivos de la población escolar en España’ (2015) que recoge el ‘Informe 2016 sobre Actividad Física en niños y adolescentes en España‘, el 26 % de los niños y las niñas de entre 10 y 11 años hace alguna actividad física de manera habitual; el porcentaje sube hasta los 29 puntos en el caso de los chavales de 12 y 13 años y uno más, hasta alcanzar el 30 %, entre los de 14 a 18 años. Sin embargo, esta buena costumbre también tiene sus riesgos en el caso de jóvenes con algunas cardiopatías, si no se toman las medidas de prevención oportunas.
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Muerte súbita en niños y adolescentes
La muerte súbita es el peligro más fatídico. Este fallecimiento inesperado y repentino de un niño aparentemente sano es más frecuente a partir de los 10-12 años y hay una cierta preferencia por los varones. Y puede ocurrir haciendo deporte, cualquiera. Pasa en los más practicados, como fútbol, baloncesto, ciclismo o atletismo, pero no hay estudios de identifiquen uno como de riesgo especial. No obstante, «el deporte no aumenta el riesgo de muerte súbita por sí mismo. Es muy sano y se debe practicar y animar a nuestros hijos a que lo practiquen. Solo incrementa el riesgo en aquellos niños con una cardiopatía potencialmente causante de muerte súbita que no ha sido diagnosticada y, por lo tanto, no tratada», comenta Alicia Maceira, especialista en cardiología en el grupo biomédico ASCIRES.En menores de 35 años, entre las causas más comunes de muerte súbita están las miocardiopatías (hipertrófica, arritmogénica, dilatada), las anomalías coronarias y las canalopatías. Muchas de estas cardiopatías no presentan síntomas, son silenciosas, sin embargo, la médica recomienda consultar con el pediatra o cardiólogo cuando, durante la actividad deportiva, se produzcan mareos, pérdidas de conocimiento, dolores torácicos puntuales o palpitaciones.
Y es que estas enfermedades del corazón que podrían desencadenar el letal fallo cardiaco están en uno de cada 300 jóvenes. Y el deporte, aun siendo salud, en estos casos resulta decisivo. «En pacientes con cardiopatía, la práctica habitual de actividad física multiplica por tres el riesgo de muerte súbita», puntualiza la cardióloga.Imagen: Ascires
Muerte súbita en niños y adolescentes: cómo prevenirla
Por eso resulta clave someterse a una simple revisión cardiológica, ya que «es capaz de detectar la mayor parte de las cardiopatías causantes de muerte súbita», reconoce la cardióloga. Luego, ya será el cardiólogo el que indique el tipo de deporte a practicar o contraindique la actividad deportiva.Esta sencilla medida preventiva está ahora al alcance de muchos de los chavales de nuestro país a través de Cardiopredict, un programa integral de prevención de muerte súbita diseñado para detectar anomalías cardiacas graves entre adolescentes y que se estima que puede prevenir hasta en un 90 % los fallecimientos provocados por estas patologías. Más de 1.200 estudiantes, de entre 15 y 16 años, de Madrid, la Comunidad Valenciana y Cataluña han participado en esta iniciativa, que pronto se podría extender a otras comunidades, como adelanta Alicia Maceira, su coordinadora. «La edad de 15 años es la más adecuada, porque el rendimiento diagnóstico de las pruebas básicas es mayor que en niños menores y, por tanto, podemos obtener información más precisa», señala.
El programa, encabezado por Fundación QUAES, especialistas pertenecientes a la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y el grupo biomédico ASCIRES y apoyado por la Asociación Española contra la Muerte Súbita José Durán, tiene una primera fase de sesiones informativas en centros escolares y clubes deportivos, para dar a conocer todo lo relacionado con la muerte súbita. Después, los padres y madres interesados autorizan a sus hijos a pasar revisiones gratuitas. «Registramos la historia familiar y personal del niño, al que realizamos una exploración física, un electrocardiograma y un ecocardiograma. Y, si tenemos sospecha de anomalía, pasamos a pruebas diagnósticas avanzadas, como la cardiorresonancia magnética o un test genético, también libres de coste», explica la doctora.
Solo el 23 % de los alumnos de esta primera edición se sometieron a las revisiones médicas, «lo que nos sugiere falta de concienciación general con esta patología», reconoce la cardióloga. Y de esos casi 300 jóvenes -más chicos que chicas-, en torno al 2,5 % mostraron algún tipo de anomalía. Las pruebas adicionales descartaron falsos indicios, pero también confirmaron cardiopatías no diagnosticadas y alteraciones genéticas que podrían ser significativas. «Hemos tenido varios hallazgos patológicos, con una incidencia similar a los estudios publicados», apunta.
El programa también imparte talleres prácticos de reanimación cardiopulmonar (RCP), en los que se explica a los jóvenes cómo hacer maniobras de reanimación y el uso básico de los desfibriladores.
Las enfermedades neurológicas también pueden estar detrás de una muerte súbita. Como recuerdan desde el portal Familia y Salud de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, algunos epilépticos pueden tener crisis desencadenadas por el ejercicio. Y aunque es muy raro, lo aconsejable es que estas personas no hagan deportes con alto riesgo de accidentes, como escalada, buceo o ciclismo. Además, también señalan que algunas malformaciones vasculares cerebrales pueden ocasionar muerte súbita con y sin ejercicio físico.
Mientras, para la diabetes o el asma no está contraindicado deporte alguno, pero también advierten que hay que valorar cada caso y tener a mano los medios de tratamiento adecuados.