Imagina que, de repente, los fines de semana se reducen a un solo día. Y que encima tienes que pasar varias horas pendiente del trabajo, como si fuera lunes. Se consideraría un retroceso social, una pésima noticia para la salud de los trabajadores e incluso para la economía porque, a la larga, implicaría un menor rendimiento por agotamiento de las plantillas. Pues bien, existe un porcentaje creciente de trabajadores que experimentan algo parecido en ese larguísimo fin de semana que llamamos vacaciones. Especialmente, las de verano, que en teoría se programan para el descanso físico y mental, o recuperar cuotas de vida personal y familiar tras un año laboral completo.
La desconexión digital, un derecho
Esa recarga de baterías ya se considera prioritaria en países como Francia. Y en España, la Ley de Protección de Datos aprobada en 2018 recoge el derecho a la desconexión digital, a poner en cuarentena el móvil de empresa o el correo corporativo cuando acaba la jornada. Mantenerse conectado significa seguir trabajando.
Pero ¿cómo está la situación en España? Adecco, consultora especializada en gestión de Recursos Humanos, acaba de publicar su III Encuesta sobre Desconectar del Trabajo en Vacaciones con una panorámica completa. Una de sus conclusiones es que por tercer año consecutivo vuelve a crecer el porcentaje (un 3 %) de trabajadores que no logra olvidarse del todo de sus funciones laborales. Porque siguen pensando en su actividad o directamente mantienen el contacto con compañeros, clientes, redes sociales o correos electrónicos. El móvil al lado de la crema solar funciona como una sucursal de la compañía.
«Es necesario que los trabajadores, las empresas y la sociedad en general entendamos la importancia de desconectar en periodos de vacaciones para poder continuar siendo eficientes en nuestro trabajo, sin renunciar a disfrutar de nuestro tiempo libre», explica Carlos Viladrich, director de Recursos Humanos del Grupo Adecco.
Distintos niveles de desconexión
Imagen: varuna
Según el estudio, realizado con encuestas a más de 700 empleados, el 39,3 % no alcanza ese objetivo, aunque en grados diferentes: el 31,1 % logra cierto nivel de desconexión mientras que el 8,2 % reconoce no conseguirlo en absoluto. Los datos revelan, además, diferencias importantes de perfil. Por ejemplo, que ese vínculo con el trabajo es mucho más fuerte en menores de 25 años (solo lo corta el 48,7 % de ese grupo de edad), mientras que casi la totalidad de mayores de 55 lo logran con mayor facilidad. Otra disparidad interesante, la de género: las mujeres toman más distancia que los hombres: 70,7 % frente a 58,1 %.
Las causas de que crezca el fenómeno también son diversas. Influye el uso cada vez más intenso y extenso de dispositivos y redes que por un lado aportan comodidad, flexibilidad y eficacia pero por otro «nos hacen dependientes del trabajo y nos impiden desconectar completamente«, añade Viladrich. También incide la tendencia a fraccionar las vacaciones: cada vez son menos frecuentes los periodos de al menos dos semanas consecutivas, el mínimo recomendable para que cunda el descanso. Desde luego la precariedad laboral, la crisis económica y la competencia global exprimen un plus a cada profesional o empleado.
Aumento de consultas por estrés laboral
Elsa García, piscóloga experta en mindfulness, ha notado un incremento de consultas por estrés laboral en los últimos años y apunta que, además del contexto laboral o económico, la personalidad es otro factor clave. «Podríamos hablar muy en genérico de dos grupos: uno conformado por las personas que se obsesionan en exceso con el trabajo porque lo consideran una posesión narcisista, algo fundamental para su identidad, y otro por quienes no desconectan por miedo a perderlo. Puede ser por una empresa que abusa, un mal ambiente laboral o la tendencia a autoexigirnos hasta la autoexplotación porque consideramos que el éxito profesional es la única forma de realizarnos».
Para la psicóloga, el grado de responsabilidad y el tipo de profesión pueden ser determinantes. Si es vocacional o se disfruta con la actividad, esa falta de desconexión, dentro de un orden, no tiene por qué ser negativa. ¿Un consejo? La doctora recomienda la reflexión íntima. En cada persona pueden confluir muchos elementos complejos que explican el origen de ese grado de obsesión, preocupación o incluso angustia. El autoconocimiento, explorar las motivaciones profundas con sinceridad y valentía ayuda a saber por qué nos ocurre lo que nos ocurre. Es el primer paso para encontrar el remedio.
- Sentido común. Pensar en el trabajo durante las vacaciones no es un delito, pero sí puede ser un problema si es demasiado frecuente, obsesivo o nos causa angustia. El 52,4 % de los encuestados mira el mail laboral a diario. Puede ser demasiado.
- No hablar del trabajo, obvio. A veces no hay más remedio. En este caso, procura que sea durante poco tiempo y sin entrar en modo queja o de enfoque negativo.
- Planifica muy bien las vacaciones para que sean lo más satisfactorias posible, con actividades, destinos y compañías estimulantes.
- Prepárate mentalmente para aprovecharlas y desconectar. Será más fácil a partir del tercer o cuarto día.
- Intenta que duren al menos dos semanas seguidas para cambiar de ritmos y tomar distancia.
- No conviene dejar tareas para el verano. La clave es eliminar o reducir al mínimo las visitas al móvil y los correos de la empresa.
- Prepara el regreso al trabajo para que no sea brusco y no te obsesiones con el fin de las vacaciones; disfruta el aquí y el ahora.