En el mes de agosto, como cada año desde 1992, se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna, bajo la supervisión de la Alianza Mundial Prolactancia Materna (WABA, por sus siglas en inglés). Este organismo promociona la lactancia materna en todos los países y ámbitos, para subrayar su importancia. La lactancia materna es necesaria y aconsejable en nuestro entorno, próspero y seguro, y es un asunto de vida o muerte en países pobres y con problemas graves de guerras, falta de recursos sanitarios básicos, sin agua potable, etc.
La lactancia materna se considera una solución universal que proporciona a todos un comienzo justo en la vida, asentando las bases para que mujeres y niños sobrevivan y se desarrollen, tanto física como psíquicamente, de manera óptima. De hecho, existe un programa de asistencia alimentaria, a cargo del World Food Programme o Programa Mundial de Alimentos, para dotar a las mujeres gestantes y lactantes de alimentos de calidad que proporcionen la energía y nutrientes necesarios para poder llevar a cabo una gestación y lactancia exitosa.
El objetivo de la Semana de la Lactancia Materna es concienciar a todas las personas sobre la importancia de propiciar un contexto social adecuado para que la madre y su entorno reciban información fiable y científicamente contrastada sobre la idoneidad de la alimentación de los bebés y niños pequeños a través del pecho materno. Aunque siempre se ha pensado que la lactancia materna está determinada por la conducta de la madre, sabemos que cuando las parejas, las familias y todo su entorno social y político la apoyan, las tasas de lactancia materna aumentan.
La lactancia materna, la ecología y el cambio climático
El cambio climático influye en la lactancia materna. Provoca un incremento en el número de desastres relacionados con el calentamiento global, eleva el riesgo de hambrunas y el colapso de sistemas alimentarios por la interrupción de la producción agrícola local. Y esto incide en que la alimentación de las madres que dan el pecho a sus hijos sea deficiente, poniendo en peligro la instauración y el mantenimiento de la lactancia materna.
Pero la lactancia materna también influye en el medio ambiente. No incrementa los residuos industriales que se generan en la producción de leches de fórmula, biberones y tetinas, y no contribuye a aumentar la contaminación del aire que se genera en la distribución de todos los sucedáneos de leche materna. En el hogar, la lactancia materna reduce el gasto de agua, gas, leña o electricidad, pues la leche sale del pecho materno con la temperatura y condiciones higiénicas óptimas. Por todo ello, podemos considerar a la leche materna como un recurso nutritivo sostenible, totalmente natural, ecológico y no contaminante.
Igualdad de género y apoyo social
Para favorecer la lactancia materna, otro de los aspectos a desarrollar es la igualdad de género, algo clave para su éxito. Una protección social parental equitativa en cuanto al género debe incluir medidas como la licencia remunerada de amplia duración para ambos progenitores, así como apoyo en el lugar de trabajo para desarrollar un ambiente favorable para la lactancia materna.
Sabemos ahora que el aumento de las licencias remuneradas y de estrategias que anulen las barreras culturales puede tener un gran efecto en la duración de la lactancia materna. Ya hay estudios en los que se demuestra que cuando se enseña a los padres a participar en la toma de decisiones y a ofrecer apoyo a la lactancia materna de la pareja, la proporción de niños alimentados exclusivamente con el pecho hasta los 6 meses sube hasta un 40 %.
Desde un punto de vista más general, anular las desigualdades entre agricultores del género masculino y del género femenino aumentaría la producción de alimentos entre un 2,5 % y un 4 % en países en desarrollo, lo cual podría reducir el hambre en la Tierra alrededor de un 15 %. Esto nos ayuda a comprender la necesidad de promover la igualdad de género, la cual involucra la provisión de alimentos a mujeres y hombres.
Hacer frente a la reducción de la lactancia
No existe un único y exclusivo modo de vivir la maternidad y, por tanto, no debemos concluir que las madres que optan por no dar el pecho son menos válidas y menos ‘perfectas’ que las que sí lo dan, porque es fácil crear jerarquías morales. Sin embargo, el hecho es que ha tenido lugar una reducción muy notable de las cifras de bebés alimentados con lactancia materna desde la aparición de las leches de fórmula debido a una falsa sensación de innovación y modernidad mal entendida. Se ha llegado a considerar que dar la teta a un bebé o a un niño pequeño es algo vulgar y hasta casi de mal gusto, mientras se glorificaba a la leche de fórmula como algo novedoso, altamente tecnológico, cómodo y prácticamente igual en la composición que la leche materna.
De hecho, hubo que prohibir que la leche de fórmula se publicitase con las palabras «leche maternizada» o «humanizada» para evitar dar ese mensaje que intenta igualar las dos opciones. Esta medida y muchas otras se recogen en el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna, ideado en 1981 por la OMS y Unicef, con sus posteriores ampliaciones y actualizaciones, para proteger la lactancia materna de las técnicas de marketing de las casas que fabrican sucedáneos.
Muchos de estos productos (desde la leche de fórmula hasta los biberones) podrían sustituir o disminuir la duración de la lactancia materna, sobre todo cuando se ofrecen antes de los 6 o 7 meses de edad, momento a partir del cual se aconseja ofrecer alimentos complementarios, que no sustitutivos, como bien expresa aquí el dietista Julio Basulto. Se debe asegurar, asimismo, el uso correcto de los sucedáneos de la leche materna, cuando estos sean necesarios, sobre la base de una información adecuada mediante métodos apropiados de comercialización y distribución.
Solo el 38 % de los lactantes de 0 a 6 meses son alimentados exclusivamente con leche materna
En las últimas décadas también disminuyó el tiempo en el que los bebés y niños pequeños obtenían el preciado ‘oro líquido’, y llegó a ser casi anecdótico a nivel estadístico el número de niños que recibían pecho más allá de los 4 meses. Aunque ha habido una mejoría en los últimos 10 años, sobre todo en el numero de madres que amamantan a sus hijos los 4 primeros meses, esto sigue sucediendo actualmente: solo el 38 % de los lactantes del mundo de 0 a 6 meses son alimentados exclusivamente con leche materna.
Uno de los objetivos de estas organizaciones se concreta en subir las tasas de lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, hasta un 50 % para el año 2025. Por eso es necesario hacer campañas mundiales de concienciación.
Pero, también, es fundamental brindar cursos y talleres al personal sanitario que atiende bebés y madres gestantes para que los conocimientos estén actualizados al máximo, pues se siguen manteniendo mitos, aun hoy en día, en muchas consultas. Algunos ejemplos: regulación rígida horaria (dar cada 3 horas), no comer ciertos alimentos, tener mucho cuidado con las medicinas que toma la madre, leches maternas que no alimentan… Creencias que se desmontan fácilmente en fuentes fiables como las que encontramos en libros como ‘Mamá Come Sano’, de Julio Basulto; ‘Un regalo para toda la vida’, de Carlos González; o ‘Tu lactancia de principio a fin’, de Gloria Colli.
Beneficios para la madre, el bebé y el entorno
La lactancia materna puede ayudar a la madre a espaciar los embarazos, disminuir el riesgo de depresión posparto y de padecer cáncer de pecho, de ovario y de útero. También reduce el riesgo de hipertensión y de padecer en el futuro enfermedades cardíacas y diabetes tipo 2, y ayuda a perder antes el peso ganado en el embarazo.
En los niños, la lactancia materna disminuye en un 44 % el riesgo de muerte prematura si se facilita en la primera hora del nacimiento; rebaja la frecuencia de enfermedades gastrointestinales (diarreas) y de infecciones respiratorias. Además, previene la caries dental y la maloclusión (alteraciones en la disposición espacial de los dientes y maxilares) y puede contribuir a un mejor desarrollo intelectual. La lactancia materna supone, a su vez, una seguridad alimentaria óptima para los bebés y niños pequeños.
Por último, está más que claro que la leche materna es muchísimo más económica y práctica que la leche de fórmula, algo que contribuye a no incrementar los niveles de pobreza en medios desfavorecidos o a mantener un nivel económico digno en nuestro medio.