Las garrapatas son peligrosas para los perros, pero también pueden serlo para los humanos. De estos artrópodos hematófagos de la clase de los ácaros (“y no insectos“, como recuerda el entomólogo Miguel Ángel Miranda) hay 35 especies distintas en España. Una de ellas es la típica que ataca a los perros, la Rhipicephalus sanguineus, un parásito que rara vez se alimenta de la sangre de personas, pues “no somos su hospedador preferente”, señala este experto del Grupo de Investigación en Zoología Aplicada y de la Conservación de la Universidad de las Islas Baleares (UIB). A continuación, explicamos cuáles atacan a las personas, cómo lo hacen y qué enfermedades pueden transmitir.
Garrapatas: qué son y cómo atacan a los humanos
Las personas no somos el huésped favorito de este ser diminuto (de menos de un centímetro) de color oscuro, marrón o rojizo o gris y con ocho patas, que ni vuela, ni salta. «Las garrapatas se agarran a lo que pueden. Las personas no somos más que un huésped accidental pues tienen más apetencia por otros animales», reconoce el zoólogo. Pero en verano, con el calor, cuando se encuentran más activas, se lo ponemos muy fácil para trepar por nuestras piernas y acomodarse en pliegues de la piel (axilas, ingles, tras las rodillas, etc.) o en el cuero cabelludo, donde pueden ser difíciles de advertir, ya que no suelen ocasionar molestias. Y es que vamos con menos ropa y, por tanto, con más zonas expuestas a sus picaduras.
Ya enganchadas en nuestra piel es sencillo reconocerlas: son duras al tacto con la parte posterior redondeada, que puede inflarse mucho si están alimentadas, y la parte anterior la tienen metida en la piel, por lo que solo vemos sus ocho patitas, pero no la cabeza. Se alimentan durante 7-8 días (pueden aumentar de peso hasta 500 veces en este tiempo), hasta madurar los huevos, y se soltarán para hacer la puesta en el suelo, donde al poco tiempo morirán. De ahí que las garrapatas no se contagien de persona a persona.
Qué enfermedades transmiten las garrapatas
Algunos tipos de garrapatas actúan como vectores de diferentes enfermedades bacterianas, víricas o parasitarias que pueden afectar a las personas.
De las más de 50 afecciones que se calcula que transmiten, en España las más frecuentes son,
- la fiebre botonosa mediterránea,
- la enfermedad de Lyme,
- la fiebre recurrente endémica y
- la Debonel/Tibola.
Otras menos habituales son,
- la tularemia (fiebre de los conejos),
- anaplasmosis o
- la babesiosis.
La incidencia de estas enfermedades no se conoce con exactitud, pero en el caso de las más comunes, es baja: la fiebre botonosa se estima en 0,36 casos por 100.000 habitantes/ año, y para la enfermedad de Lyme, en 0,25 casos/100.000 habitantes/ año.
Rosa Taberner, dermatóloga en el Hospital Son Llàtzer de Palma de Mallorca y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología, señala que «el diagnóstico suele ser sencillo, ante una enfermedad compatible y si contamos con el antecedente de picadura por garrapata. Lo difícil es cuando al paciente no le consta o no recuerda esa picadura. El diagnóstico puede complicarse, sobre todo en enfermedades que pueden ser crónicas, como el Lyme».
- 👉 Fiebre botonosa mediterránea. De origen bacteriano (Rickettsia conorii). Es típica la presencia de la llamada «mancha negra» en la zona de la picadura. Sus síntomas aparecen tras un periodo de incubación que oscila entre 4 y 21 días: fiebre alta, malestar y dolor articular, además de un exantema que puede afectar a todo el cuerpo, pero sobre todo en palmas y plantas. Los casos más graves pueden tener otras complicaciones, como neumonía, hepatitis o meningitis e, incluso, alteraciones de la coagulación. La tasa de mortalidad es del 0,3 %.
- 👉 Enfermedad de Lyme. Esta enfermedad multisistémica se origina por la bacteria Borrelia burgdorferi, que transmite la garrapata Ixodes ricinus, localizada sobre todo en el norte de nuestro país. Entre 1 y 15 días después de la picadura, se aprecia una lesión cutánea muy característica llamada eritema migratorio: una lesión roja que se va extendiendo en periferia y aclarando por el centro. Posteriormente, «en una fase precoz predomina la clínica neurológica y cardiaca, pero, tras un periodo no muy bien definido, puede presentarse una fase tardía con complicaciones articulares, neurológicas y cutáneas, que pueden ser muy complicadas de diagnosticar«, apunta Taberner.
- 👉 Debonel/Tibola. Es el acrónimo de Dermacentor-borne-necrosis-erythema-lymphadenopathy y de tick-borne-lymphadenopathy. Es un «caso curioso», porque se ha convertido en una de las enfermedades transmitidas por garrapatas más frecuentes en niños y sobre todo durante los meses fríos, que es cuando está activo el vector (la garrapata Dermacentor marginatus). A ella le gusta nuestra cabeza -en más del 90 % la picadura se produce en el cuero cabelludo-, donde, tras adquirir un aspecto exudativo, aparece una escara y se produce un aumento de los ganglios linfáticos regionales. Puede tardar en curar, incluso con tratamiento adecuado, y es habitual que en esa zona el pelo no crezca otra vez.
- 👉 Fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC). Es «la más temible de todas», confiesa la dermatóloga, pues puede contagiarse de persona a persona a través de fluidos o por vía respiratoria y puede acabar en fallecimiento en un 2-30 % de los casos, según el Ministerio de Sanidad. Tras la picadura, no surgen los primeros síntomas hasta pasados entre 3 y 7 días. Comienza súbitamente con fiebre alta (39-40 ºC), dolor de cabeza, dolores musculares y articulares, enrojecimiento de cara, cuello o tórax, conjuntivitis, para después aparecer hematomas pequeños (petequias) en piel y mucosas y sangrados. En los casos más graves se puede producir una reducción del nivel de conciencia. En 2016 se declararon dos casos en nuestro país de esta enfermedad vírica transmitida por garrapatas del género Hyalomma, en 2018 un hombre murió en Ávila a causa de la fiebre Crimea-Congo tras sufrir la picadura de una garrapata, y en 2020 se ha detectado un nuevo caso, en Salamanca.