Está en casi todas partes, desde las paredes hasta la comida, y estás en contacto con él desde que te levantas hasta que te acuestas. El dióxido de titanio es un compuesto químico que se utiliza en productos tan cotidianos y variopintos como la pasta de dientes, los chicles, la ropa, el papel o la pastelería. ¿Su función? Blanquear los materiales, ya sea pintura para el hogar o azúcar glasé para bollería. Durante décadas, su presencia ha sido tan extendida como discreta, pero eso ha cambiado porque ahora el dióxido de titanio (o E171) vuelve a estar en los titulares de la prensa. ¿El motivo? Que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya no lo considera seguro. Te lo explicamos.
El debate sobre el dióxido de titanio no es nuevo. Hace ya unos años, las dudas sobre este compuesto provocaron que Francia prohibiera su uso como aditivo alimentario. En 2020, el E171 desapareció de todos los productos alimentarios en ese país. La decisión, que no pasó desapercibida para la prensa ni para el resto de Europa, dio lugar a numerosas dudas entre los consumidores y desató una seguidilla de titulares alarmistas. Ahora, a raíz de un nuevo documento publicado por la EFSA, vuelven las preguntas y las dudas. En este artículo repasamos qué sucedió entonces, explicamos qué pasa ahora y respondemos a las principales inquietudes sobre el dióxido de titanio y la salud.
¿Qué es el dióxido de titanio?
El dióxido de titanio (TiO2) es uno de los compuestos químicos más utilizados del mundo. Tiene una acción blanqueadora muy eficaz y es económico, así que la industria lo emplea desde hace décadas para conseguir un blanco más brillante en infinidad de productos, desde cremas para el cuerpo hasta prendas de ropa o papel. También se utiliza en alimentación. Como aditivo, está incluido en el Codex Alimentarius (el conjunto de normas alimentarias) de la Organización Mundial de la Salud desde hace 20 años y su uso está aprobado en Europa desde 2009. En materia de alimentación, y en el contexto europeo, es conocido como E171.
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¿Qué alimentos tienen dióxido de titanio?
El aditivo E171 está catalogado y registrado como colorante alimentario. Y está presente en casi un millar de productos: chicles, cremas, salsas, helados, yogures, salsas, caramelos, bollería… Los fabricantes lo utilizan para lograr que estos sean más blancos y refulgentes. De hecho, esa es su única función. El E171 no desempeña ningún otro papel en los alimentos. No es un conservante, ni da sabor. Tan solo influye en su apariencia; en concreto, en el color.
¿Es verdad que estaba oculto?
En absoluto. Aunque en su día se publicaron numerosos titulares que lo sugerían, nada más lejos de la realidad. Frases como «El aditivo E171, un veneno oculto en los dulces» o «Descubren un aditivo en chicles y mayonesa que podría ser peligroso», publicadas en la prensa, daban a entender que había cierta clandestinidad en su uso, pero esto es falso. En Europa, todos los fabricantes de alimentos están obligados a detallar los ingredientes de sus productos, aditivos incluidos. Si el E171 está en un alimento, también está en su etiqueta.
¿Cómo surgió la alerta de 2019 sobre el dióxido de titanio?
La alerta de 2019 surgió por dos documentos distintos. El primero fue un estudio realizado por la Universidad de Sídney (Australia) y publicado en mayo de 2019 en la revista Frontiers in Nutrition. La investigación sugería que el dióxido de titanio puede tener efectos inflamatorios y cancerígenos en el colon. Ahora bien, es preciso aclarar que el trabajo científico se realizó en ratones y que la microbiota intestinal de estos animales es distinta de la nuestra. Por tanto, no se pueden extrapolar sus resultados a las personas o a frases reduccionistas como «los alimentos que contienen E171 provocan cáncer de colon». Para llegar a una conclusión así son necesarias más investigaciones.
El otro documento que cuestionaba el empleo de este aditivo es de origen francés. Lo publicó en abril de 2019 la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria (ANSES) del país galo. Y, si bien no era el primer texto sobre el E171 que elaboraba esta institución —hubo otros documentos previos—, sí fue la primera vez que concluyó que «existen algunas incertidumbres» acerca del impacto del dióxido de titanio en nuestra salud. Este informe, en particular, es el que provocó la decisión del Gobierno francés de prohibir su uso a partir 2020. A pesar de que los datos no eran concluyentes y aunque la EFSA (máxima autoridad en seguridad alimentaria en el ámbito europeo) no los respaldaba entonces, nuestro país vecino adoptó esta medida basándose en un principio de precaución.
¿Se exigió entonces su retirada del mercado en el resto de la UE?
Sí. El 3 de mayo de 2019, la Organización Europea de Consumidores (BEUC) envió una carta a Jyrki Katainen, vicepresidente de la Comisión Europea, titulada de la siguiente manera: «Las organizaciones de la sociedad civil demandan la retirada del E171 de la lista de aditivos alimentarios permitidos en la UE». En ese escrito, los firmantes exponían que, según la legislación europea, un aditivo alimentario solo se puede autorizar si su uso es seguro, está tecnológicamente justificado y no induce a error a los consumidores. Desde su punto de vista, el E171 no cumplía con ninguna de esas condiciones.
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¿Cuál fue la postura de Europa en ese momento?
La EFSA, desde que aprobó la utilización de este aditivo, en 2009, lo ha evaluado y reevaluado varias veces. En todos los casos, había llegado a la misma conclusión: en las dosis de consumo actuales, el E171 no es genotóxico, no es cancerígeno, ni es motivo de preocupación.
A raíz del documento de la agencia francesa y la inquietud en la población, la EFSA emitió una declaración sobre el tema el 10 de mayo de 2019. ¿Y qué decía? Básicamente, que no había ningún nuevo hallazgo que cuestionase la seguridad del aditivo, que las incertidumbres recogidas en el documento de la ANSES ya se tenían en cuenta desde antes y que era preciso esperar a que acabasen las investigaciones que se estaban realizando antes de precipitarse en tomar una decisión. Esas investigaciones son, precisamente, las que se han dado a conocer ahora.
¿Qué dice ahora la EFSA sobre el dióxido de titanio?
La EFSA ha terminado de reevaluar el dióxido de titanio (TiO2) como aditivo alimentario y ha actualizado el resultado de la anterior evaluación, publicada en 2016. El mensaje es claro: el E171 ya no se considera seguro para fines alimentarios (no para otros usos).
Tras revisar todas las pruebas científicas pertinentes disponibles, este organismo concluye que no se puede descartar la preocupación por la genotoxicidad relacionada con las partículas de TiO2. Basándose en esta preocupación, los expertos de la EFSA ya no consideran seguro el dióxido de titanio cuando se utiliza como aditivo alimentario. Esto significa que no puede establecerse una ingesta diaria admisible (IDA) para el E171.
⭕ ¿Qué es la genotoxicidad?
La genotoxicidad es la capacidad de una sustancia química de dañar el material genético de las células (ADN). Como la genotoxicidad puede producir efectos carcinógenos, es esencial evaluar el posible efecto genotóxico de una sustancia para determinar su seguridad.
Como señala Matthew Wright, presidente del grupo de trabajo de la EFSA sobre el E171, «aunque las pruebas de los efectos tóxicos generales no son completamente concluyentes, no pudimos descartar la preocupación por la genotoxicidad y, en consecuencia, no pudimos establecer un nivel seguro para la ingesta diaria del aditivo alimentario».
¿Y ahora, qué va a pasar?
Las preguntas que surgen son varias: ¿tengo que dejar de consumir productos que contengan este aditivo? ¿Se va a prohibir su uso? ¿Qué supone este cambio para la industria?
⭕ ¿Debo dejar de consumir productos con E171?
Las pruebas de su toxicidad no son completamente concluyentes y, de momento, no hay una directriz en firme. En función de la nueva evidencia de la EFSA, la Comisión Europea y los países de la UE tendrán que decidir cuáles serán las medidas reglamentarias más adecuadas y qué consejos brindan a los consumidores. «Traducido, viene a decir más o menos: mejor no lo comas«, simplifica el doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos Miguel A. Lurueña.
⭕ ¿Se va a prohibir su uso?
El papel de la EFSA se limita a evaluar los riesgos relacionados con el dióxido de titanio como aditivo alimentario. Esto ha incluido una evaluación de la información científica pertinente sobre el TiO2, su toxicidad potencial y las estimaciones de la exposición alimentaria humana. A partir de aquí, cualquier decisión legislativa o reglamentaria sobre las autorizaciones de aditivos es responsabilidad de los gestores del riesgo; es decir, la Comisión Europea y los Estados miembros de la UE.
«Lo esperable es que se prohíba su uso —apunta Lurueña—. No es nada nuevo. Ya se ha hecho antes con otros aditivos para los que no existían evidencias de que fueran seguros (o esas evidencias indicaban que eran inseguros). El avance del conocimiento puede llevar a la aprobación o prohibición».
⭕ ¿Qué supone este cambio para la industria?
Los cambios en las normativas y autorizaciones suponen un reto para los departamentos de Calidad y Seguridad Alimentaria de las empresas, ya que deben modificar las fórmulas de los productos, adaptar el stock de los que ya están fabricados y ajustar el etiquetado, el almacenamiento o el aprovisionamiento, entre otras cosas. Sin embargo, esto se vive de manera rutinaria, no como un caos. «Estamos muy a favor de las revisiones de los aditivos, sabemos que son seguros, pero nunca hay que dejar de analizar», nos explicaba ya en 2019 la farmacéutica Gemma del Caño, especialista en I+D e Industria.
En el sector industrial «acatamos la normativa sin problema y, normalmente, como es el caso del dióxido de titanio, tenemos un periodo de adaptación. Si el aditivo fuese realmente peligroso, no facilitarían este tiempo: se prohíbe de inmediato y punto (igual que cuando hay en el mercado un problema de seguridad para el consumidor y se retira todo el lote). Este tiempo demuestra que no hay que alarmarse», comenta la experta.