Al contrario de lo que creen casi cuatro de cada diez ciudadanos españoles, los antibióticos no sirven para tratar la gripe ni los resfriados, pues no atacan a virus sino a bacterias. Esto significa que el 80 % de las infecciones propias del invierno, que son víricas, no los precisan. Sin embargo, se usan en exceso y de forma inadecuada, lo que genera un serio problema al fomentar la aparición de bacterias resistentes, que ya matan en España a unas 3.000 personas al año. Médicos, veterinarios, ganaderos y ciudadanos, entre otros agentes económicos y políticos, tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Te contamos qué podemos hacer.
Tenemos un problema: España se sitúa entre los países europeos más consumidores de antibióticos para la salud humana y, aunque la gran mayoría de los profesionales sanitarios entiende qué es la resistencia bacteriana a dichos medicamentos, solo algo más de la mitad de estos expertos considera que su papel es importante para controlar este problema crítico de salud pública. Y si uno no se reconoce parte de la solución, quizá sea parte del problema, cuya magnitud es tal que, de no actuar, se prevé que en 2050 las infecciones por bacterias multirresistentes desbanquen al cáncer como primera causa de muerte en nuestro país.
En el ámbito de la salud animal, España pasaba por ser el país europeo con mayor consumo de antibióticos veterinarios en 2014. Como ejemplo del gran margen de mejora existente, está el caso de la colistina, un antibiótico esencial para las personas (usado precisamente para atacar bacterias que se han vuelto resistentes) y que registraba un consumo elevadísimo en el sector ganadero español.
Pues bien, a instancias del Ministerio de Sanidad, una docena de asociaciones nacionales de veterinarios, ganaderos del sector porcino y fabricantes de piensos firmaban en 2016 un acuerdo voluntario de reducción de colistina. Su empleo ha caído de modo drástico y ha ayudado, junto a programas semejantes en otros ámbitos de la ganadería, a que las ventas totales de antibióticos de uso veterinario se redujeran a la mitad entre 2014 y 2018, lo que da una idea diáfana del consumo errático existente hasta ahora.
Causas evitables, consecuencias catastróficas
Aunque la resistencia a los antibióticos es un fenómeno que puede darse de manera natural, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que hace falta que “cambie urgentemente la forma de prescribir y utilizar los antibióticos”, ya que la crisis actual ha sido provocada por “el uso indebido de estos fármacos” en personas y en animales, consumiéndolos en exceso o de modo inapropiado: en pautas de tratamiento equívocas, con duraciones inadecuadas o para infecciones leves que remitirían por sí solas. Ello crea el caldo de cultivo idóneo para que las bacterias muten en respuesta a estos malos usos, se vuelvan resistentes, se incremente el riesgo de su propagación y sean más difíciles —o imposibles— de tratar.
En la actualidad, las infecciones por bacterias resistentes generan un gasto sanitario adicional en nuestro país de unos 150 millones de euros. Sin embargo, las previsiones de futuro son “catastróficas”, según el vigente Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos, debido a que, de no frenarse, en treinta años las muertes provocadas por este fenómeno ascenderán a 40.000 personas anuales, con lo que infecciones que no hace tanto eran fácilmente curables se colocarán como la primera causa de muerte en España.
Lo que puedes hacer tú
Debido al posible mal uso que los consumidores podemos hacer de los antibióticos, es importante tener en cuenta las siguientes recomendaciones:
- Evita las infecciones, lavándote con frecuencia las manos, preparando los alimentos en condiciones de higiene, adoptando medidas de protección en las relaciones sexuales y manteniendo tus vacunaciones al día.
- No te automediques y toma antibióticos solo cuando te los recete el médico, siguiendo sus instrucciones de uso (no los requieras ni los exijas, si el profesional de la salud considera que no son necesarios).
- Completa el tratamiento prescrito y, si sobra algún medicamento, llévalo a un punto de recogida en la farmacia más cercana (no los guardes ni compartas).
- Si tienes mascota, no la automediques y sigue las indicaciones del veterinario.
Lo que puede hacer tu médico
Los profesionales sanitarios son una “pieza clave en la batalla contra la resistencia a los antibióticos”, según el Ministerio de Sanidad, pues de ellos depende en gran medida el alto volumen actual de prescripciones, a nivel hospitalario y en atención primaria, con los riesgos que ello conlleva y, en especial, para los menores de 5 años y los mayores de 85, los grupos de edad que más los consumen. Por ello, se considera imprescindible la mejora de su formación sobre cómo abordar las enfermedades infecciosas. Entre las recomendaciones dirigidas a los profesionales sanitarios destacan las siguientes:
- Evitar las infecciones velando por la limpieza de las manos y del instrumental y el entorno sanitarios.
- Informar a los pacientes sobre cómo se pueden prevenir las infecciones y fomentar que se mantenga al día su calendario de vacunas.
- En caso de sospecha de infección bacteriana, realizar los cultivos y ensayos pertinentes.
- Prescribir antibióticos solo cuando sean necesarios, de conformidad con las directrices vigentes, recetando el tipo indicado, con dosis y duración adecuadas.
- Informar a los pacientes sobre cómo tomar los antibióticos, qué es la resistencia a estos fármacos y los peligros de su uso indebido.
- Notificar las infecciones resistentes a los equipos de vigilancia.
Lo que pueden hacer veterinarios y ganaderos
De la buena salud de los animales depende también la nuestra, ya que, entre otras razones, determinados microorganismos que les afectan nos pueden ser transferidos, incluyendo bacterias resistentes. Por ello, el sector ganadero (veterinarios, productores de cerdos, pollos, conejos, vacas, ovejas o cabras, fabricantes de piensos…) tiene una importancia capital ante esta problemática y debe seguir las siguientes recomendaciones:
- Prevenir las infecciones mejorando la higiene de las granjas y el bienestar de los animales.
- Administrar antibióticos a los animales solo bajo supervisión veterinaria y únicamente como medida terapéutica.
- No utilizar antibióticos para estimular el crecimiento (práctica prohibida en la Unión Europea desde 2006) ni para prevenir enfermedades en animales sanos.
- Vacunar a los animales para reducir la necesidad de antibióticos y utilizar alternativas a los mismos siempre que las haya.
Por accidente, Alexander Fleming observó en 1928 el efecto antibacteriano de una sustancia que bautizó como penicilina y que supuso el comienzo de la era antibiótica, que ha salvado millones de vidas. Cuando años más tarde el célebre científico británico recogió su premio Nobel de Medicina, dio las gracias, contó lo azaroso de su descubrimiento y también lanzó una advertencia: “Puede llegar el momento en que cualquiera pueda comprar penicilina, con el peligro de que el hombre ignorante pueda tomar dosis insuficientes y exponer sus microbios a cantidades no letales del fármaco que los haga resistentes”.
Fleming acaso no pudiese atisbar entonces el peso exacto de su premonición: en la actualidad la resistencia bacteriana constituye una grave amenaza para la salud humana y la sanidad animal, pero también para la seguridad alimentaria, el medio ambiente, el comercio y la economía mundial. Con un ritmo mayor al del desarrollo de nuevos fármacos antibióticos, de no actuar con diligencia y conjuntamente, las bacterias resistentes pueden abocar al mundo, según la OMS, “a una era en la que muchas infecciones comunes volverán a ser potencialmente mortales”.