Ya lo hemos visto otras veces, y la explicación es en ambos casos parecida: por mucho que se parezcan, ni las magdalenas son muffins, ni el batch cooking es la cocina de táper de siempre. Hay similitudes —muchas—, pero si miras con atención empezarán a surgir las diferencias. Y es que la nueva moda en la cocina, provocada por un estilo de vida en el que cada vez es más complicado encontrar el tiempo (y la energía) para cocinar, recupera “lo de toda la vida” y lo adapta a las necesidades y preocupaciones actuales. Descubre en estas líneas la manera más saludable de practicar el batch cooking, y hazlo sin preocupaciones.
El tiempo se ha convertido probablemente en nuestro bien más preciado, casi en línea con esas películas que describen un futuro distópico cada vez menos improbable: corremos a todas partes, pero no estamos en ninguna; estamos rodeados de información nutricional, pero comemos peor que nunca y la obesidad ya es una pandemia declarada. En medio de este caos, surge el batch cooking para recordarnos que, con un poco de esfuerzo, cuidar de nuestra dieta es menos difícil de lo que parece.
Sin embargo, para cocinar en una sola tarde (o mañana) la comida de toda una semana, hay un paso ineludible: la planificación. En esta palabra mágica residen todas y cada una de las ventajas que esta moda nos aporta, ya que no solo liberamos tiempo para otras tareas más gratificantes, sino que minimizamos el desperdicio alimentario, ensuciamos menos, ahorramos, optimizamos el tiempo de cocina y podemos realizar elecciones dietéticas más saludables, evitando meter en el horno una pizza para salir del paso o echar mano de otros muchos alimentos precocinados, entre los que los ultraprocesados (que siempre conviene evitar) campan a sus anchas.
No todo sirve en el ‘batch cooking’
Si queremos sacarle todos sus beneficios, lo primero que hay que tener en cuenta es que no todas las preparaciones culinarias sirven: mientras los guisos y las cremas van bien, los fritos no, porque no toleran bien el paso del tiempo y sus propiedades organolépticas se degradan con rapidez.
Antes de acudir al supermercado, comprueba lo que tienes en la nevera y piensa en el menú para hacer la lista de la compra:
- Asegúrate de “priorizar los productos de origen vegetal y que sean, por lo menos, la mitad de nuestra comida, de manera que pensemos con qué los acompañamos, y no al revés”, explica la dietista-nutricionista Beatriz Robles. Es decir, que no usemos los vegetales como una simple guarnición. Incorporaremos también una fuente de proteína de calidad, “como las legumbres, las carnes asadas (preferiblemente blancas, como el pollo, el pavo o el conejo) o el pescado (aunque este ha de consumirse antes), y evitaremos las carnes procesadas”.
- A la hora de escoger los alimentos, “hay que pensar en cuáles aguantan mejor o peor la refrigeración, cuáles se van degradando con el tiempo y cuáles no se deberían congelar, y comprueba que las fechas de consumo preferente vengan con el tiempo suficiente como para que no se estropee”, argumenta Gemma del Caño, licenciada en Farmacia y experta en seguridad alimentaria. “Habría que priorizar las cremas y los guisos, ya sean de legumbres o de carnes”, insiste.
Teniendo claro el menú (no olvides que la planificación inicial es muy importante para evitar elecciones improvisadas y compulsivas), recuerda que un mismo alimento, cocinado de una determinada manera, puede servirnos para diferentes preparaciones: las verduras asadas, por ejemplo, servirán para guarniciones, cremas o guisos.
Y ten en cuenta que es conveniente aprovechar todos los utensilios que tengas en la cocina, como la olla a presión, la de cocción lenta o el robot de cocina, si lo hay. “En vez de usarlo solo para hacer gazpachos, y dependiendo de sus funciones, podemos guisar con él (por ejemplo, para hacer un pisto) o cocinar al vapor”, recuerda Robles.
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Es importante que, desde un principio, tengamos presente que cocinaremos para toda una semana laboral, de lunes a viernes, y que no todos los alimentos aguantan igual una vez preparados: “Si es un guiso, podemos conservarlo refrigerado un máximo de tres o cuatro días, aunque si lleva carne o pescado, no debería pasar de tres; y si hemos incorporado huevo, no más de 48 horas”, advierte Robles.
Habrá por tanto alimentos que debamos congelar, lo cual además es una ventaja: ya que te tomas el tiempo de preparar tu guiso favorito, cocina raciones de más para otros días. No olvides separar la comida en raciones con la cantidad que consumirás ese día (ya sean para una persona o para cuatro), escribe en los envases la fecha de congelación y descongela en el refrigerador, nunca a temperatura ambiente.
Precaución en la cocina
Antes de comenzar a preparar los alimentos, conviene dar un repaso a los básicos: lávate las manos y limpia bien todas las superficies y utensilios que necesites utilizar. Y cuando te pongas con las manos en la masa, cocínalo bien: “Aunque es verdad que algunos productos quedan mejor dejándolos poco hechos y rematándolos después, esta no es una buena práctica para productos que vamos a almacenar”, recuerda Del Caño.
Al cocinar, se debe tener en cuenta la posibilidad de contaminación cruzada indirecta, que es la que podemos sufrir cuando no limpiamos bien los cuchillos entre un alimento u otro. Considerando que estaremos cocinando una gran cantidad de productos en poco tiempo, las probabilidades de que esto suceda aumentan de forma considerable. No saques los productos del frigorífico hasta que tengas que a utilizarlos y evita usar paños de cocina, ya que pueden acumularse muchos restos en ellos; en su lugar, lávate las manos entre alimento y alimento y, cuando haya que limpiar algo, emplea papel de cocina.
Una vez que los alimentos estén listos, es necesario dejar que se enfríen antes de refrigerarlos, pero dentro de unos límites, “no más de una hora (en verano) o dos (en invierno), a fin de evitar que la contaminación ambiental entre en nuestros productos”, aconseja Del Caño.
Al almacenar, también será necesario emplear envases que estén certificados para el contacto con alimentos (si puedes, prioriza los de cristal), ya que en muchas ocasiones los comeremos allí mismo. Por este mismo motivo, si el plato necesita recalentarse antes de su consumo, asegúrate de que el envase es apto para el microondas (y tampoco viene mal comprobar que puede lavarse en el lavavajillas), ya que en caso contrario podría contaminar la comida.
Finalmente, haz lo posible por evitar la contaminación cruzada en la nevera, “haciendo hueco en la parte de arriba para esos productos que ya hemos cocinado, para que no tengan contacto con los alimentos crudos, que deberán estar en la parte de debajo de la nevera, y las verduras en el fondo”, recomienda la experta en seguridad alimentaria. ¿Estás listo? Pues adelante, ¡a por el batch cooking!