En tiempos de coronavirus, los bulos sobre alimentación, salud y seguridad alimentaria se esparcen a gran velocidad. Y en esta corriente de noticias falsas no se salva ni siquiera el agua, un elemento básico para la vida y la higiene de las personas. Hace poco, tras la detección de COVID-19 en la red de agua no potable de París, las autoridades sanitarias francesas tuvieron que desmentir diversas fake news que ponían en duda las garantías del agua de grifo. ¿Qué pasa en nuestro país? ¿Es seguro el suministro de agua? La Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS) responde.
El agua de grifo es objeto de diversos bulos, más o menos recurrentes, a los que ahora se suma uno nuevo: la posible presencia de coronavirus. ¿Hay algo de cierto en esto? La Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS), que reúne a más de 60 entidades públicas responsables del suministro de agua, responde claramente que no. «Infelizmente no podemos evitar la difusión de noticias ambiguas que suscitan alarma en la población; en cambio, en calidad de expertos y profesionales del agua, podemos afirmar que las dudas sobre una posibilidad de contagio a través del agua de grifo son totalmente infundadas», señalan.
Y ante la duda de si podría llegar a ocurrir, insisten en que «el agua de grifo es 100 % segura y puede consumirse con total tranquilidad», ya que «todos los operadores públicos de agua realizan el obligado control del agua, 24 horas, 7 días de la semana, en todos los sectores del sistema de captación, tratamiento, distribución y saneamiento. Ninguna traza de coronavirus ha sido detectada en ningún punto de la red de agua potable», subrayan.
Pero ¿cómo se potabiliza el agua? ¿Cómo se determina su calidad? ¿El agua dura es perjudicial? A continuación, respondemos a estas cuestiones puntuales, si bien profundizamos en ellas en nuestra revista impresa de abril.
La calidad del agua en España
A pesar de la importancia para la vida, una de cada tres personas en el mundo no tiene acceso al agua potable, como alerta la Organización de Naciones Unidas (ONU). En España, tenemos la suerte de poder beber agua del grifo segura y de calidad en prácticamente cualquier parte del territorio. Sin embargo, somos el sexto país de la Unión Europea –por detrás de Italia, Alemania, Hungría, Bélgica y Francia– que más agua envasada consume, con una media de 134 litros por persona al año. Esto ocurre, sobre todo, en los archipiélagos y en la zona del Levante, cuya agua tiene fama de tener un sabor menos agradable.
«Sin embargo, este factor no debería ser motivo para decantarnos por las botellas de agua, ya que responde a una condición natural de la fuente de suministro», explica Fernando Morcillo, presidente de la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS). Las zonas con terreno de yeso y caliza, que se concentran fundamentalmente en la costa oriental de la península, generan unos sabores «no tan agradables como en aquellos sitios donde las fuentes de agua están en terrenos graníticos, debido a la disolución de elementos como los carbonatos cálcicos”, afirma. Es la llamada «dureza del agua».
Pero este sabor no se puede relacionar con peor calidad, siempre que hablemos de aguas aptas para el consumo, afirma Morcillo. En España, el 99,5 % lo son, según el Sistema de Información Nacional de Aguas de Consumo (SINAC), que pertenece al Ministerio de Sanidad, salvo alguna incidencia local o puntual. Esto se debe a que el control de calidad del agua es muy exhaustivo. De hecho, es el producto de ingesta humana más controlado. «España cumple la legislación a rajatabla y, por lo tanto, no debemos tener ningún miedo a ninguna condición negativa para la salud», asegura el presidente de AEAS.
Cómo se potabiliza el agua
El agua del grifo puede provenir de diferentes fuentes (ríos, embalses, lagos…), pero siempre va a sufrir un proceso de potabilización que consistirá en eliminar cualquier sustancia tóxica, ya sean metales pesados, sedimentos, bacterias o virus. Para potabilizarla, por lo general, se suele seguir el siguiente proceso:
- 1. Pretratamiento. Primero se filtran sólidos de gran tamaño (con una reja) y después se añade un agente oxidante que elimina algunas sustancias orgánicas.
- 2. Coagulación y floculación. Se añaden los llamados agentes coagulantes, que hacen precipitar (es decir, mandar al fondo) aquellas sustancias en suspensión que no han sido eliminadas en el pretratamiento.
- 3. Decantación. Se separan las partículas precipitadas (sedimentos más densos) del agua clarificada.
- 4. Filtración. Se desechan los sedimentos menos densos.
- 5. Desinfección. Se añade cloro para eliminar cualquier tipo de microorganismo tóxico. También se puede usar ozono o luz ultravioleta.
¿El agua dura es perjudicial?
No, no existe evidencia de que el agua dura sea perjudicial para la salud de las personas sanas. Es más, la evidencia actual apunta a que valores entre 18,4 y 36,8 °fH (grados hidrométicos franceses) serían los óptimos para la salud. Varios estudios observacionales han encontrado que el magnesio del agua de consumo podría proteger frente a las enfermedades cardiovasculares. Además, en varios informes publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) también se expone la falta de relación entre las aguas duras –aquellas con mayor contenido en minerales– y los problemas renales.
Así, todo parece indicar que las aguas duras no resultan perjudiciales para la salud, por lo que, de momento no existe, ni en España ni en la Unión Europea, ninguna recomendación ni legislación oficial al respecto. Pero a personas con ciertas patologías –como hipertensión, litiasis (presencia de cálculos en algún órgano) o enfermedad renal– se les recomiendan las aguas blandas o con bajo contenido de ciertos minerales.