Brote, rebrote, ola, oleada, focos… Muchos sinónimos se emplean para calificar el inexorable avance de la covid-19 tras las fases de desescalada y el levantamiento del estado de alarma en nuestro país. ¿Merece la pena perdernos en debates gramaticales? ¿Hay diferencias científicas y reales entre la variedad de términos que se están usando para definir la situación actual de la pandemia en España? ¿O son eufemismos que contribuyen a apaciguar el miedo social y la preocupación? Los expertos esperaban un aumento progresivo de la incidencia, pero no con los ritmos diarios que exhibe. En este artículo analizamos los datos, aportamos el punto de vista de varios especialistas y exponemos las perspectivas más inmediatas. Y no nos olvidamos de recordarte cómo todos podemos frenar, de nuevo, la curva de contagios.
Brotes, segunda ola… de covid-19
El Gobierno rechaza hablar de ola; habla solo de brotes. Pero ya hay una comunidad autónoma que admite encontrarse en medio de una segunda ola: el País Vasco. Es la primera en asumirlo. Y eso que su situación es mucho mejor que las de Aragón y Cataluña, regiones de Europa que registran las mayores tasas diarias de contagios en estos momentos.
Tal vez haya que mirar algo más lejos de nuestras fronteras para asignar el valor justo de la palabra sobre lo que sucede en España. Miremos a Alemania, por ejemplo. Allí, la asociación médica Marburger Bund no se anda con rodeos y asegura que los germanos se encuentran en medio de la segunda ola de contagios por coronavirus. No hay para ellos focos, brotes ni rebrotes, palabras tranquilizadoras que seguramente apaciguan la conciencia e invitan al relajamiento social. Los casos diarios de contagio superan los mil diarios. España presenta una tasa muy superior. En la última semana de julio se diagnosticaron en nuestro país 14.000 casos (2.000 diarios de media), si bien la letalidad nada tiene que ver con la del mes de abril y la tasa de asintomáticos supera el 60 %.
Alemania habla de ola. Y, sin embargo, puede presumir de ser el país europeo más robusto frente a los estragos de la pandemia. Según las estadísticas oficiales, allí han fallecido en torno a 9.200 personas por la acción del virus. España multiplica por tres el número de fallecidos, y eso que nuestra contabilidad solo incluye a las defunciones confirmadas por test PCR.
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Según las cifras oficiales de Sanidad, los «brotes» activos del coronavirus rozan el número de los 600 en toda España con más de 300.000 contagiados en total. De ahí que distintos expertos aconsejen hablar de nueva ola de la pandemia. Sin ambages ni sutilezas.
Es el caso del doctor Miguel Marcos, integrante del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL). Para este científico, «es evidente por la foto de los casos nuevos en España que estamos en la segunda ola. Si no lo reconocemos, me temo que estamos yendo mal desde el principio».
En este juego sintáctico entre brotes y olas, otra reputada especialista es partidaria de emplear el término de mayor contundencia. Según María Neira, directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS), «podemos pensar que estamos dentro de esa primera oleada, que el virus sigue circulando alrededor del mundo. Esa estacionalidad que al principio queríamos adjudicarle no parece que esté sucediendo».
Tomemos como ejemplo la evolución de la Comunidad de Madrid durante el mes de julio. Según la Consejería de Sanidad, esta comunidad registró 325 casos de coronavirus la primera semana de julio, 634 casos la segunda, 1.332 casos la tercera y 2.605 la cuarta. ¿Brotes o nueva ola? Seguramente el hecho de que solo el 1 % de los afectados requiera hospitalización y que el 60 % sea menor de 40 años invita al eufemismo sintáctico. Se llega a hablar incluso de «oleada plana«, que encierra una irrefutable contradicción.
En la cultura estival española, la palabra «brote» la mayoría de las veces se ha asociado a la típica intoxicación alimentaria, como en el caso de la Salmonella, con casos muy aislados y focalizados. Por definición, un brote es algo que sale, que nace, que irrumpe. Pero convivimos con el coronavirus desde febrero. Nunca se ha marchado. Solo se ha atenuado, como las olas que van y vienen…
El peligro: la saturación del sistema sanitario
¿Qué perspectivas esperan tal y como está la situación? Para responder a esta pregunta conviene formular antes esta otra: ¿Quién pensaba en el mes de marzo que todos los habitantes de los pueblos y ciudades de España tendrían que salir a la calle en agosto con mascarilla?
La estacionalidad del virus, con menor incidencia en altas temperaturas, no es algo claro a estas alturas. Según Mike Ryan, director de Emergencias Sanitarias de la OMS, «no tenemos datos que indiquen que el virus puede actuar de forma más agresiva o transmitirse mejor o no» en el invierno.
Pero lo que sí es innegable es que con temperaturas más bajas los sistemas sanitarios tienden a saturarse. La afluencia a consultas y hospitales se dispara con pacientes aquejados de asma, gripe, bronquitis, resfriados, dolores articulares… Detectar pacientes con coronavirus será mucho más complicado pues los síntomas pueden confundirse con una simple gripe u otras enfermedades respiratorias. Habrá otros factores que compliquen aún más las cosas, como la fatiga del personal sanitario. De ahí que sea fundamental extremar nuestra prevención contra enfermedades comunes para no poner al límite a los sistemas de salud.
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La Academia de Ciencias Médicas del Reino Unido se ha atrevido a pronosticar que los casos de covid-19 aumentarán nuevamente en otoño y alcanzarán su punto máximo en enero y febrero. El título del informe que ha elaborado es significativo: ‘Preparándose para un invierno difícil, 2020-21’. El documento se atreve a poner números: en Reino Unido podrían morir 120.000 personas entre este otoño y junio del año que viene por coronavirus en el escenario más negativo.
Medidas de obligado cumplimiento (y alguna reflexión)
?? Evitar aglomeraciones en recintos cerrados. El ocio nocturno, la reapertura de espacios públicos de masas y las celebraciones en grupo de amigos y familiares son en estas fechas el epicentro de los nuevos casos de contagio. Seguramente la mayoría de los infectados pensaban que tenían un destino aparte y que a ellos nada les iba a suceder. Hay que pensar todas las veces que haga falta antes de dar un mal paso.
?? Uso correcto de la mascarilla. Las autoridades han hecho énfasis en el empleo obligatorio de la mascarilla, pero no tanto en cómo debe llevarse puesta. Basta salir a la calle para que, en unos minutos, comprobemos que en muchos casos se convierte casi en un complemento de moda. Muchos ciudadanos llevan la mascarilla como brazalete, collar o muñequera. Y si la llevan puesta, en infinidad de casos deja la nariz al descubierto. La mascarilla debe ajustar bien y renovarse periódicamente.
?? Distancias de seguridad. Cada uno de nosotros debiera haber sido capaz de desarrollar en estos duros meses un radar interno que nos llevara a respetar los dos metros de distancia sin necesidad de pensar. Debiera ser casi un acto reflejo. Mucha gente está además equivocada y conviene subrayar que el uso de la mascarilla no reemplaza el distanciamiento social. Debe usarse mascarilla y guardar distancia mínima.
?? Lavarse las manos frecuentemente. No es tiempo para ser ahorrativo con el agua. Hay que lavarse las manos a conciencia después de haber estado en un lugar público, o después de sonarse la nariz, toser, estornudar, cuidar a personas enfermas…
?? Cubrirse la boca al toser y estornudar. Ya sea con un pañuelo desechable o con la parte interna del codo.
?? Limpiar y desinfectar a diario las superficies que se tocan con mayor frecuencia. Dentro de las viviendas, hay que prestar atención a la desinfección de grifos, picaportes, utensilios de cocina, teclados de ordenador, teléfonos…