No hay ningún tratamiento que haya contribuido tanto a aumentar la esperanza de vida como las vacunas. Rino Rappuoli, uno de los investigadores en vacunas de la Escuela de Medicina de Harvard, suele ilustrarlo diciendo que “sin vacunas volveríamos a tener una esperanza de vida de 50 años o menos”. Ahora que se habla tanto de la ansiada vacuna de la covid-19, repasamos otras que también son vitales. Te contamos qué son las vacunas, por qué son necesarias en la etapa adulta y qué tipo de inmunidad proporcionan.
Qué es una vacuna
¿Qué es exactamente una vacuna? «Hablamos de un medicamento con unas características muy singulares porque habitualmente no es una sustancia química, sino un producto biológico, y como tal está sometido a controles de seguridad, estabilidad, eficacia… Su objetivo es generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos». La explicación la da Ángel Gil, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, que diferencia dos tipos de vacunas según su clasificación microbiológica y clínica:
- ? Las vacunas atenuadas o vivas, elaboradas con microorganismos o sus derivados, cuya actividad está disminuida. Por ejemplo, las vacunas del sarampión, la rubeola, la varicela o el rotavirus. Pueden emplearse en toda la población, excepto en las personas inmunocomprometidas, porque en ellas pueden inducir la enfermedad.
- ? Las vacunas inactivadas, en las que esa materia prima (bacterias, virus o sus subunidades) está muerta. Por ejemplo, las vacunas de la gripe, la hepatitis A o el virus del papiloma humano (VPH). Se pueden administrar a toda la población, incluso a embarazadas. Son más seguras, pero suelen requerir más de una dosis de recuerdo no solo para los niños.
Adultos: tres razones para vacunarse
Casi recién nacido, un bebé recibe la primera dosis de una vacuna, la de la hepatitis B, y a partir de ahí unas cuantas más contra esta enfermedad (dosis de recuerdo) y contra otras a los 2, 4, 11 y 12 meses de vida. Es un tratamiento muy ligado a la infancia, pero no exclusivo de esta etapa de la vida. Los adultos también deben vacunarse, por tres motivos:
- 1. Muchos adultos tienen enfermedades, como, por ejemplo, la diabetes, que van acompañadas de inmunosupresión. Esto quiere decir que son más vulnerables al ataque de agentes infecciosos externos.
- 2. A partir de los 60 años de edad se produce un fenómeno conocido como inmunosenescencia, por el cual nuestro sistema inmunitario se va debilitando y el organismo responde peor ante las enfermedades infecciosas.
- 3. La protección que teníamos cuando nos vacunaron de niños con el tiempo tiende a desaparecer y, en algún caso, es necesario reforzarla con dosis de recuerdo.
¿Por qué son necesarias las vacunas?
Un adulto debe vacunarse porque es la mejor forma de proteger su salud y la de su entorno al reducir la probabilidad de enfermar y de transmitir ciertas patologías. En el caso de las vacunas contra enfermedades ocasionadas por bacterias, es otra manera de luchar contra la resistencia bacteriana a los antibióticos. El uso inadecuado de estos medicamentos ha hecho que pierdan su capacidad antiinfecciosa, lo que constituye uno de los retos de salud pública más importantes.
La vacunación, por tanto, reduce la necesidad de la población de recurrir a los antibióticos y, en consecuencia, disminuyen las probabilidades de que las bacterias desarrollen resistencias a ellos. «Es un efecto indirecto que tiene este tipo de vacunas, sobre todo, las utilizadas frente a la neumonía neumocócica, la principal causa de muerte por una enfermedad infecciosa», apunta Ángel Gil.
La Streptococcus pneumoniae ocasiona entre 9.000 y 10.000 muertes por neumonía en España todos los años, sobre todo, entre los ancianos. Uno de los problemas para hacerle frente es que este microorganismo se ha hecho resistente a los antibióticos convencionales y la vacunación ha ayudado a invertir ese proceso: «Hay un 20 % de pacientes a los que damos antibióticos y no responden a ellos. Disponer de una vacuna que reduce la circulación de la bacteria ha tenido como efecto colateral que esta vuelva a ser sensible a estos tratamientos».
Vacunas y tipos de inmunidad
Imagen: Arek Socha
Los dos grupos de vacunas se diferencian también en el tipo de inmunidad que proporcionan. Las elaboradas a partir de microorganismos atenuados inducen una inmunidad muy parecida a la natural, pero tienen la limitación de no poder emplearse en toda la población. «La inmunidad natural siempre es más fuerte y más duradera en el tiempo», explica Ángel Gil. No obstante, ello no justifica el argumento de los que defienden prescindir de las vacunas. «Pasar una enfermedad de manera natural entraña unos riesgos innecesarios, no parece la forma lógica de protegerse», añade.
Las vacunas inactivadas, como la del tétanos, se diferencian de las anteriores en que su inmunidad inicial no es tan potente, “pero gracias a las dosis de repetición que se administran, conseguimos un alto nivel de protección frente al patógeno”, puntualiza el catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos.
Vacunas: dosis y frecuencias recomendadas
Desde 2019 todas las comunidades autónomas administran las mismas vacunas. El Consejo Interterritorial de Salud, el órgano de coordinación de los servicios de salud autonómicos, aprobó el calendario de vacunación a lo largo de la vida. Puede variar la modalidad de vacuna que se aplica, pero las enfermedades contra las que se protege son las mismas: gripe, varicela, sarampión, rubeola, paperas, difteria, tétanos, tosferina y enfermedad neumocócica. El objetivo es de salud pública; se trata de proteger a todos los ciudadanos, independientemente del lugar de España donde residan.
Todas las comunidades tienen, además del calendario convencional, uno acelerado destinado a grupos de población específicos, como los inmigrantes, para poner al día las vacunas que no hayan recibido en su país de origen. Este programa se aplica tanto a los niños como a la población adulta. De esta manera se minimiza el riesgo de transmisión de enfermedades.
El calendario está sujeto a modificaciones periódicas en función de las aportaciones de la evidencia científica. Uno de los cambios más frecuentes tienen que ver con las dosis de recuerdo. La que se ponía contra el tétanos en la edad adulta cada diez años, ahora se ha espaciado, explica Ángel Gil: «Si una persona ha recibido cinco o seis dosis de la vacuna durante la infancia, bastaría con ponerse una de recuerdo antes de los 35 años, otra antes de los 60 y la última después de esa edad». El número de dosis también ha variado en la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH). Cuando comenzó a aplicarse en 2008 se ponían tres dosis y ahora son dos.
¿Es obligatorio vacunarse?
La vacunación en España es una recomendación. Sin embargo, puede hacerse obligatoria ante un brote epidémico. Las autoridades sanitarias echan mano en esa circunstancia de la Ley General de Salud Pública que establece que en esta materia debe primar siempre el bien de la colectividad. “En el caso del sarampión, el calendario prevé, incluso, que en situaciones de riesgo el tratamiento se administre a los seis meses (ahora se pone a los 12 meses), siempre primando el bien del grupo”, apunta Ángel Gil.
Las sentencias de los jueces, recuerda el catedrático, siempre se han mostrado a favor de proteger la salud pública; la jurisprudencia es clara. Todo el cuerpo legislativo en España está orientado en esa dirección. Por ese motivo la vacunación puede ser forzosa ante el peligro de una epidemia. A día de hoy no hay nada decidido, pero cuando esté disponible la vacuna contra la covid-19, podría hacerse obligatoria basándose en ese criterio.
Para evitar que en los próximos meses los efectos del coronavirus pueden sumarse a los ocasionados por otros virus y llegar a colapsar el sistema sanitario, la campaña de vacunación contra la gripe se ha adelantado a la primera quincena de octubre, según ha comunicado el Ministerio de Sanidad. Ángel Gil explica que vacunarse contra la gripe y contra la neumonía neumocócica siempre es positivo, pero este año que van a coexistir con el coronavirus, todavía más.