Rastrear el origen del contagio para evitar que se propague el virus. Los expertos coinciden en que esta es una de las claves para combatir la pandemia de la covid-19, que mantiene unas cifras muy preocupantes de contagios, ingresos hospitalarios y fallecimientos en buena parte del mundo, incluida España. Desde marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia, los investigadores cada vez conocen mejor cómo funciona el SARS-CoV-2. Por eso, se utilizan distintos sistemas para dar con los brotes y detener la cadena de contagios. Explicamos varios de ellos, como el número reproductivo básico (R0), el factor k, los modelos de rastreo y las herramientas tecnológicas disponibles.
El virus, muy contagioso, destaca por la velocidad de su propagación. Así, sabemos que no todos los infectados contagian por igual, sino que unas pocas personas (10 %-20 % de los casos) son capaces de contagiar a mucha gente (80 % de las transmisiones). Otra de las certezas confirmadas es que gran parte de estos brotes comunitarios están vinculados a eventos concretos, fundamentalmente celebrados en espacios cerrados, en los que participan grupos amplios (una reunión familiar, una fiesta, un concierto, por ejemplo). De ahí la importancia que supone el rastreo para conectar los positivos detectados con los eventos donde se contagiaron. Esta es la teoría, pero la práctica demuestra que algo está fallando al aplicar los sistemas de rastreo, al menos en España.
Número R0 y factor K: parámetros que se complementan
Una de las dudas es la relacionada con los parámetros que utilizan los expertos para controlar la expansión del virus. Hasta ahora, ha tenido mucha importancia el número reproductivo, o R, para medir cuántos contagios produce de media cada caso diagnosticado de covid-19. Esta métrica se refiere al número de nuevas infecciones que un individuo infectado puede causar en una población susceptible. Es decir, si una persona contagia a otras tantas, esos nuevos contagiados contagiarán a su vez a otras. Se establece así una cadena de contagios que recuerda a lo que sucede con la gripe.
Pero el patrón de contagios del SARS-CoV-2 no replica este modelo, sino que un número muy bajo de enfermos y unos pocos eventos superpropagadores son responsables de gran parte de los contagios. Aquí entra en juego otro parámetro, conocido como el factor K, que establece el ritmo de dispersión de los contagios. Un factor k bajo, cercano a 0, significa que la mayoría de los contagios se producen a partir de una minoría de casos; los estudios calculan que el k de la covid-19 puede ser de hasta 0.1. En otras palabras, si se localiza y actúa sobre los grupos (clústeres) donde se inician los contagios, se podría controlar mejor la enfermedad.
Entonces, ¿es realmente R0 un parámetro eficaz contra un virus tan atípico? ¿Hay que centrarse exclusivamente en el factor K para controlar los contagios? Los expertos coinciden en varios puntos.
Para empezar, el número reproductivo es “perfectamente válido para seguir la evolución de la pandemia, porque indica cuánto y cómo de rápido se está contagiando el virus”, afirma el especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública del Instituto Carlos III, Carlos Fernández. “Si el número R baja de 1, significa que tarde o temprano la epidemia se resolverá y acabará sola. De ahí que se vigile esa tasa en tiempo real para ver si las medidas que se adoptan son (o no) efectivas”, añade.
Pero como el índice de transmisión no es igual en todos los pacientes infectados, se hace necesario utilizar otros parámetros. Es aquí donde entra en juego el factor K, que mide la diferencia en la cantidad de personas que infecta cada paciente con coronavirus y ayuda a saber cómo se está contagiando el SARS-CoV-2. “En la transmisión de este virus, tenemos personas susceptibles de ser infectadas, pacientes infectados, otros que se han recuperado de la enfermedad y también personas que se encuentran en periodo de incubación, es decir, que están contagiadas pero que aún no presentan síntomas y todavía no son contagiosas. Por eso es importante conocer el factor K”, señala el director del Máster Universitario en Epidemiología y Salud Pública en la Universidad Internacional de Valencia, Vicente Zanón.
Modelos de rastreo
En países como Japón y Corea, que han aguantado mejor los embistes del virus, las autoridades sanitarias han centrado sus esfuerzos en rastrear hacia atrás, es decir, en buscar el origen del brote para controlar y detectar los eventos de superpropagación, responsables del 80 % de los contagios. En España, en cambio, el rastreo es hacia delante: cuando alguien da positivo, se busca a quienes pudo contagiar cuando aparecieron los síntomas. De hecho, en nuestro país apenas el 12 % de los positivos se asocia a brotes conocidos. ¿Implica esto que España está haciendo mal los deberes, al acometer rastreos poco eficaces y no controlar esos brotes superpropagadores?
Imagen: Gerd Altmann
“En un mundo ideal donde todos los casos se diagnostican rápido, cumplen el aislamiento desde el primer día y se rastrea y cuarentena a todos sus contactos de forma efectiva, el virus no puede seguir transmitiéndose y la epidemia termina sola. Estamos lejos de conseguir eso, porque el virus es complicado de rastrear (se transmite por las vías respiratorias, se contagia aunque no haya síntomas…) y porque no tenemos la capacidad de personal ni de sistemas en salud pública para abordar esa tarea. Por eso una de las reivindicaciones que no dejamos de repetir es que necesitamos mayor capacidad en la vigilancia, rastreo y control”, argumenta Carlos Fernández.
En su opinión, la diferencia entre los rastreos que se llevan a cabo en España con respecto a países como Corea radica en “el tiempo al que nos remontamos atrás” al hacer el seguimiento. En el caso español, los protocolos hablan de 48 horas antes del inicio de los síntomas, porque el objetivo es detectar a los posibles casos secundarios antes de que desarrollen la enfermedad y propaguen la cadena. En Corea, en cambio, los seguimientos se remontan mucho más atrás para identificar también a la persona puede haber contagiado al paciente, y a partir de ahí reconstruir los acontecimientos y llegar a todos los individuos susceptibles de haber sido infectados.
“Obviamente este método es más potente y permite un mejor control, pero también requiere de muchísimas horas de trabajo. Los sistemas de vigilancia y control epidemiológico coreano y japonés tienen mucho más personal que está más preparado para esta tarea. Sin olvidar que en esos países ha habido menos casos que aquí. En un contexto español de escasez de medios, tenemos que priorizar una cosa sobre la otra, y esa es una decisión complicada que depende de la realidad de cada territorio”, sostiene este experto en Salud Pública.
Radar COVID: el papel de la tecnología
Las herramientas tecnológicas juegan, además, un papel importante al reforzar la eficacia de los rastreos. Un ejemplo es la app Radar COVID, que permite saber si una persona ha estado en contacto (menos de dos metros y más de 15 minutos) con otra que haya declarado en la aplicación haber dado un resultado positivo en la prueba de la covid-19.
En España, a principios de octubre, solo un 10% de la población española se había descargado esta app móvil. “Ha habido problemas en su disponibilidad y con las claves de acceso, pero parece ser que ya está operativa en todo el territorio nacional. Ahora hay que concienciar a la población sobre la utilidad e importancia del radar”, afirma Vicente Zanón.
Este especialista en epidemiología insiste en que el elevado número de contagios descontrolados en España se debe, en parte, a que no se ha buscado el origen de los brotes. “Hemos tardado muchos meses en sacar el Radar COVID, y no tengo la impresión de que se esté promoviendo su uso de una manera suficiente. Las herramientas tecnológicas son vitales para controlar esta pandemia. Puede haber personas que han estado en contacto con el virus y no lo saben. Solo cuando has estado con alguien cercano (un familiar, un amigo, un compañero de trabajo) que ha dado positivo en un test, piensas que tú también puedes haberte contagiado”, lamenta Zanón.
Por eso, las políticas de salud pública que se centren en evitar eventos superpropagadores, como la restricción de aglomeraciones en espacios cerrados, pueden ser muy efectivas en doblegar la pandemia. Sin olvidar el refuerzo del rastreo, donde aún hay un amplio margen de mejora. “Hace falta más dinero público en forma de más profesionales cualificados, y también más inversión en sistemas de comunicación de la información, de coordinación entre diagnóstico-rastreo-seguimiento de las cuarentenas… Lo más inteligente es invertir todo lo posible en esto. Cuanto mejor sea nuestra vigilancia y control, menores serán las pérdidas humanas causadas por la epidemia, incluidas las económicas”, concluye el doctor Carlos Fernández.