Con la adolescencia llega una etapa de cambios. El organismo se acelera para completar el desarrollo corporal y neurológico, mientras evoluciona la relación con el entorno. Las amistades y otros modelos de conducta o estéticos hacen peligrar los hábitos saludables, y no solo en cuanto a alimentación. En esta segunda década de vida hay que tener mucho cuidado con los trastornos alimentarios. A continuación te contamos cuáles son y cómo poder darnos cuenta de que nuestros hijos pueden tener uno de estos problemas. Además, te detallamos qué ejercicio pueden hacer para estar más activos.
Sobrepeso y obesidad en la adolescencia
El 35 % de los españoles de entre 8 y 16 años tiene exceso de peso y, aproximadamente, el 12 % tiene obesidad, según datos del estudio PASOS 2019 sobre la actividad física, los estilos de vida y la obesidad de los jóvenes españoles, de la Fundación Gasol. El exceso de peso en la adolescencia es un fuerte predictor de obesidad en la edad adulta, puede ser altamente estigmatizante en este periodo de la vida y puede conllevar problemas sociales, empeoramiento de la calidad de vida y, evidentemente, problemas de salud asociados al exceso de peso.
Para prevenir la obesidad se debe facilitar a los adolescentes un ambiente (social, familiar, pero también físico y legislativo) que facilite la elección saludable. Los niños y niñas con padres y madres cuyo patrón de consumo no es el adecuado y que padecen exceso de peso tendrán un mayor riesgo de padecer obesidad en la infancia. Asimismo, la presencia de obesidad en la niñez se correlaciona con el riesgo de sufrirla en la adolescencia y esta, con la probabilidad de obesidad en la edad adulta. La prevención, por tanto, debe empezar de forma temprana, en el seno familiar.
El tratamiento de la obesidad en los adolescentes debería abordarse a través de un grupo interdisciplinar de profesionales sanitarios especializados como los dietistas-nutricionistas, que trazarán una terapia de modificación de estilo de vida eficaz y a largo plazo (cambios hacia una alimentación saludable, ser físicamente activo y minimizar conductas sedentarias). También se puede abordar, si lo requiere el especialista, con una terapia conductual y el uso de fármacos en el caso de que los prescriba un médico.
Otros peligros de la alimentación en la adolescencia
Aunque las tendencias están cambiando en los últimos años, probablemente las normas sociales impuestas a los dos géneros conferirán a las chicas un mayor riesgo de hacer dietas adelgazantes innecesarias, perder peso de forma no saludable y hacer menos ejercicio físico. Los chicos, por su parte, tienen más probabilidad de consumir alimentos insanos como la bollería, la comida rápida o las bebidas azucaradas. La toma excesiva de alcohol es un riesgo que ya se da en ambos géneros.
Tanto los medios de comunicación (incluyendo publicidad y redes sociales) como los familiares y su entorno directo pueden fomentar en los adolescentes esas conductas negativas, pero también pueden ayudar a introducir enfoques más saludables, incluyendo la alimentación y las bebidas.
Imagen: Budgeron Bach
Uno de los riesgos más acuciantes es el desorden alimentario, una alteración continua de la conducta alimentaria que conduce a un patrón de alimentación proclive a causar complicaciones físicas o psicológicas significativas. La autopercepción negativa (una percepción distorsionada de nosotros mismos) aumenta el riesgo de desórdenes como la anorexia, la bulimia y los trastornos por atracón, causando problemas nutricionales que comportan deficiencias en el desarrollo (físico, hormonal, reproductivo y cognitivo), un peso no saludable (por encima o por debajo de lo saludable) y una mala salud bucal (erosión, caries dentales y sangrado gingival).
Se estima que una de cada 10 chicas y que uno de cada 20 chicos podrían estar en riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria. De ellos, solo se diagnostica una tercera parte. Esto significa que existen muchos adolescentes vulnerables a padecer desórdenes alimentarios y que no reciben ayuda profesional.
Señales que alertan de un trastorno alimentario
Según la ‘Guía para padres’ de la Asociación de Trastornos Alimentarios de EE. UU., los signos emocionales, de conducta y físicos que nos ayudan a saber si nuestros hijos pueden estar en riesgo de sufrir trastornos de la conducta alimentaria son los siguientes:
- El adolescente expresa un miedo intenso a subir de peso.
- Se comprueba con mucha frecuencia en el espejo, para detectar defectos. Tiene una imagen negativa o distorsionada de sí mismo o está muy pendiente de la forma y el peso del cuerpo.
- Presenta conductas antisociales. Miedo a comer en público o con otras personas, propensión a guardar y esconder comida o tendencia a comer en secreto.
- Pide siempre porciones muy pequeñas o se niega a comer.
- Practica unos rituales inusuales con la comida: la corta en pedacitos muy pequeños, traslada los alimentos de un lado a otro del plato, pero sin ingerirlos.
- Su estado de ánimo es plano o falto de emoción. Rigidez en rutinas y conductas, con extrema ansiedad si se aparta de ellas.
- Sufre fluctuaciones de peso severas. En las chicas, retirada de la menstruación.
- Muchos problemas dentales.
- Tiene problemas de sequedad de piel, uñas, cabello fino, piel fría al tacto.
Consejos para una adolescencia activa
Según la guía ‘Pequeños cambios para comer mejor’, de la Generalitat de Cataluña, la actividad física en los adolescentes se basa en tres rutinas:
? El mínimo de ejercicio diario recomendado es de 60 minutos de actividad física moderada-intensa.
? Se recomienda que dos días o tres a la semana realicen actividades más intensas y vigorosas (deporte o actividades físicas extraescolares, ya sea en el ámbito competitivo o no).
? A primera hora de la mañana, antes del inicio de las clases o de las actividades diarias, es importante que los adolescentes realicen algún tipo de rutina física para activarse. Por ejemplo, ir a la escuela caminando, en bicicleta, en patinete no eléctrico o en monopatín (siempre con casco y si existen vías seguras destinadas para ello) como alternativas al transporte público.
¿Qué es actividad física moderada? Es el ejercicio que permite mantener una conversación realizando pausas para coger aire; por ejemplo: caminar a buen paso (a 10 minutos el kilómetro), ir en bicicleta a un ritmo tranquilo, trabajar en el jardín (barrer hojas o cortar el césped) o el juego activo con otros adolescentes. ¿E intensa? Ejercicios como correr, subir escaleras, nadar, hacer deporte, ir al gimnasio, saltar a la cuerda…