Aunque sabemos que consumir azúcar en exceso no es bueno para nuestra salud, la llegada de la Navidad con sus ricos dulces hace que más de uno se plantee si es momento de tomarse una tregua por unas semanas. Motivos para no endulzarse la vida en cada instante hay muchos, pero por si no eran suficientes, un informe de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) asocia la hiperglucemia (el exceso de azúcar en sangre) con una mayor necesidad de ventilación mecánica, ingreso en UCI y riesgo de muerte en los casos de relacionados con covid-19. Con esta información, en la que ahondamos a continuación, parece que ha llegado el momento de reafirmarse en el propósito de control para no caer en la azucarada tentación culinaria. Es tiempo de evitar el picoteo y apartar las bandejas repletas de turrón, polvorones, mantecados y mazapán que amenazan con el “cómeme” a todas horas. Te contamos cómo.
¿Cómo influye la hiperglucemia en la covid-19?
Según un estudio científico realizado por 25 médicos internos de la SEMI y publicado en Annals of Medicine, la probabilidad acumulada de mortalidad es significativamente mayor en pacientes con hiperglucemia en comparación con pacientes con normoglucemia, con independencia de la presencia de diabetes. Por ello, según se recoge en el informe, “la detección de hiperglucemia en pacientes con y sin diabetes preexistente y su tratamiento temprano deben ser obligatorios en el manejo de pacientes covid-19 hospitalizados”.
Además de ser un factor de riesgo, la hiperglucemia también se asoció con necesidad de aplicar ventilación mecánica, ingreso en UCI y mortalidad. “Las tasas de mortalidad hospitalaria fueron del 15,7 % para pacientes con glucemia inferior a 140 mg/dl, del 33,7 % para aquellos con 140-180 mg/dl y del 41,1 % para pacientes con más de 180 mg/dl de glucemia”.
El doctor Javier Carrasco, coordinador del estudio y del Grupo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la SEMI, considera que “todos los pacientes con covid-19 deberían evaluar su nivel de glucemia y, en caso de elevaciones, consultar con su médico. Los pacientes diabéticos podrían necesitar intensificación del tratamiento en las primeras fases de la enfermedad y en los pacientes no diabéticos podría ser necesario iniciar tratamiento”.
Los dulces navideños, una bomba de azúcar
Todos los dulces navideños tienen un alto contenido en azúcar. Si hacemos cuentas sobre 100 g, los mantecados y el roscón de reyes tienen 22 g de azúcar, el panettone 54 g, los mazapanes 58 g, los roscos de vino 65 g…
Imagen: guanabarino
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a los azúcares en dos tipos:
- Los buenos, que son los que ya tienen los alimentos, que no son perjudiciales, y se encuentran en las verduras enteras frescas y las frutas. Según la OMS, “no hay pruebas de que el consumo de azúcares intrínsecos tenga efectos adversos para la salud”.
- Los malos, los añadidos, que son los que debemos controlar y evitar. Para la OMS, “son los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores, así como los azúcares presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta (zumos)».
El organismo médico recomienda, tanto para adultos como para niños, reducir el consumo de estos azúcares libres “a menos del 10 % de la ingesta calórica total”. Aun así, lo más adecuado sería “una reducción por debajo del 5 %”, puesto que “produciría beneficios adicionales para la salud”.
Si hacemos los cálculos con una ingesta de 2.000 Kcal diarias, estos porcentajes equivalen en un adulto a unos 50 gramos de azúcar como máximo al día (25 gramos, si queremos estar en la zona más óptima). Con niños, las cifras bajarían a 30 gramos o, mucho mejor, 15 gramos.
Así se esconde el azúcar
Los azúcares añadidos se presentan con distintos nombres y apellidos en los alimentos: blanco, moreno de caña, refinado, jarabe de maíz, dextrosa, fructosa, glucosa, sacarosa, miel, almidón, lactosa, maltosa, jarabe de malta, melaza… Toda esta variedad de denominaciones hace que muchas veces cueste identificarlos en los productos que consumimos.
La única manera de detectarlos es leer el etiquetado y buscar directamente la palabra “azúcar” o uno de los anteriores sustitutos. Otra opción es consultar en la columna de hidratos de carbono la cantidad de azúcares añadidos.
La legislación establece que un alimento se considera sin azúcar, si contiene menos de 0,5 g por 100 g si es sólido o 100 ml si es líquido. Si es inferior a 5 g o 2,5 ml, se valora como con bajo contenido en azúcar. Si no se ha añadido ningún azúcar extra durante la producción, será un alimento sin azúcares añadidos, aunque deberá incluir la coletilla “contiene azúcares naturalmente presentes” si fuese el caso.
¿Qué pasa si nos pasamos con el azúcar?
Una ingesta excesiva de azúcar puede provocar una hiperglucemia en personas sanas. Para combatirla, el páncreas produce insulina extra para retirar toda la glucosa extra de la sangre. Y cuando esto ocurre y los niveles descienden con mucha rapidez, se genera una hipoglucemia —justo lo contrario— que se manifiesta con sensación de hambre, mareo o taquicardias.
Al final, si nos atiborramos con frecuencia a dulces y esos altibajos en la glucosa se producen con frecuencia, se aumenta el riesgo de padecer sobrepeso y se favorece el desarrollo de enfermedades metabólicas como la diabetes, cardiovasculares y problemas gastrointestinales o caries dental.
Cómo desengancharse de tanto dulce
Dejar o, al menos, moderar el consumo de azúcar se puede conseguir con ganas y fuerza de voluntad. Aquí tienes tres consejos para intentarlo:
- Come con regularidad. Lo idóneo es hacer cinco comidas al día, preferiblemente ricas en proteínas. De esta forma mantendrás niveles constantes de azúcar en sangre.
- ¿Antojo dulce?, toma fruta. Es mejor escoger un alimento con azúcar natural que añadido.
- Haz ejercicio y tu cerebro liberará dopamina, la hormona de la felicidad. Así controlarás la posible ansiedad provocada por el aburrimiento o la tristeza que puede que intentes calmar tomando dulce.