Practicar deporte es fuente de salud, favorece la sociabilidad, ayuda a liberar tensiones y permite la adquisición de valores y aprendizajes para la vida. Sin embargo, la influencia de todos los beneficios de la actividad física en los niños puede verse empañada por las actitudes violentas y las agresiones verbales y físicas que se producen en el entorno del deporte escolar. Desde las gradas —y en los hogares— se llevan a cabo algunas de las más dolorosas y menos ejemplarizantes: las ejercidas por los padres y las madres contra árbitros, entrenadores, jugadores, resto de los espectadores o sus propios hijos. Te contamos cuáles son esas conductas inapropiadas, qué repercusiones tienen en los más pequeños y qué se puede hacer para evitarlas.
La agresividad de los padres y las madres de los jugadores genera violencia en el deporte escolar. Así lo cree uno de cada cuatro vascos, según una encuesta* realizada a 820 personas en 2011 por el Gabinete de Prospección sociológica del Gobierno Vasco, donde también se apunta que la falta de educación (33 %) es otra de las razones principales. La excesiva competitividad (12 %), el contagio de las actuaciones de los de alrededor (10 %), la influencia de los medios de comunicación (4 %) y la falta de respeto al árbitro (3 %) también consideran que contribuyen, aunque en menor medida.
Y aunque es un sondeo de hace 10 años y limitado a un campo geográfico concreto (Euskadi), refleja una percepción muy generalizada que podría extrapolarse a otras comunidades y que los profesores de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) Juan Aldaz y Marian Ispizua también ven necesario citar en su informe** sobre la violencia en el deporte en esta región. En este documento, más actual en el tiempo (2019), se advierte de que “el mayor problema detectado en el deporte base y escolar es la permisividad de la violencia de baja intensidad ya que no es identificada como violencia. En el fondo nos encontramos ante un problema de la institucionalización y tolerancia de comportamientos como insultos o amenaza, con ‘pequeñas violencias’ que en gran medida pasan desapercibidas para aquellos que las ejercen y los que les rodean”. Y es aquí donde los progenitores tienen tarea, sin olvidar la labor de clubes, entrenadores, centros escolares, administración y medios. Porque al alentarlas o practicarlas todos estamos perjudicando a los niños.
Conductas inapropiadas de los padres en el deporte escolar
“En este ámbito —reconocen en el informe— los comportamientos violentos, más que entre los niños, se dan entre los espectadores, que en la mayor parte son familiares directos de los jugadores”. Esa agresividad que ejercen los progenitores en las competiciones deportivas se manifiesta de muy diversas maneras en las gradas. Las agresiones verbales hacia los deportistas son las más evidentes. Más residuales llegan a ser las físicas entre el público, pero ocurren, con sentencias de cárcel e indemnizaciones incluidas.
Imagen: Lara Jameson
Pero hay más conductas negativas (comportamientos de violencia y falta de respeto) propias de los que entienden que todo vale en el deporte. A veces, son difíciles de detectar, lo que las convierte en más peligrosas y extendidas. ¿Cuáles son esos comportamientos frecuentes más inapropiados? En el folleto del programa formativo ‘Entrenando a padres y madres’ del Gobierno de Aragón, elaborado por AFP-Grupo Consultores del Deporte con la opinión de padres, entrenadores, jueces, árbitros y deportistas, se citan los siguientes:
- Discutir con los padres de otros deportistas durante un entrenamiento o una competición.
- Recriminar al árbitro durante una competición cuando su actuación no te ha parecido acertada.
- Ridiculizar al adversario delante de tu hijo.
- Hablar despectivamente del comportamiento y de la forma como el entrenador hace su trabajo.
- Dar indicaciones técnicas a tu hijo antes, durante o después de una competición.
- Dar demasiada importancia y criticar su resultado en una competición.
- Molestarte o mostrar poco interés por acompañar a tu hijo un entrenamiento o competición.
- Pensar que tu pequeño podría dedicarse a otro tipo de actividades más provechosas que hacer deporte.
¿Por qué ocurren? Las altas expectativas que tienen los progenitores en sus hijos es un factor que incide enormemente en esos comportamientos descontrolados. En ellas se fija Fernando Gimeno, profesor de Psicología de la Actividad Física y del Deporte en la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de la Universidad de Zaragoza. En el año 2000 publicó el manual ‘Entrenando a padres y madres. Claves para una gestión eficaz de la relación con los padres y madres de jóvenes deportistas (guía de habilidades sociales para el entrenador)’ en el que se basa el material didáctico del programa aragonés. Según este experto, “para todo padre o madre que su hijo no cumpla con esas expectativas supone una situación estresante ante la que pueden aparecer comportamientos extremos, incluso en progenitores ejemplares en otros ámbitos. Y nadie te prepara para acompañar en la actividad deportiva de tus hijos. Tienes que aprender sobre la marcha cómo comportarte adecuadamente”.
- Alberto Soler (psicólogo): “Muchas veces toleramos actitudes hacia la infancia que no toleraríamos en otros grupos de edad o colectivos”
Influencia de estos comportamientos violentos en los niños
Dejarnos llevar por nuestra ira e irritabilidad ante ciertas situaciones estresantes no es recomendable en ningún caso. Tampoco lo es en el entorno deportivo ante los ojos y oídos de nuestros hijos. No todos los chavales reaccionan y les afectan de igual modo, pero un comportamiento inapropiado de los progenitores en el terreno de juego no tendrá una influencia positiva en ellos. “Los más vulnerables y dependientes de sus padres puede que tomen esas conductas como modelo y tengan tendencia a los comportamientos agresivos o, por el contrario, que tengan una frustración tan grande que les desanime seguir jugando”, comenta el experto.
En definitiva, se puede volver en nuestra contra, deteriorando la relación familiar, pero también repercute en el niño:
- dificulta su maduración y desarrollo emocional: baja autoestima, ansiedad, problemas de socialización…
- provoca que entre en competitividad con el equipo o algunos de sus compañeros.
- repite el comportamiento violento y puede llegar a escudarse en el “como lo hacen los mayores…”.
- adquiere valores negativos, como el machismo o la xenofobia.
- favorece la pérdida de motivación por la práctica del deporte e, incluso, el abandono del mismo.
También en el informe vasco se alerta de qué puede suceder si no se actúa en la etapa escolar: “Si no se adquiere por parte de los deportistas cierta educación y cultura deportiva, es muy probable que en el deporte aficionado también surjan actitudes y comportamientos violentos que serán más probables si la propia personalidad de los participantes no es adecuada”. Y al respecto, Fernando Gimeno también repara en la gravedad social de este tipo de incidentes antideportivos cuando se producen en localidades pequeñas donde todos se conocen y comparten más que afición deportiva.
Qué se puede hacer: ejemplos de conductas adecuadas y otras acciones
Imagen: joshdick75
Entre las posibles soluciones para paliar los comportamientos violentos en el deporte figuran la aplicación de programas de concienciación de familiares de los deportistas, así como también aquellos que incidan en la educación en valores y otros más específicos de educación de deportistas, sin olvidar implantar mayores sanciones a las acciones violentas. La presencia de cuerpos y fuerzas de seguridad en partidos de riesgo (como medida disuasoria) o la puesta en valor desde los clubes y medios de comunicación de la ausencia de incidentes en encuentros que se prevén conflictivos también ayudan, en opinión del psicólogo del deporte consultado.
Una campaña preventiva curiosa es la catalana ‘Jo sempre hi guanyo’, con la que se promueve un sistema que puntúa el comportamiento de jugadores, entrenadores, padres y público, de tal manera que esta puntuación puede afectar el resultado de los partidos. Así, la solidaridad y el esfuerzo en común pueden decidir un empate o incluso dar la vuelta al marcador. En esos partidos no hay árbitro, sino un tutor de juego que tiene en cuenta las buenas y malas acciones, por lo que, si un jugador ayuda a un contrincante lesionado, suma, pero si los seguidores de un equipo insultan, resta. Además, cuenta con un “comité de valores” para, si conviene, actuar de mediador entre los padres.
Pero, específicamente para los padres y madres, ¿qué se puede hacer? Sin duda, participar en programas formativos de los clubes con talleres prácticos de forma simultánea con los entrenadores, como el impulsado desde el Gobierno de Aragón, es una medida de prevención “útil”, siempre y cuando se desarrollen con profesionales preparados (psicólogos).
Sin embargo, “de cara a la corrección de comportamientos anómalos, estas acciones formativas tienen un efecto limitado”, confiesa el psicólogo, quien considera que deben ir acompañadas de acciones más cercanas en el tiempo al evento deportivo para tener más éxito. ¿Cuáles? Una reunión previa al partido del entrenador con los padres para recordar su compromiso con los comportamientos excelentes en la grada ayuda a que la labor formativa anterior tenga el resultado esperado. Es decir, el papel del entrenador, con habilidades sociales y educativas, resulta clave. “Cada vez más entrenadores están comprendiendo que no solo se deben preocupar del entrenamiento de sus jugadores, sino también de sus padres cuando son menores de edad”, asegura el profesor.
Pero, en general ¿qué comportamientos son apropiados y conviene poner en práctica? El programa formativo aragonés anima a actuar de la siguiente manera:
- Muestra respeto y cordialidad en las competiciones con entrenadores y deportistas de los equipos contrarios.
- Respeta, comprende y apoya la función de los árbitros en las competiciones.
- Muestra interés por el trabajo que el entrenador hace con tu hijo y sobre lo que espera de la relación y colaboración con los padres.
- Anima a tu hijo cuando hace deporte, apoyándole, reconociendo su esfuerzo e interés, pero evitando “hacer de entrenador”.
- Mantente tranquilo y confía en él cuando, durante un entrenamiento o una competición, cometa un error o no le salen las cosas.
- Aplaude las buenas actuaciones tanto de tu hijo como las de sus compañeros de equipo y del equipo contrario.
- Acepta los éxitos y fracasos de tu hijo, aprendiendo de estas experiencias.
- Colabora con él, su entrenador y su colegio o club o equipo en los entrenamientos y en la organización de actividades y competiciones.
En ese mismo sentido se recomiendan buenas prácticas como las de este decálogo del buen espectador de deporte escolar, donde Kirolalde (Comité Vasco contra la violencia en el deporte) recuerda, entre otras cosas, que como padres somos un ejemplo para nuestros hijos.
Desde 2017 otro recurso muy práctico nos enseña cómo sacar al deporte el máximo partido en la educación de nuestros pequeños. Se trata de la guía ‘Manual para padres: deporte y valores’, elaborada por la Fundación Mutua Madrileña, en colaboración con la Fundación Deporte Joven del Consejo Superior de Deportes (CSD). El libro, redactado por los expertos de la Escuela Deporte y Crecimiento Personal Guillermo Calvo y David García, ofrece herramientas para manejar expectativas, reconducir frustraciones o gestionar actitudes violentas. Los títulos de algunos de sus capítulos nos pueden servir para hacernos una idea: ¡Árbitro, ponte gafas!”, “¡Hijo, demuéstrale quién manda!” o “El entrenador no tiene ni idea”.
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(*) ‘Práctica de deporte y comportamientos violentos en competiciones deportivas‘
En las competiciones deportivas hay reglas y normas, pero no en las gradas ni en los entrenamientos, recuerda el psicólogo del deporte, Fernando Gimeno, aunque determinados clubes “gestionan muy bien sus normas que fomentan vivir el deporte de forma respetuosa y correcta”.
Una de ellas tiene que ver con la expulsión en estos entornos deportivos de quienes tienen un comportamiento violento. “Si ocurre, se debe actuar en el momento. Es lo que hacen los buenos entrenadores con los jugadores que llevan a cabo una conducta inapropiada en los entrenamientos: a la grada o al vestuario”, señala el experto. ¿Y si es un padre o una madre en un partido? “Separar a una persona de la situación en la que está generando un daño grave siempre es una acción educativa correcta. Pero debe ir acompañada de otro tipo de acciones: reeducación al padre o acompañamiento del niño del progenitor expulsado, de cara a no estigmatizarle y que siga recibiendo apoyo del club”, apunta.