El 40,6 % de los menores de entre tres y ocho años en España sufre sobrepeso u obesidad, y la mayoría de ellos seguirán padeciéndolo de adultos. A la atracción que niños y adolescentes sienten por el azúcar y los alimentos ultraprocesados, se une otro condicionante que empaña aún más su bienestar: solo un 37 % de ellos alcanza la hora mínima diaria de actividad física que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Qué está pasando? ¿Qué podemos hacer? Como detallamos a continuación, fomentar el deporte desde pequeños e implicarse con ellos en su actividad es la clave para que disfruten del ejercicio y lo incorporen en su vida cotidiana, sin traumas ni sacrificios.
Si existiera una pastilla que garantizara a nuestros hijos una buena salud de por vida, ¿se la daríamos? La respuesta es obvia, pero quizá lo que muchos desconocen es que esta píldora milagrosa y carente de efectos secundarios ya existe: se llama ejercicio y está al alcance de todos. No es un fármaco, pero se puede decir que es medicina. La ciencia confirma que practicarlo incrementa de forma considerable las posibilidades de que nuestros pequeños no sufran enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes o diferentes tipos de cáncer en su edad adulta. De paso, además, la actividad física también ayuda a socializar, favorece la autoestima y mejora el rendimiento académico.
Es cierto que practicarlo no es tan sencillo como meterse algo en la boca, pero moverse tampoco requiere de mucho esfuerzo, o al menos eso parece si nos ceñimos a los argumentos que nos da la biología: estar activo es algo para lo que los seres humanos estamos naturalmente diseñados y no hacerlo deteriora poco a poco nuestro organismo. Justo, lo que está ocurriendo.
Los niños de hoy, una generación con menos esperanza de vida
Según el estudio ‘Pasos 2019’ realizado por la Fundación Gasol, solo un 36,7 % de los niños y adolescentes de nuestro país cumple con el mínimo de 60 minutos al día de actividad moderada a intensa que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
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Este sedentarismo, unido a una dieta nada saludable, forma un nocivo cóctel capaz de provocar que, por primera vez en la historia, esta generación de niños se convierta en la primera que viva menos que sus padres. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para el 2050 se reducirá la esperanza de vida en tres años.
Esto sería consecuencia de la aparición prematura en los jóvenes de enfermedades que hasta ahora habían sido típicas de adultos. Patologías físicas provocadas por el exceso de peso, pero también emocionales, como la falta de autoestima y depresión. “Cuando un niño en su infancia acumula grasa y llega a la adolescencia con esos kilos de más, es más que probable que sea un adulto con sobrepeso u obesidad. Esto se traduce en kilos extra para el organismo, pero también en un estado latente de inflamación capaz de alterar el metabolismo de la persona, algo que termina generando enfermedades como diabetes, hipertensión y colesterol alto en sangre”, explica Carmen Pérez-Rodrigo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesora de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). “Lo normal era que este tipo de trastornos se presentara en la cuarta época de la vida de las personas, pero los médicos lo estamos viendo cada vez antes, en concreto en chavales de 12 y 14 años”, añade.
Los niños cada vez se mueven menos
La realidad es que las cifras son descorazonadoras. El 34 % de la población española de entre 3 y 24 años tiene obesidad o sobrepeso, cifra que asciende hasta el 40 % en el caso de los niños entre tres y ocho años, según indica el ‘Estudio Nutricional de la Población Española’ (ENPE 2020), publicado en la Revista Española de Cardiología (REC) e impulsado en su origen por Fundación EROSKI. El estudio analizó la influencia que tiene el estilo de vida de los más pequeños con el exceso de peso y los factores de riesgo cardiovascular. Una de las causas de estos datos es que los niños no se mueven.
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El mínimo que marca la OMS para los mayores de cinco años es una hora de actividad física en la que combine actividades de intensidad de moderada a vigorosa o alta, es decir, que acelere la respiración y el ritmo cardiaco. Además, a medida que los niños van cumpliendo años, el número de minutos empleados en el ejercicio va disminuyendo. El estudio ‘Pasos’ también refleja que, en secundaria, los datos de actividad son aún peores, con el 72 % de los estudiantes declarados completamente sedentarios, frente a los 55 % de primaria. Hay muchas razones para que esto ocurra, más allá de la pereza típica de la edad del pavo o la adicción a los videojuegos.
Los niños deben estar activos desde la cuna
Moverse no es sinónimo de hacer deporte, sino de saltar, trotar, escalar, bailar, correr… En definitiva, lo que es importante es la actividad física. “Hay que fomentarla desde que los niños son lactantes, ya que es entonces cuando los pequeños aprenden a moverse y adquieren todas esas habilidades que les van a permitir desplazarse con más destreza y, por lo tanto, disfrutar mientras se mueven”, indica Carmen Pérez-Rodrigo.
Es más fácil adquirir los hábitos en la infancia. Ocurre con la alimentación. Es complicado y poco realista cambiar el patrón alimenticio de forma drástica a los 40 años. Y aunque se puede conseguir, lo normal es que para lograrlo o se está muy motivado –casi siempre subyace un motivo de salud– o se termina reincidiendo en los “malos hábitos”. Con el ejercicio pasa lo mismo. “Por ello es importante estimular las habilidades motrices desde pequeños y que los menores aprendan a disfrutar mientras lo hacen, porque si se obliga a un adolescente a que se mueva cuando no está acostumbrado y, además, tiene dificultades o resulta torpe a consecuencia de que nunca ha practicado ejercicio, se le puede crear un conflicto psicológico y social, ya que lamentablemente la mayoría de las actividades deportivas que se plantean para los menores, tanto desde los centros escolares como fuera, son competitivas”, relata la experta.
Menos tiempo sentados
Hay que moverse más y, para ello, no hay que estar mucho tiempo sentado. “Cuando llevamos más de 60 minutos sentados, tanto niños como adultos, hay que levantarse y estirarse, aunque solo sea para mover las extremidades y activar las masas musculares, la circulación y el metabolismo”, comenta Pérez-Rodrigo.
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En algunos centros escolares existen algunas iniciativas al respecto, con interrupciones dentro del horario escolar para provocar que los niños dentro del aula roten, se cambien de sitio, se levanten y se muevan, evitando que pasen mucho tiempo quietos en el mismo sitio. En otros, tienen puesto en práctica otra táctica, llamada el descanso activo, que introduce pequeñas píldoras de tres a cinco minutos de ejercicios entre clase y clase.
Menos pantallas
En casa el sedentarismo se agrava. Con una media de seis horas de deberes a la semana, somos uno de los países que más tareas encarga a los menores. Y a este exceso de tareas escolares se suman con fuerza el uso de las pantallas, que ha aumentado de manera generalizada durante la pandemia.
Las pantallas tienen mucha culpa de todas estas preocupantes cifras, pero también la pasividad de los progenitores ante el ejercicio. Un estudio elaborado por la Universidad Internacional de Barcelona (UIC Barcelona) y publicado en febrero de 2021 por la revista Healthcare, analizó la relación estrecha que existe entre estar sentado delante de una pantalla y la ingesta de los alimentos poco saludables, y concluyó que los niños que pasan más de una hora frente a ellas comen más dulces, bebidas azucaradas, comida rápida y snacks que aquellos que ocupan su tiempo libre practicando deporte.
Un asunto de toda la familia
Una vez más, lo mejor es convertirse en un ejemplo y animar a nuestros hijos a practicar habitualmente algún deporte y organizar actividades físicas en familia, como hacer ejercicio, senderismo, paseos al aire libre, nadar, montar en bicicleta, ir en patines… Los niños y las niñas necesitan que se les acompañe y tener modelos de referencia, bien sus hermanos y hermanas mayores, progenitores u otros familiares, en los que fijarse a la hora de moverse. Solo con el hecho de bajar las escaleras sin usar el ascensor o ir andando al colegio, ya se está dando ejemplo.
Los niños aprenden de sus padres, tanto lo bueno como lo malo. Así lo demostró un estudio realizado por la Universidad de La Rioja y publicado en el Journal of Sports Sciencie and Medicine, que escogió aleatoriamente a 1.978 alumnos entre 12 y 16 años. Según estos investigadores, que un adolescente sea físicamente inactivo es cuatro veces más probable si sus padres nunca han participado en actividades físico-deportivas en su tiempo libre. Cuando los padres se involucran en actividades o le dan gran importancia al ejercicio físico, el sedentarismo se reduce.