Los pasajeros llegan al aeropuerto dispuestos a emprender el vuelo en unas condiciones que no siempre son las más apropiadas. Retrasos, discusiones con el personal del aeropuerto, largas colas para recoger un billete y facturar el equipaje, problemas de espacio entre los asientos… son situaciones comunes que provocan que el pasajero vuele en estado de alta tensión. Es lo que se conoce como furia del pasajero o furia aérea. Un fenómeno con escasa repercusión pública que tiene muy preocupados a quienes padecen sus efectos.
Casos encubiertos
La furia del pasajero, air rage en inglés, recuerda más a un título cinematográfico que a un hecho real. Sin embargo, el director de Seguridad del Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA), Jesús González, explica que se dan más casos de lo que sería aceptable. “Lo que sucede es que las propias compañías aéreas evitan que tengan trascendencia y lo que no está escrito, no existe. La tripulación lo ha gestionado así para que no se deriven consecuencias negativas”, apostilla.
Aquello que es una realidad para los pilotos, no lo es tanto para las compañías. Desde Londres, la compañía British Airways afirma que la furia aérea “es un suceso poco habitual”. Entre abril de 2000 y marzo de 2001 la aerolínea británica contabilizó 232 casos. Esta cifra equivale a cerca de un incidente por cada millón de pasajeros transportados. “Cada año vuelan con nosotros más de 41 millones de pasajeros y operamos más de 300.000 vuelos”, informan desde la aerolínea.
Además del cargo citado, Jesús González es investigador de accidentes aéreos y afirma que el aumento de episodios de este fenómeno aún no es causa de catástrofes, aunque podría serlo en un futuro. “Estamos muy preocupados, porque nosotros vemos todo el iceberg y a las compañías apenas les llega el 3% de los incidentes que se producen dentro”, explica.
Según el máximo responsable de Seguridad del SEPLA, antes de que trascienda un caso se intenta lograr un acuerdo entre la tripulación y el viajero alborotador. “Llega un momento en que se le deja de servir alcohol, incluso hay compañías que fichan, a través de unos impresos, a ese pasajero”, explica. El problema es otro. “En la mayoría de los casos estos hechos no se denuncian y quedan archivados dentro del avión”, sentencia González.
Factores determinantes
“Los pasajeros estallan a bordo por las incomodidades que soportan antes de montarse en el avión”. Con esta frase, enunciada por González, podría resumirse la escalada de este fenómeno. Razones personales o de trabajo -subjetivas- o que se derivan del propio viaje -objetivas- provocan el descontrol en algunos viajeros. “No pensamos que vengan predispuestos a sufrir un episodio de violencia, pero estos pasajeros reaccionan con furia porque consideran que están siendo objeto de una agresión”, explica González. Pérdidas de las conexiones, sentirse maltratado por la compañía aérea y por los sistemas aeroportuarios provocan el descontrol. Los retrasos en los vuelos, las largas esperas, las discusiones con el personal del aeropuerto son causas fundamentales en el agravamiento de la pérdida de control de estos pasajeros”, enumera.
“Los pasajeros estallan en el avión porque los vuelos reúnen todas las condiciones para ello”, asegura González. “El usuario se halla en un espacio vital cerrado. La burbuja de protección que todos tenemos a nuestro alrededor se ve muy reducida. Nos encontramos codo a codo con nuestro compañero de viaje, sentimos invadida nuestra privacidad, la comodidad es mínima y, además, consideramos que la publicidad que habíamos leído no se cumple”, explica el portavoz del SEPLA. Todo ello hace que se pierdan los nervios. Sin embargo, conviene saber que es el peor sitio para hacerlo. “No se puede consentir aunque la base de esa furia fuera objetiva. Las consecuencias para el alborotador, para el resto de pasajeros y para la propia nave podrían ser desastrosas”, advierte el experto.
Alcohol y tabaco
Además de los factores señalados anteriormente, hay otros que condicionan en igual medida la tranquilidad de un vuelo. Es el caso del alcohol y, en menor grado, del miedo a volar. El primero “es una causa agravante” aseguran desde el sindicato de pilotos. En este sentido, su director de seguridad se pregunta por qué las compañías aéreas no dejan fumar y permiten que se beba sin limitación alguna. González asegura que a lo largo de un vuelo prolongado el efecto del alcohol hace mella y agrava la tensión en los viajeros.
Aunque esta situación podría estar violando las normas de seguridad, se siguen haciendo concesiones con los pasajeros etílicos. Así lo denuncia el Departamento de Información sobre Seguridad Aérea de la NASA. De la misma forma, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que la furia aérea se ha reconocido como una forma de comportamiento perjudicial asociado con los viajes aéreos. “Si no es posible valorar la razón exacta por la que se desencadena la furia, la causa está muy a menudo relacionada con el alcohol y con las restricciones a fumar”, afirma la compañía British Airways. En estos casos, la aerolínea británica muestra una carta de precaución (scheme, en inglés). “La exitosa tarjeta amarilla que nuestro personal muestra para detener de inmediato un comportamiento disruptivo”, explican.
Respecto al tabaco, el presidente de honor del Instituto Iberoamericano del Derecho Aeronáutico y del Espacio y de la Aviación Comercial, Enrique Mapelli, opina que prohibir fumar en los aviones “provoca estrés”. Esta medida coercitiva puede llegar a producir “inquietud, angustia y rabia” entre algunos viajeros, afirma Mapelli. En este sentido el doctor en Derecho aboga por buscar elementos sustitutivos de la nicotina, como es el caso del los parches, y es partidario de que se vendan en los aeropuertos.
El Real Decreto 1293/1999 de 23 de julio establece la prohibición de fumar en aeronaves de vuelo comercial cuyo origen y destino sea en territorio nacional. La compañía española Iberia ha extendido la prohibición a todos sus vuelos, algunos de los cuales alcanzan doce horas de duración sin escalas.
El perfil del alborotador
Según el director de Seguridad del SEPLA, se distinguen dos perfiles tipo de viajeros que pierden el control en el interior de un avión:
- Pasajeros de negocios. Pagan billetes muy caros y viajan en primera clase. Se trata de altos ejecutivos, sometidos por lo general a mucha presión en su trabajo y que “se creen con unos derechos sobre la tripulación”, dice González. Los problemas se originan como consecuencia “de la mala educación y de un uso de una prepotencia exagerada”, añade. Son estallidos que nunca se traducen en violencia física, sino en agresividad verbal y menosprecio hacia la tripulación, que sufre hasta un límite más allá de lo razonable.
- Pasajeros en clase turista. Son viajeros que pagan billetes más baratos y que viajan hacinados, con menos espacio que los de la business class. Los vuelos largos, de hasta más de 20 horas, donde se unen factores como las turbulencias, comidas en malas condiciones o baños atestados, contribuyen a la pérdida de control. Son estallidos que suelen darse en pequeños grupos de personas que viajan juntas y que comparten las penurias del viaje. Son los llamados “episodios de violencia física”.
La tripulación como víctima
Con el objetivo de impedir que se produzcan situaciones de indisciplina y de violencia entre el pasaje, la tripulación es la responsable de controlar la seguridad a bordo de los aviones. “Quizá por ello se sucedan las ocasiones en las que la tripulación es la candidata a sufrir la ira de algunos pasajeros”, asevera el director de Seguridad del SEPLA. Aunque pueda parecer un tanto a alarmista, lo cierto es que en el interior de un avión se producen situaciones en las que una tripulación es atacada, verbal o físicamente. “Y eso por sí mismo ya es perseguible”, denuncia.
Aunque resulte tópico, la seguridad es primordial. Reducir los casos de alboroto a bordo de aviones comerciales y las situaciones de violencia hacia los pasajeros y la tripulación es el objetivo principal. Si un tripulante de cabina se ve apartado o impedido de sus obligaciones por incidentes o ataques violentos a bordo, “la seguridad de todo el avión estará en peligro”, advierten desde el SEPLA.
En 1944 se crea la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI), donde se declara que la primera necesidad del transporte aéreo es que sea seguro, además de regular, eficaz y económico. “La operación aérea ha de ser desarrollada con la más absoluta normalidad sin que, en ningún momento ni por ninguna circunstancia, pueda ser comprometida la seguridad del vuelo”, promulga.
Vacío legal
La normativa de aviación civil obliga a las compañías a informar sobre lo que estrictamente les marca la ley, pero no de los peligros que pueden provocar situaciones de furia en pleno vuelo. “Algunas son excesivamente permisivas”, denuncia González. La Conferencia sobre Pasajeros Violentos, celebrada por la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas en 1996, abogaba porque todos los pasajeros fueran informados de las consecuencias de provocar un altercado a bordo.
Tanto las leyes nacionales como internacionales de navegación aérea indican que un viaje en avión debe verse como una expedición, donde el comandante es el jefe. “Tiene autoridad decisiva sobre el inicio, la continuación y la finalización de un vuelo”, afirma el representante de los pilotos españoles. Es más, la norma le obliga a controlar la situación y lo hará responsable de las consecuencias, si la situación se deteriora.
Aunque la teoría parece quedar muy clara, en la práctica todo es diferente. No es lo mismo la autoridad que tiene el comandante de un vuelo en un trayecto nacional, dentro del mismo país, que en otro internacional, donde, como recuerda British Airways, “es donde más incidentes se producen”. La situación jurídica del máximo responsable de la seguridad del pasaje es diferente.
En este sentido, el ordenamiento jurídico español, en vigor desde los años 60, “está retrasado”, dice González. En un vuelo interno, dentro de España, si se produce un altercado a bordo, el comandante puede solicitar a un juez una sanción para el infractor. “Tiene valor probatorio”, pero, por sí mismo, no puede sancionar. Dependerá del juez y del conocimiento que tenga de los hechos y de “si hay testigos, porque no se suele denunciar”, confiesan desde el SEPLA. “Interesa un procedimiento más rápido contra futuras agresiones”, señalan.
Por el contrario, en trayectos internacionales, el juicio del comandante es “inapelable”. En caso de incidente con un pasajero, un piloto puede tomar tierra en el aeropuerto más próximo y entregarlo a las autoridades de ese país, donde están obligados a hacerse cargo de él. Además, esa persona no puede reclamar contra la compañía, ni contra quien le ha denunciado. En España no se ha hecho nunca, en Estados Unidos y la Unión Europea, resulta muy habitual.
En este sentido, el director de Seguridad del SEPLA cita un ejemplo: “Conozco el caso de una artista muy conocida que un vuelo interno de costa a costa de Estados Unidos decidió ponerse a fumar. La tripulación le advirtió una sola vez que apagara el cigarrillo. Hizo caso omiso y el avión tomó tierra en el aeropuerto más cercano. Allí el capitán la entregó a las autoridades y fue detenida. La compañía presentó una reclamación por los gastos que había ocasionado en la escala que ascendían a un millón de dólares. Esta mujer pagó por los daños y las costas del proceso judicial, al tratarse de una demanda civil”.
El caso de Inglaterra es singular. Las infracciones que se cometen a bordo tienen carácter penal y la justicia británica puede castigar a un pasajero violento con un máximo de dos años de prisión, dependiendo de la gravedad de los hechos. Si los incidentes son leves, puede quedar en libertad condicional o arresto domiciliario.