Con el verano aparecen problemas cutáneos derivados de los baños de sol. A las típicas quemaduras hay que añadir la denominada ‘alergia al sol’, una afección mucho menos común de lo que se cree. En realidad, los especialistas coinciden en que las manchas, picores y pequeñas ampollas que la cultura popular achaca a la alergia al sol están provocadas por reacciones fotosensibles bastante sencillas de evitar si se siguen unas normas preventivas básicas.
En qué consiste
Según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), “la denominada alergia al sol en realidad corresponde a diferentes procesos cuyas manifestaciones son variables, ya que pueden aparecer de forma inmediata (urticaria solar), o tras un período más largo de exposición (como la erupción polimorfo lumínica). También se puede ser sensible a diversas longitudes de onda de los rayos lumínicos”. Según la SEAIC, “el mejor tratamiento consiste en evitar la exposición al sol mediante las medidas físicas habituales (parasoles, vestimenta adecuada, gorros con visera, etc.) y con cremas solares de alta protección para rayos Ultravioleta UV-B y A”.
Los casos en los que se diagnostica alergia al sol son muy escasos y, generalmente, son consecuencia del uso de ciertos medicamentos que van sensibilizando al paciente de manera gradual, por lo que se trata de una dolencia muy atípica.
Como señala el doctor Feliciano Gozalo, especialista en alergología y ex presidente de la Asociación Castellano-Leonesa de Alergia, “se trata de una dolencia que para un especialista prácticamente no existe, porque una alergia es por definición una reacción inmunológica, mientras que lo que encontramos en este caso son reacciones de intolerancia”. “Los casos en los que realmente se trata de alergia, asevera, son tan excepcionales que casi no los vemos ni los especialistas”.
El doctor Jorge L. Espelt, que dirige la clínica dermatológica del mismo nombre en Granada, confirma estas palabras: “La denominada alergia al sol engloba una serie de distintas patologías, por lo que es más apropiado hablar de fotodermatosis”. En la mayoría de los casos, lo que sucede es que el contacto de la piel con el sol agrava ciertas dolencias. De este modo, sí que existen afecciones fotosensibles más o menos graves, pero en muy rara ocasión vienen provocadas por una reacción alérgica a la luz.
Las sustancias que pueden desencadenar estas reacciones ‘alérgicas’ son:
- Medicamentos como antibióticos y antiinflamatorios.
- Cosméticos y perfumes.
- Algunos productos contra el acné.
- Plantas al contacto con la piel o las vías nasales.
Para diagnosticar la alergia al sol o las características fotosensibilizantes de un producto, éste se aplica en dos zonas de la piel del paciente. Una de ellas se irradia con luz, y dependiendo de la reacción, el especialista puede conocer por qué se produce la patología. Se trata de una prueba individualizada, dado que el mismo producto no tiene por qué causar el mismo efecto en diferentes personas, ya que es el propio organismo el que lo interpreta como una agresión.
Perfil del afectado
Como señala el doctor Julio Delgado, del servicio de Alergología del Hospital Virgen de la Mar de Sevilla, “existen tan pocos casos que no se puede establecer un perfil de los afectados por la alergia al sol”.
Sí que se puede definir en el caso de las afecciones relacionadas con los baños solares, que afectan con más frecuencia a mujeres jóvenes o que aún no han entrado en la madurez. Esta circunstancia se debe a que la costumbre de broncearse es fundamentalmente femenina y a que las mujeres consumen estadísticamente una mayor cantidad de medicamentos. De hecho, en algunas pieles femeninas se observa una cierta intolerancia al sol que se detecta en los primeros días de exposición, una intolerancia que desaparece cuando la piel consigue una pigmentación suficiente para protegerse de la radicación.
Además, las personas con la piel más pálida están mucho más expuestas a sufrir problemas al contacto con el sol. Sin embargo, en los escasísimos casos en los que se diagnostica alergia al sol, el afectado no responde a un perfil en concreto, y en general viene provocada por la intervención de una serie de factores externos, dado que tampoco se trata de una enfermedad hereditaria, según los expertos consultados.
En general, los efectos que se atribuyen a la alergia al sol -erupciones, ronchas en la zona afectada, pequeñas ampollas, picores, quemaduras- suelen estar causados por varias afecciones, reacciones o estímulos externos, tales como:
- Reacciones fototóxicas. Son efectos secundarios de antibióticos o antiinflamatorios que provocan reacciones fotosensibles. No son en ningún caso de naturaleza alérgica. Aparecen en un buen número de personas y se deben a que ciertos productos, al contacto con el sol, aumentan su toxicidad. Sus efectos se dejan ver con rapidez y también desaparecen rápidamente por norma general.
- Reacciones fotoalérgicas provocadas por diversas cremas, perfumes u otro tipo de productos de uso tópico. Aparecen pasados algunos días del comienzo del uso del producto y tardan más en desaparecer, porque se trata de una reacción inmunológica del organismo.
- Erupción polimorfa lumínica. Lesiones que producen picor en las zonas de la piel expuestas al sol durante la primavera y el verano.
- Urticaria solar. Aparición de ronchas rojas sobre la piel y picor tras la exposición prolongada al sol. El doctor Delgado las define como “lesiones puntiformes en la piel que se desencadenan en ambientes calurosos, al contacto con el agua caliente e incluso en situaciones de estrés”.
Prevención y tratamiento
El doctor Gozalo apunta una serie de consejos mediante los cuales se reduce sensiblemente el riesgo de sufrir reacciones fotosensibles:
- Tomar el sol con precaución y paulatinamente. Especialmente en el caso de las personas más sensibles, conviene comenzar con sesiones breves, de modo que la piel pueda pigmentarse gradualmente, antes de exponerse al sol durante varias horas consecutivas. De hecho, resulta conveniente comenzar los baños de sol en primavera, de modo que la piel esté ya preparada para el periodo vacacional, y en sesiones no demasiado intensas.
- Utilizar siempre crema protectora no perfumada o con una proporción de perfume mínima.
- En caso de que se estén tomando antibióticos o antiinflamatorios por vía oral, consultar el prospecto para conocer las posibles reacciones de fotosensibilidad, frecuentes en algunos medicamentos, y, en caso de duda, consultar con el farmacéutico. Las precauciones son las mismas cuando se está siguiendo un tratamiento contra los hongos.
- Tener precaución con la vegetación, en especial si el baño de sol se está tomando no en la playa, sino en una pradera. En muchas ocasiones las reacciones que el afectado achaca a la alergia al sol están, en realidad, producidas por plantas con las que se ha entrado en contacto.
- No tomar el sol con perfumes, puesto que muchos de ellos son fotosensibilizadores. Los perfumes, en especial los de menos calidad, pueden producir quemaduras e inflamaciones cutáneas.
A estas recomendaciones hay que unir las propias de cualquier baño de sol, como la utilización de una crema solar con un alto grado de protección, el uso de gorros y prendas que protejan de los rayos solares, evitar en lo posible la exposición en las horas más calurosas del día (entre las 12.00 y 16.00 horas) y mantener hidratado el cuerpo tanto mediante la ingesta de agua como empleando productos hidratantes sobre la piel -siempre que no tengan efectos fotosensibles-.
En caso de clara alergia al sol, se recomienda el uso de protectores, siempre con gran precaución dado que, como ya se ha indicado, éstos pueden ser fotosensibilizantes, y evitar la exposición directa.
En cuanto al tratamiento, es imprescindible acudir al especialista, dado que se debe conocer a qué se deben las reacciones supuestamente alérgicas para aplicar un tratamiento específico. Se trata de patologías muy individualizadas, de modo que el tratamiento también debe serlo. De todos modos, sí existen algunas prácticas elementales como evitar la exposición al sol o utilizar fotoproctectores.
Además, el doctor Espelt recuerda que “si ocurre una vez puede repetirse, por lo que es necesario, si se ha sufrido con anterioridad, acudir al especialista cada año antes de verano, que es la época más peligrosa”.
Otras dolencias relacionadas
La alergia al sol también se confunde en ocasiones con otra serie de afecciones estacionales, como se recuerda desde la Sociedad Andaluza de Alergología e Inmunología Clínica (SAAIC), tales como la alergia a la humedad.
En el caso de personas que viajen al extranjero, la SAAIC alerta también sobre la alergia a las plantas, puesto que las condiciones climáticas de algunos países producen en verano las mismas afecciones alérgicas que se registran en España en primavera, dado que conforme se avanza hacia el norte, la polinización es más tardía.
También deben tomar precauciones los alérgicos a los ácaros cuando se trasladen a una segunda vivienda que ha permanecido cerrada y ventilarla lo antes posible, para evitar una posible reacción alérgica, en especial en las zonas costeras, en las que los ácaros son más abundantes.
Por último, el doctor Delgado advierte de otra patología propia del verano, la urticaria física por frío. Viene provocada por el cambio brusco de temperatura que se produce al tomar contacto con el agua tras un baño de sol, y que es lo que comúnmente se confunde con un corte de digestión. Aunque produce ronchas en la piel, su verdadero peligro está en que puede llegar a provocar una gran dilatación de los vasos sanguíneos, con la consiguiente hipotensión y síncope, que en caso de no salir del agua puede significar un gran riesgo de ahogamiento. Para evitarla basta con que la inmersión sea paulatina y, como medida de seguridad, bañarse acompañado de otra persona.