¿Por qué no despega el uso de medicamentos genéricos en España? Gobierno, fabricantes y farmacéuticos parecen estar de acuerdo en la importancia de promover su consumo por las ventajas que supone en lo que respecta al gasto farmacéutico, pero lo cierto es que las cifras reflejan otra realidad. La cuota de mercado de los medicamentos genéricos entre septiembre de 2002 y agosto de 2003 sólo alcanzó el 5,39% y un estudio revela que el 80% de los españoles tiene una idea aproximada de lo que son, pero sólo un 45%º los ha tomado alguna vez. A ello se suma el hecho de que algunos médicos creen que no se debe incentivar su uso por encima de otras marcas.
Cómo diferenciar un genérico
Los fabricantes definen los genéricos como especialidades farmacéuticas con las mismas características cinéticas, dinámicas y técnicas que un medicamento cuya patente ha caducado y que es utilizado como referencia legal técnica. Según los farmacéuticos, son medicamentos que se comercializan con el nombre químico de la sustancia médica que los compone. La amoxicilina, un principio activo que es una penicilina con acción bactericida, se puede encontrar en el mercado en su presentación genérica sólo con ese nombre o con una marca, como por ejemplo Clamoxyl. Bajo cualquiera de las dos denominaciones tiene los mismos efectos. La clave para distinguir un genérico es que lleva inscrito en el envase la sigla E.F.G.
El mercado de los genéricos se mueve en función de la caducidad de las patentes. Así, cuando una empresa farmacéutica descubre un principio activo, lo investiga y lo comercializa, puede sacar provecho de él hasta que se caduque la patente, que, por lo general, ocurre en un lapso de diez años. Una vez expirado el plazo, cualquier otra empresa avalada por el Ministerio de Sanidad puede comercializar el producto con su nombre químico, ahorrándose, de paso, los costos de investigación. Eso es, en definitiva, lo que hace que los genéricos sean, por lo general, más baratos que las marcas.
España en la cola
Los genéricos se introdujeron en España en 1997, tras aprobarse su uso un año antes en la Ley de acompañamiento de los presupuestos generales del Estado. Países como Alemania, Dinamarca y Reino Unido ya llevaban la delantera, pero con respecto a Portugal, Francia e Italia su comercialización se produjo casi a la par. El país pionero fue Estados Unidos, que aprobó su uso desde 1.985. Allí la cuota media de mercado llega al 21%. En Europa se sitúa en torno al 15%, y en países como Alemania alcanza el 27%. En Holanda, uno de cada dos euros del presupuesto farmacéutico está destinado a los medicamentos genéricos, es decir, nueve veces más que en España.
Actualmente el mercado de genéricos integra 83 principios activos. El número de EFG aprobadas a principios de septiembre de 2003 por la Agencia Española del medicamento supera las 1.400. En la industria de los genéricos están implicados 3.000 empleos directos y más de 600 millones de euros. No obstante, las cifras en este país indican que entre septiembre de 2002 y agosto de este año la cuota de mercado apenas alcanzó el 5,39%, lo que sitúa a España en la cola de los genéricos. ¿Qué es lo que impide que se incremente su uso?.
José Zamarriego, director general de la Asociación Española de fabricantes de sustancias y especialidades farmacéuticas genéricas, AESEG, asociación que integra a las empresas productoras de genéricos, cree que el 40% de todas las prescripciones médicas que se hacen en España podrían ser genéricos si se recetasen principios activos. En ese sentido, Zamarriego hace énfasis en que el éxito de los medicamentos genéricos se basa en la confianza que sobre ellos transmita tanto el médico como el farmaceuta. “Reivindicamos que se desarrolle el mercado de los genéricos porque somos de utilidad social”, afirma.
Tal utilidad social, según el director de AESEG, tiene que ver con el hecho de que los genéricos son, en promedio, un 26% más baratos que los fármacos de marca. Y ello, en gran medida, contribuye a disminuir el gasto público farmacéutico, que en España creció un 9,9% en 2002. Un dato que se traduce en unos 190 euros por persona. En un botiquín normal más del 80% de sus elementos tiene su equivalente en genéricos. Así, los elementos básicos de un botiquín casero como son los analgésicos, antitérmicos, antidiarreicos, antihistamínicos y antiinflamatorios se pueden conseguir en el mercado, o bien en su presentación genérica, o bien de marca. No ocurre lo mismo con los antiácidos y antiflatulentos.
Según la AESEG, el año pasado el ahorro generado en el gasto farmacéutico por los medicamentos genéricos representó 126 millones de euros. Si la cuota actual de mercado, que es un poco más del 5% aumentara hasta el 9%, las cifras de ahorro llegarían a los 500 millones de euros.
Poca aceptación
Por más que se alaben las ventajas de los genéricos en cuanto a ahorro y se promueva su uso, hasta con campañas publicitarias impulsadas por el Ministerio de Sanidad, lo cierto es que estas especialidades gozan de poca aceptación entre los consumidores. Según una encuesta llevada a cabo por SIGMA DOS en septiembre de 2001, el 80% de los españoles conoce o ha oído hablar de los genéricos. Sin embargo, sólo un 45% admite haberlos tomado alguna vez. Cuando se le preguntó a los usuarios qué prefieren cuándo se les prescribe un genérico, un 57% optó por esta especialidad, pero un 27% se decantó por la marca original.
Quienes más reticencias muestran en el consumo de genéricos son las personas mayores. El portavoz del Colegio de Médicos de Madrid, Pedro Cañones, también vicepresidente de este organismo, cree que los pensionistas se acostumbran, por lo general, a distinguir el color y la presentación de sus medicamentos. Cuando estos cambian, como ocurre con los genéricos, se muestran reacios y desconfiados. “Los responsables de marketing utilizan nombres más pequeños y más llamativos para los productos de marca. Un genérico utiliza nombres más largos y más difíciles. Eso es lo que predispone en contra de estas especialidades, al menos en los mayores”.
Cañones cree que la clave para reducir el gasto farmacéutico en España pasa por hacer una política de precios pero sin entrar en la competencia. Eso, a su juicio, es lo que ocurre con los genéricos que promociona el mismo Gobierno. “Más incentivados no pueden estar. Y eso no se sostiene ante el tribunal de la competencia”, dice.
Con genéricos o sin ellos, Cañones cree que el objetivo debe ir encaminado a bajar el gasto farmacéutico. Los genéricos, en su opinión, a veces no son tan baratos como se pregona. “Sigue habiendo marcas más baratas”, afirma, aunque matiza que son una buena opción. “Pero no hay ninguna justificación para que se promueva el uso de genéricos por encima de otros”, añade.
El portavoz del colegio de médicos de Madrid rechaza la tesis difundida repetidamente por los fabricantes de que en el delicado entramado de los medicamentos genéricos los médicos son determinantes. “Intentar mantener la idea de que el médico es lo fundamental ya no se sostiene. Ahora los farmacéuticos tienen casi tanta potestad como los médicos en ese aspecto”.
En nombre de los médicos, al menos de los de Madrid, Cañones afirma que éstos tienen la percepción “empírica” -aunque no lo puede demostrar-, de que hay principios activos con marcas que funcionan mejor. Y lo explica así: “Imagina que tienes dos tazas de café y las comparas. El que tengan la misma cantidad no quiere decir que sean igual de buenas; una cosa es que se hagan estudios de bioequivalencia y otra es que se hagan de biodisponibilidad. A veces, una pastilla contiene otros elementos que son los que facilitan su absorción por el organismo, pero esos estudios no se hacen porque son muy costosos”.
“Ahorro importante”
Desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, indican que siempre han intentado contribuir a la extensión de los genéricos. Según se establece en la Ley del Medicamento, el farmacéutico tiene la potestad de sustituir una prescripción médica por un genérico siempre que no se disponga de él en la farmacia. Los genéricos, en opinión de los farmacéuticos, “suponen un ahorro importante sobre los medicamentos originales de marca. Es un beneficio directo para el ciudadano al pagar menos por el fármaco, y contribuyen a racionalizar el gasto público en medicamentos, sin que por ello baje la calidad, la seguridad y la eficacia del genérico”.
Desde la Confederación de Consumidores y Usuarios, CECU, su portavoz, Antonio López, asegura que los usuarios confían plenamente en su médico y que debe ser éste quien prescriba los genéricos y resuelva las dudas que pueda generar. “El médico tiene la obligación de recetarlo y el farmacéutico debe mirar si hay genéricos. Quizá los consumidores no tienen suficiente información”.