Casi todas las parejas que se enfrentan por primera vez a la experiencia de tener un hijo, ven cómo su vida sexual sufre algunos cambios. En algunos casos las relaciones sexuales disminuyen debido a las molestias que algunas mujeres sufren durante los primeros meses, pero en otras es el hombre el que, junto a la mujer, experimenta una inapetencia sexual causada por el estrés psicológico y el miedo a dañar al feto. Sin embargo, los médicos aseguran que excepto en los casos de embarazos problemáticos, se pueden mantener relaciones normales sin que afecten en absoluto al niño. Lo que sí recomiendan es adecuar las posturas a los cambios físicos que se producen en la mujer, y, sobre todo, disfrutar del sexo con naturalidad.
Normalidad
El embarazo no es ninguna enfermedad, insisten los especialistas. De la misma forma que la mujer embarazada sigue con su rutina habitual: trabajo, vida social y familiar, etc., también puede seguir manteniendo relaciones sexuales con su pareja. “No se trata de aumentar ni de disminuir la frecuencia de esas relaciones, sino de hacerlo sólo cuando apetezca. Mientras no haya ninguna indicación expresa del médico que aconseje lo contrario, se puede hacer vida absolutamente normal, y en esa normalidad entra el sexo”, afirma Iñaki Lete, jefe de Ginecología del hospital Santiago de Vitoria.
Aunque cada pareja es un mundo y vive esta nueva situación de una manera diferente, los médicos sí han constatado una reducción generalizada de la actividad sexual durante el embarazo, que varía según los meses de gestación. Así, según diversos estudios realizados, la tendencia es que se produzca una disminución del deseo sexual durante las primeras semanas. Este hecho tiene una explicación lógica en opinión de Lete. “Al principio se da una impregnación de progesterona en todo el organismo de la mujer, que es la hormona del embarazo y en algunas mujeres les provoca náuseas, vómitos, mareos, somnolencia, o un malestar generalizado. Y aunque no son las circunstancias más idóneas para practicar el sexo, una vez que pasa el primer trimestre, hacia la semana doce o trece, la situación se normaliza”, detalla.
Las mujeres que pasan un primer trimestre sin problemas no suelen notar cambios en su vida sexual, ésta se mantiene parecida a como era antes del embarazo. Una vez pasadas estas primeras semanas de incomodidad, cuando la mujer se ha adaptado ya al embarazo y se encuentra mejor física y psíquicamente, la mayoría recupera su actividad normal. El presidente de la Sociedad Española de Contracepción, José Luis Doval, cree “que las parejas que tienen una vida sexual plena y placentera modifican muy poco su conducta durante el embarazo”.
Miedo ante la proximidad del parto
Esta situación de normalidad se altera a medida que se acerca el momento de dar a luz, es entonces cuando se reduce la actividad sexual. Los ginecólogos consultados aseguran que las razones son varias: por un lado, el volumen del abdomen dificulta cada vez más el acto sexual. Por otro, la mujer se va sintiendo más incómoda y comienza a sentir algunos dolores. También pesa mucho el miedo a hacer daño al niño, a pesar de que los médicos aseguran que no supone ningún riesgo para el feto. Esta presión psicológica afecta a muchos futuros padres durante todo el embarazo. “Son muchas las personas que tienen miedo al principio y al final del embarazo. Es una situación nueva, desconocida, en la que no saben como comportarse, sobre todo ante el primer embarazo”, reflexiona Lete.
El doctor Doval piensa que este miedo es una cuestión cultural. “Muchas veces sienten temor a molestar o lastimar al niño, y ese miedo hace que se inhiba el deseo. De todas formas, también suele ser un momento oportuno en la pareja para descubrir y plantear otro tipo de sexualidad no coital. Se buscan otro tipo de relaciones, como la masturbación mutua o la caricia genital. Y suelen ser experiencias muy enriquecedoras para ellos”.
El ginecólogo José Luis Doval reconoce que se han realizado muy pocos estudios científicos en España sobre este tema “porque la sexualidad no ha sido un campo prioritario en la ginecología, y siempre se ha dejado más en manos de psicólogos”. Por otra parte hay que tener en cuenta la actitud de las mujeres, ya que preguntan muy poco sobre ello, aunque este especialista opina que los médicos deberían abordar siempre la cuestión. “Habitualmente no se habla de ello a no ser que haya problemas en el embarazo y el médico tenga que recomendar no practicar sexo. Y es que el mismo tabú que existe en las mujeres, también retrae en ocasiones al profesional. Por esta razón es necesario plantear la cuestión de forma natural”.
Los médicos sólo desaconsejan mantener relaciones durante el embarazo cuando haya circunstancias que lo condicionen, como amenaza de aborto, de parto prematuro, placenta previa o cualquier otra enfermedad en la que el médico lo desaconseje expresamente. “Cuando hay un coito y se produce la salida de semen a la vagina, éste lleva prostaglandinas, que pueden provocar contracciones uterinas. Por esta razón, una mujer con placenta previa o riesgo de aborto podría tener problemas”.
En resumen, se deben evitar las relaciones sexuales siempre que se contemple alguna de las siguientes circunstancias:
- En el caso de que se produzca una hemorragia inexplicada
- Durante el primer trimestre, si la mujer tiene antecedentes de abortos espontáneos o si presenta algún signo de aborto
- Durante las últimas 8 últimas semanas, si la mujer tiene un historial de parto prematuro o si nota signos de parto
- Si la mujer tiene placenta previa
- En los casos de fetos múltiples, sobre todo si hay más de dos
Posturas recomendadas y aspecto psicológico
En el tema de las posturas también se producen cambios durante el embarazo, ya que tal y como explica el ginecólogo Lete, “es recomendable que sea el hombre el que se adecue a las posturas de la mujer para que las penetraciones no sean muy fuertes. Podría darse el caso de algún traumatismo en el cuello del útero o un pequeño desprendimiento de placenta. Aconsejamos que cuando esté avanzada la gestación, las posturas sean de costado o que la mujer se ponga encima del hombre”.
También Doval aporta algún consejo para encontrar la postura más cómoda. “La tradicional del hombre encima y la mujer debajo se complica cuando el abdomen crece. Nosotros hemos constatado en un estudio que la mayoría opta por un coito en el que ella está encima o de lado, con la penetración desde atrás. Así se reduce la sensación inconsciente de poder hacer daño al niño. Pero, en general, las parejas de manera espontánea encuentran posturas adaptables a su situación y no supone ningún problema”, comenta.
La presión y el estrés psicológico de los futuros padres puede impedir en ocasiones disfrutar de las relaciones o provocar una pérdida importante de deseo. En estos casos, los profesionales recomiendan intentar relajarse y no obsesionarse con el tema. “Que hagan lo que les apetezca y les pida el cuerpo. Sobre todo deben acostumbrarse a hablar mucho y negociar. Si no les apetece, que sepan la razón exacta. Y si tienen dudas médicas que les preocupan deben preguntar al ginecólogo”, aconseja Doval, que es también sexólogo. En lo que casi todos los expertos coinciden es la importancia de la calidad y no la cantidad, principalmente durante estos nueve meses. Además, “hacer el amor puede ser una buena preparación física para el parto”.
Otra de las preocupaciones que suele condicionar a la pareja es el temor a que el feto “sea consciente” de sus relaciones. Según los especialistas, al feto le podría resultar agradable el movimiento de las contracciones uterinas, pero no puede ver ni ser consciente del acto sexual. Para el doctor Lete no hay nada comprobado sobre este tema. “Cuando la mujer tiene un orgasmo, se produce un relajo que indirectamente podría beneficiar al feto, pero no se sabe con certeza si el niño nota algo o no”.
Otro de los temores principales con los que se enfrentan las parejas son las infecciones que a través de la penetración puedan afectar al feto. Los ginecólogos aseguran que excepto en los casos de enfermedades de transmisión sexual no hay peligro ni para la madre ni para el hijo, ya que el feto se encuentra protegido dentro del útero por el saco amniótico, que no puede ser atravesado ni por el semen ni por organismos infecciosos.