La Organización Mundial de la Salud considera la obesidad como la ‘epidemia del siglo XXI’ y en Estados Unidos los seguros la incluyen ya como una enfermedad. En España los pediatras están muy preocupados por el importante incremento de obesidad infantil, que afecta ya al 16% de los niños menores de 14 años. Las principales causas de este problema son la pérdida de la dieta mediterránea y el abuso de ‘comida basura’, además de la falta de ejercicio físico y un ritmo de vida cada vez más sedentario. Entre las graves consecuencias físicas y psicológicas de la obesidad, destaca el preocupante aumento de diabetes tipo 2 entre los niños, principal causa de mortalidad cardiovascular.
Qué es la obesidad infantil y causas de su incremento
Se trata de un proceso metabólico en el que se produce una acumulación de grasa excesiva en relación con el promedio normal que corresponde a cada niño, según su edad, sexo y talla. Es decir, la obesidad aparece porque el aporte de energía mediante la ingesta de alimentos supera el gasto, y el excedente se almacena en el organismo como tejido graso. Para saber si un niño es obeso se debe tener en cuenta el índice de masa corporal, que se calcula con el peso y la altura.
Este problema sólo afectaba al 5% de los niños españoles hace quince años, pero en la actualidad 16 de cada 100 menores padecen sobrepeso. ¿Qué ha ocurrido durante estos últimos años para que aumente tanto la obesidad infantil? Existen muchos factores que influyen en este problema, pero Mirentxu Oiarzabal, Jefa de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Hospital Virgen del Camino de Pamplona, señala cuáles son los principales. “Se han producido importantes cambios en el estilo de vida. Los niños ven mucho más la televisión y llevan una vida más sedentaria. La calidad del juego es distinta porque no hacen ejercicio físico mientras se entretienen con el ordenador y los vídeojuegos. Sobre todo, influyen los cambios en los hábitos nutricionales con un mayor consumo de azúcares refinados, lo que llamamos bollería industrial o chucherías. Por otro lado, las grasas asociadas a la ‘comida basura’, comida rápida o precocinada, sustituyen a las ensaladas, verduras y comida tradicional”.
En el último Congreso Europeo de Endocrinología Pediátrica celebrado recientemente en Basilea (Suiza), la obesidad infantil centró las preocupaciones de todos los endocrinólogos pediatras, según reconoce Oiarzabal, porque en su opinión, “es una realidad a la que estamos abocados, pero que se puede frenar con el esfuerzo de todos”. La Pediatra de Atención Primaria, Asunta Arazuri, apunta otras causas del aumento de este problema en los niños. “En los países desarrollados ha perjudicado mucho la sustitución de la dieta mediterránea por la ‘dieta supermercado’, demasiado rica en hidratos de carbono y grasas saturadas”.
Arazuri también considera contraproducente el fácil acceso de los niños a cantidades ilimitadas de alimentos con calorías vacías (golosinas). “Se festejan los mínimos acontecimientos de la vida del niño con la ‘comida basura’ y estos jóvenes consumen casi diario chucherías, bollos y refrescos. Además, a menudo sólo se hacen dos comidas al día y se engullen los alimentos sin masticar. También afecta la falta de juego al aire libre y el hecho de que las actividades extraescolares sean cada vez más sedentarias, por lo que no consumen la energía necesaria”.
Factores que influyen en la obesidad infantil
Además de todas las causas señaladas hasta ahora, existen otros factores sociales, ambientales, genéticos o metabólicos que pueden influir en el aumento de la obesidad infantil. La Psicóloga Clínica del Centro de Salud Mental de Tudela, Natalia Landa, apunta algunos aspectos sociales: “la incorporación de la mujer al mundo laboral ha influido bastante en este problema. Las madres tienen menos tiempo para hacer la comida en casa y a veces eso provoca que sustituyan el bocadillo por un bollo. Esta ausencia de la madre también hace que los niños vean más la televisión. No se trata de culpar a nadie, pero es obvio que se está produciendo un cambio en la vida familiar, y las parejas deben adaptarse a él”.
Esta psicóloga también se muestra crítica con el actual modelo de educación de los padres, que perjudica a los más pequeños la hora de adquirir buenos hábitos de alimentación. “Las familias son ahora mucho más permisivas con los hijos. De la misma forma que los padres dejan al hijo hacer lo que quiere, en muchas ocasiones para no discutir, también le dejan comer lo que le apetece para evitar un enfrentamiento”, asegura.
En algunos casos de obesidad infantil se pueden detectar factores genéticos. Oiarzabal asegura que el componente genético puede influir de manera determinante porque existen familias que tienen tendencia a engordar, aunque en general lo genético se suele asociar también a los hábitos alimentarios. Por lo tanto, en familias donde hay varios obesos el motivo suele ser una mala alimentación. Por otro lado, excepcionalmente pueden existir factores metabólicos, aunque no es lo habitual. “Hay enfermedades más o menos graves que necesitan estudio y tratamientos específicos, como el hipotiroidismo, que pueden provocar obesidad”, comenta la pediatra Asunta Arazuri.
Los medios de comunicación ejercen una gran influencia en los niños, hecho que afecta en gran medida a los malos hábitos de alimentación. La psicóloga Natalia Landa asegura que los niños son víctimas de la publicidad. “Son muy influenciables y los publicistas lo saben. Por eso gran parte de los anuncios se dirigen a ellos porque si el niño quiere algo conseguirá arrastrar a toda la familia”, explica.
Aunque los padres cometen en ocasiones errores en la alimentación de sus hijos, la presidenta de la Sociedad Vasco Navarra de Pediatría, Mirentxu Oiarzabal, reconoce que es difícil evitar la influencia de las campañas de marketing de muchos productos. Explica que determinados alimentos muy poco recomendables desde el punto de vista nutricional se presentan de forma muy atractiva para los niños, y para los padres resulta sencillo ofertar como premio algo que es muy agradable, como chucherías o bollos, en lugar de premiarles con otras cosas.
Consecuencias físicas y psicológicas
Los especialistas consideran la obesidad infantil un grave problema de salud, con importantes consecuencias físicas y psicológicas a corto y largo plazo:
- Consecuencias a corto plazo: alteraciones psicosociales, incluso en edades tempranas; burlas y marginación por parte de otros niños.
- Consecuencias a medio plazo: aumenta la incidencia de diabetes tipo 2, principal causa de mortalidad cardiovascular; alteraciones ortopédicas, respiratorias y cutáneas; mayor riesgo de intolerancia a la glucosa; hipertensión arterial y alteraciones del colesterol y triglicéridos; falta de agilidad.
- Consecuencias a largo plazo: aumenta el riesgo de obesidad en edad adulta en un 75 % de los casos, y por tanto de padecer enfermedades cardiovasculares; en la adolescencia puede generar como contrapartida trastornos de alimentación como bulimia y anorexia nerviosa; repercusión psicológica, social y laboral.
El principal problema asociado a la obesidad infantil es el previsible y ya real aumento de diabetes tipo 2, una enfermedad hasta hace poco considerada de adultos, pero ya presente en niños, tal y como ha constatado Oiarzabal. “Este tipo de diabetes, que se ha incrementado de forma espectacular, es muy perjudicial para las arterias, la vista, el riñón, el corazón y el cerebro, y como consecuencia puede provocar infartos”, advierte.
Otros riesgos relacionados con el sobrepeso son los incluidos en el ‘síndrome metabólico’: subidas de colesterol y grasas, aumento de la tensión arterial, etc. “Estas alteraciones junto con la diabetes son las principales causas de muerte cardiovascular precoz”, afirma la doctora. Asimismo, conviene recordar las alteraciones óseas y articulares, que a medio o largo plazo repercuten en la cadera, rodilla, etc., y en general, en la falta de agilidad.
La obesidad también conlleva importantes consecuencias psicológicas y de adaptación social en los niños, aunque en opinión de Natalia Landa, “la gravedad dependerá de los rasgos de personalidad previos del menor. Ser gordo es considerado un defecto físico por los niños. Por tanto, la obesidad es una situación difícil que tienen que superar. De hecho, es raro encontrar un niño obeso que sea muy popular en el colegio. Si el niño tiene más habilidades sociales puede sobrellevar mejor su problema, pero los más tímidos e inhibidos socialmente tienen menos recursos y el malestar será mucho mayor”.
Los especialistas han comprobado que los niños obesos tienen más síntomas depresivos, mayor ansiedad y menor autoestima que los que no lo son, “indicios que normalmente aparecen como consecuencia de ser el centro de las burlas”, apunta la psicóloga, quien también afirma que los problemas psicológicos suelen ser diferentes en función del sexo. “Los chicos sufren a veces una discriminación añadida porque suelen ser torpes en los deportes, y a esas edades el éxito deportivo está muy relacionado con el éxito social. Los niños gordos son los últimos elegidos en los juegos, lo que les crea inseguridad”, especifica la psicóloga.
Entre las niñas, la obesidad infantil o un sobrepeso leve incrementa de manera considerable el riesgo de sufrir trastornos de alimentación como anorexia y bulimia en la adolescencia. “Las niñas están sometidas a estereotipos culturales con una exagerada valoración de la delgadez, por eso el sobrepeso genera malestar emocional”, opina Landa.
Las personas obesas también se encuentran con dificultades a la hora de encontrar un empleo, por tanto existe una repercusión laboral a largo plazo. En palabras de Oiarzabal, “cuando una persona busca trabajo es consciente de lo importante que es su imagen, es lo primero que se ve. Y la realidad es que los obesos tienen más problemas para acceder a determinados puestos. De hecho, en Estados Unidos los seguros están empezando a incluir la obesidad como una enfermedad por esa razón”.
Consejos a los padres para evitar la obesidad infantil
Todos los médicos coinciden en que la mejor manera de evitar la obesidad es recuperar los hábitos de vida saludables y hacer ejercicio físico. Pero, ¿cómo conseguir que los niños adquieran buenos hábitos? Los niños aprenden de dos formas: con las normas y por observación. “Los hijos necesitan normas en la alimentación como en todo lo demás. No se trata de ser estrictos, pero sí de tener unos criterios claros y aplicarlos. Debe haber unas normas que digan cuánto, cuándo y qué hay que comer, porque es lógico que los niños no entiendan por qué no deben comerse un bollo antes de la hora de la comida. Por eso es una tarea fundamental de los padres enseñarles a comer”, aconseja la psicóloga.
Por otro lado hay que tener en cuenta que los hijos aprenden de lo que ven en casa. Así, los padres se convierten en los principales modelos a seguir y deben comer bien para que los niños les imiten. Tampoco pueden pretender que hagan mucho ejercicio si ellos llevan una vida muy sedentaria. Los especialistas aportan una serie de consejos para controlar mejor la alimentación de los hijos y evitar la obesidad:
- Reducir al máximo o prohibir las chucherías, la bollería industrial y la comida basura. Que sean la excepción y no la norma.
- Aumentar y estimular la actividad física y hacer deporte al aire libre una hora al día, como mínimo.
- Siempre que sea necesario, el niño deberá seguir una dieta controlada por los médicos.
- Quitar horas de televisión y de juegos sedentarios.
- No saltarse ninguna comida: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena.
- No sustituir los clásicos almuerzos de bocadillo por bollería industrial.
- No hacer cenas rápidas de hamburguesas o pizzas y optar por algo un poco más elaborado o ensaladas.
- Masticar despacio los alimentos.
- Enseñar al niño a no compensarse ni gratificarse con la golosinas o chucherías.
- Tener siempre a mano frutas y verduras para que el niño tengo fácil acceso cuando tenga hambre.
- No dejar que desarrolle otro tipo de actividades mientras come (ver televisión o jugar con los videojuegos?).
- Llevar una dieta equilibrada que siga la pirámide de alimentación.
- No obligarles a comer mucho porque hay edades en las que se necesita menor cantidad.
- Predicar con el ejemplo en todos los aspectos.
En algunos casos, la obesidad puede deberse a dificultades para controlar la cantidad de alimentos que se ingiere, es decir, niños que comen mucho y tienen escaso autocontrol. Para ellos puede ser adecuado un tratamiento psicológico de apoyo, como programas de modificación de conducta, que tendrán que aplicar los padres. “Con los adolescentes y preadolescentes es imprescindible tener en cuenta su motivación, por esta razón en ocasiones es necesario realizar un trabajo psicológico previo. En los casos extremos, los niños obesos pueden desarrollar problemas emocionales secundarios de cierta gravedad, como trastornos ansiosos y depresivos, que a la vez dificultan la disminución de peso. En estos casos es necesario tratar primero estos problemas asociados”, concluye la doctora en psicología Natalia Landa.