Muchas mujeres saben que algo no va bien cuando mantienen relaciones sexuales y de forma refleja los músculos de su vagina se contraen. El vaginisno es una patología de origen psicológico que padece entre un 2% y 4% de la población femenina, lo que representa un porcentaje bastante elevado, según los expertos. No obstante, tras una terapia a cargo de un sexólogo, los índices de resultados positivos son de los más altos, llegando, incluso, al 100%. El miedo al dolor, ocasionado generalmente por desconocimiento y por falsas creencias, hace que este problema se mantenga durante años. De hecho, en muchas ocasiones sólo el querer tener hijos lleva a la persona a solicitar ayuda.
Disfunción de origen psicológico
El vaginismo es una disfunción sexual, de origen psicológico, que sufren algunas mujeres y que impide que sus relaciones sean plenamente satisfactorias, según explica el director del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología de Málaga y miembro de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), Francisco Cabello Santamaría. Este experto precisa que este fenómeno consiste en la contracción involuntaria de los músculos pélvicos y de la zona exterior de la vagina, lo que dificulta la penetración durante el coito que, de hecho, se convierte en un acto imposible. “El miedo al dolor provoca un espasmo vaginal como un acto reflejo, no es algo que dependa de su voluntad”, añade el doctor.
Esta disfunción la padece entre un 2% y 4% de la población femenina, “un nivel de prevalencia altísimo” en opinión de Cabello Santamaría. Las mujeres con vaginismo no sólo lo sufren en sus relaciones sexuales, sino que también puede darse en las exploraciones ginecológicas o, incluso, al intentar introducirse un tampón. No existe un perfil concreto, pero casi siempre estas personas suelen tener en común un componente ansioso.
Hay que matizar que el hecho de que una mujer sufra vaginismo no significa que sea frígida. Sólo existe dicho problema cuando esta patología se da de forma conjunta con otras como la anorgasmia o falta de orgasmo y los trastornos de la excitabilidad sexual, algo que, de todos modos, únicamente aparece en un 30% del total de los casos.
Por tanto, en la mayoría de las ocasiones la mujer obtiene orgasmos gracias a la estimulación clitorial. Así, al no ser posible la penetración, muchas parejas con este problema basan su relación en el contacto y el juego sexual. “Hay como una especie de sexualidad compensatoria del coito”, indica el experto desde la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS).
Este problema es uno de los principales motivos de lo que siempre se ha conocido como matrimonios no consumados. La frustración por no tener relaciones sexuales normales en ocasiones llega a ser causa de insatisfacción, aunque, por regla general y a diferencia de lo que cabría pensar, las mujeres que tienen una pareja estable encuentran mucha comprensión en ella.
El tiempo medio para pedir ayuda a un profesional suele ser de cinco años y dos meses; nunca menos de tres años, según Cabello Santamaría que recuerda haber tratado casos de hasta 16 años de evolución. “La gente espera que se le pase”, apostilla.
El deseo de tener hijos es, posiblemente, el principal motivo para acudir al especialista: el 60% de los casos responden a este supuesto, que también se caracterizan por solicitar ayuda después de estar conviviendo durante un tiempo muy largo con este problema. El 40% restante correspondería a las nuevas parejas que ven que no pueden mantener relaciones sexuales.
Causas
Los expertos determinan algunas posibles causas de carácter psicológico o educacional:
- Miedo al dolor, propio sobre todo en las primeras relaciones.
- La falta de formación sobre sexualidad.
- Creencias religiosas muy conservadoras con recelo hacia el sexo, que provocan fuertes inhibiciones.
- Experiencias traumáticas en relaciones sexuales anteriores o agresiones sexuales.
- La falta de comunicación con la pareja.
- Miedo al embarazo.
- >Temor a contraer enfermedades de transmisión sexual.
Las causas orgánicas no son muy frecuentes. De todos modos, aunque sean el origen del vaginismo, acaban derivando en el aspecto psicológico. Por ello, pese a que el problema físico haya desaparecido, la disfunción continuará puesto que “la persona coge miedo a esa reacción de dolor y se produce lo que se denomina condicionamiento”, declara el sexólogo Arun Mansukhani. Entre estos motivos pueden citarse dolencias como una infección causada por una enfermedad de transmisión sexual que hace que la vagina se inflame; ovaritis; endometriosis, o la existencia de algún tumor.
Es común también que aparezca un vaginismo secundario, que se refiere a los casos en los que la mujer siempre ha estado bien sexualmente y en los que de repente aparece el problema. Este vaginismo secundario suele darse después de un parto y tras una intervención quirúrgica en la zona genital, como por ejemplo para extirpar el cuello del útero. Sin embargo, este tipo de vaginismo tiene una incidencia muy baja: si la disfunción afecta a un 2%- 4% de las mujeres, el secundario no representa más de un 3% de ese porcentaje. El tratamiento en ambos casos es el mismo.
En opinión de Cabello Santamaría, posiblemente en la actualidad se detecten más casos porque “se tiene más miedo al dolor, menos capacidad de afrontamiento y una menor tolerancia a la frustración”; sería “como los trastornos de ansiedad, que cada vez hay más”, añade.
Terapia
En muchos casos las parejas con este problema confían en que sea algo pasajero y dejan pasar el tiempo o por vergüenza no se atreven a consultar al especialista, que en un primer momento suele ser el ginecólogo, aunque éste les derivará al sexólogo. Lo cierto es que no se trata de una disfunción que se solucione por sí misma, sino que necesita una terapia, sobre todo cuanto más tiempo pasa desde que el problema comienza hasta que se pide ayuda, según subraya Arun Mansukhani.
Cuando esta dolencia va asociada a falta de orgasmo y trastornos de la excitabilidad la recuperación será más complicada, pero si el vaginismo es puro, Cabello Santamaría asegura que la eficacia del tratamiento es del 80% y en estos casos se consigue que las relaciones sexuales con penetración funcionen perfectamente.
No hay medicamentos para solucionar este problema. En un primer momento, se puede intentar resolver haciendo que la persona se relaje y que el sexo deje de ser algo fóbico, para lo que deberá explorarse o masturbarse, introduciéndose, por ejemplo, lentamente un dedo, luego dos?, y tratando también de ponerse tampones. Si no se soluciona de este modo, se recurre a los denominados tallos de Hegar, que son unos dilatadores con los que la vagina se hace permeable.
Así, el sexólogo informa de que tras relajar a la mujer se le introduce un tallo vaginal del tamaño de un dedo, tumbada boca arriba y después en cabalgada o en cuclillas. La primera vez suele hacerse en consulta para que sepa cómo hacerlo. Progresivamente, deberá ir probando con distintas dimensiones. El objetivo, tal y como asevera Mansukhani, es que “durante la terapia la vagina se haga permeable y la musculatura se acostumbre a no producir ese espasmo, al mismo tiempo que vaya incrementándose el placer”.
Para que la terapia empiece a dar los primeros resultados positivos no se necesitan más de tres meses y para que se solucione el problema, entre seis meses y un año, dependiendo de cada caso particular. Por regla general, las sesiones empiezan con una periodicidad semanal o cada 15 días para pasar a ser mensuales tras el segundo o tercer mes de consulta. Dentro de las disfunciones sexuales, un vaginismo puro (no asociado a falta de deseo o trastornos de la excitabilidad) es, posiblemente, “el que mejor pronóstico tiene”, según el representante del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología.