Orejotas, Dumbo, Pepe Soplillo… Estos son algunos de los calificativos que soportan los niños cuyas orejas se encuentran especialmente separadas de la cabeza. Se conocen como orejas de “soplillo” y provocan verdaderos traumas infantiles a los menores con este defecto. Las bromas crueles por parte de compañeros de colegio desde edades tempranas tienen graves consecuencias psicológicas, aunque una sencilla operación de dos horas y media puede corregir el problema.
Los menores, los más vulnerables
Los niños no sólo son frágiles desde el punto de vista físico, sino que también son vulnerables ante un comentario que les ridiculice acerca de un defecto, como pueden ser las denominadas orejas de “soplillo”. En ocasiones, el insulto continuado acaba teniendo consecuencias psicológicas en el menor, por lo que los padres optan por someter a sus hijos a una operación quirúrgica que acabe con el problema.
De cada 10 personas que son intervenidas por esta deformidad de las orejas, siete son menores de edad, lo que demuestra que esta corrección, denominada otoplastia, es la más demandada por los niños en lo que a cirugía plástica y reparadora se refiere. El presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre), José Manuel Pérez-Macías, explica que se consideran orejas de “soplillo” aquellas cuya separación del cráneo es mayor a 20 milímetros. Se trata de un problema que, en la mayoría de los casos, afecta a ambas orejas a la vez.
Los expertos no recomiendan que la operación se lleve a cabo antes de los siete años
Los expertos no recomiendan que la operación se lleve a cabo antes de los siete años, ya que hasta esa edad todavía no se ha completado el desarrollo de la oreja y no se puede determinar con exactitud la forma que tendrá en un futuro el pabellón auricular. La edad más común para someterse a esta intervención oscila entre los siete y los 13 años, momento en que el niño empieza a ser consciente de su imagen exterior.
Los médicos aconsejan que sea el propio niño el que pida ser operado, para que así se sienta parte de la solución. La mayor parte de las intervenciones, en torno al 60%, se realiza en varones, y es que, aunque el problema se da por igual en ambos sexos, las niñas lo disimulan más con el pelo largo. A partir de los 20 años, la situación se equilibra y aparecen más mujeres; en este caso, sin embargo, la intervención no responde tanto a un deseo de integración social, que es lo que ocurre con los menores, como a una cuestión estética.
No obstante, Pérez-Macías defiende que, en general, esta operación no es sólo un tratamiento estético, sino que puede solucionar problemas de autoestima e integración social. En el caso de los niños, contribuye a que se desarrollen psicológica y emocionalmente bien, por lo que el presidente de la Secpre recomienda pasar por el quirófano.
De igual modo se pronuncia Manuel Jiménez, profesor de Psicopatología Infantil y Juvenil en la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga (UMA), quien reconoce que cada vez es más frecuente el rechazo debido a un problema físico. A su juicio, si la sociedad actual dispone de medios correctores es lícito utilizarlos, porque “nadie duda en llevar al niño al odontólogo para corregirle la mala posición de los dientes. Si con una intervención desaparecen los problemas de autoestima y los demás dejan de meterse con el niño, hágase; lo ideal sería que no hubiera rechazo, pero eso nunca dejará de ser un deseo”, manifiesta el psicólogo, quien subraya la conveniencia de que el pequeño esté motivado y sobre todo que la operación no responda a una moda pasajera.
Problemas psicológicos
Jiménez indica que los comentarios hirientes hacia un niño con un determinado defecto harán que se sienta rechazado. El problema radica, tal y como precisa, en que los menores “son muy directos y basan su comportamiento en el principio de realidad; no tienen diplomacia ni capacidad de autocontrol”.
La persona objeto de las burlas se sentirá rechazada y su autoestima bajará
Por ello, ante un problema visual, auditivo, dental o ante una delgadez o una gordura pronunciada, el niño no sólo lo va a decir, sino que, además, lo echará en cara, según el profesor de la Universidad de Málaga. Por ello, la persona objeto de las burlas se sentirá rechazada y su autoestima bajará. Habrá menores que estén dotados de unas determinadas habilidades sociales, a través de la educación recibida por su familia, que les permitan hacer frente a esa situación, asumiendo el problema sin más e, incluso, riéndose de él con sus compañeros. Sin embargo, lo cierto es que estos casos son excepcionales.
Por lo general, cuando se producen las críticas, el niño reaccionará de dos formas: interiorizará su angustia, lo que puede derivar en ansiedad o depresión, traducida en una profunda tristeza, apatía o aislamiento, sin querer salir de casa, algo que en un niño es inusual, o la exteriorizará, mediante conductas inquietas y agresivas. Al respecto, Jiménez asevera que las niñas suelen tener respuestas más prosociales (no recurren a la agresión física), además de empáticas, y se dan cuenta antes de que no deben burlarse de una persona por un defecto físico.
La familia y los profesores deben jugar un papel primordial a la hora de detectar el problema. Sin embargo, en muchas ocasiones éstos últimos están desbordados y no logran ver que el niño atraviesa una depresión; de hecho, ese retraimiento que muestran les lleva a tener un buen comportamiento en clase y a que los docentes piensen de forma automática, y sin más, que se trata de “un buen chico”.
El problema no sólo les afecta en la esfera emocional, sino que pueden llegar a presentar síntomas somáticos como orinarse por las noches. En general, las excusas continuas para no ir al colegio, trastornos de sueño, dolores de barriga… deben servir a los padres para detectar que algo no va bien. De no actuar, el problema puede acabar siendo crónico e influir en su desarrollo psicológico, advierte Jiménez.
La intervención quirúrgica
Esta operación, de unas dos horas y media de duración, se hace con anestesia local, aunque si el paciente es menor de 10 años se aplica general o sedación, según comenta el cirujano plástico Pérez-Macías. En cuanto a la dificultad que conlleva, declara que, como cualquier intervención quirúrgica, debe hacerse de manera minuciosa, sobre todo porque hay que conseguir la forma de la oreja, la simetría entre una y otra y la distancia apropiada con la cabeza. La incisión se hace, asimismo, en un punto que se vea poco para, de este modo, disimular la cicatriz.
El porcentaje de alteraciones posteriores es “muy bajo”, según el experto, quien asegura que no llega ni al 6%. Además, se trata de pequeños problemas que el paciente acepta como normales, tales como alguna leve asimetría o que la oreja se despegue un poco más de la distancia fijada tras la operación. De cualquier modo, resalta que nunca vuelven a como estaban al inicio.
Si sólo se emplea anestesia local, el paciente abandona la clínica una vez operado
Si sólo se emplea anestesia local, el paciente abandona la clínica una vez operado. Y en cuanto al posoperatorio, los puntos se quitan entre 6 y 12 días después y el vendaje utilizado para cubrir las orejas, en una semana. Sí se recomienda proteger durante un tiempo el pabellón auricular con una braga como la que utilizan los esquiadores o con una cinta como la de los tenistas, sobre todo para hacer ejercicio o dormir, algo que, además, se ha de hacer boca arriba, nunca de lado.
En cuanto al precio de la intervención, suele oscilar entre los 2.400 y los 3.200 euros, señala Pérez-Macías. Se trata de un problema que no conlleva una patología médica, no hay, por ejemplo, una alteración de la audición, por lo que, en líneas generales, su solución no la cubre la sanidad pública.
Otros métodos
¿Quién no ha visto a la madre o a la abuela del niño ponerle una cinta adhesiva en las orejas para que se le peguen a la cabeza? Pues aunque los remedios caseros son muy indicados en numerosas ocasiones, lo cierto es que para solucionar este problema, los métodos no quirúrgicos “son poco eficaces”, según el presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética.
Informa de que estudios recientes hablan de resultados positivos utilizando unos moldes en los recién nacidos; sin embargo, la corrección definitiva se da en un número “muy reducido” de casos. En este sentido, expone que la oreja se separa del cráneo porque el cartílago auricular no tiene la forma adecuada, por lo que, aunque puedas “moldearlo” mediante la colocación de un aparato, esa ternilla tiene lo que los médicos denominan memoria y, al final, en cuanto se quita, volverá al mismo sitio.