Muchos niños y adolescentes pasan largas temporadas lejos de su entorno familiar y social debido a un ingreso hospitalario. Ya sea por enfermedad grave o intervención, la estancia en un hospital genera un elevado grado de sufrimiento, tanto en los pacientes de menor edad como en sus familias. Existen asociaciones de payasos de hospital que intentan disminuir el estrés que este proceso genera. Para que su trabajo sea efectivo, su dedicación va dirigida tanto al menor como a la familia. De ese modo facilitan la tarea a los profesionales sanitarios.
Un caso particular
Un proceso de hospitalización provoca en mayor o menor medida un estado de ansiedad y tristeza. En el se caso de los niños, aunque disponen de un mayor poder de recuperación física y psicológica que los adultos, esta situación se acentúa. Por este motivo, y desde hace unos años, han empezado a tener cabida en los hospitales, como parte de la terapia en pacientes de corta edad, asociaciones de payasos. En España, así como en el resto del mundo, últimamente se ha producido un auge de estas agrupaciones, la mayoría sin ánimo de lucro. Pupaclown en Murcia, La Sonrisa Médica en Mallorca, Payasospital en Valencia, Los titiritas en Granada y Saniclown en Madrid son un ejemplo.
Un caso particular es la asociación Pallapupas que nace en Barcelona con el deseo de llevar algo más que la sonrisa a los niños de los centros hospitalarios de Cataluña. El trabajo que realizan estos payasos va más allá del aspecto lúdico de jugar y reír. Su rasgo estriba en que parte de su función es la de aportar, además, soporte psicológico, terapéutico y de integración social.
Ayudan al profesional sanitario en su labor de atención médica, y éstos dejan a los payasos el aspecto más emocional para hacer comprender al niño el proceso que está viviendo. «Dejamos que cada uno haga el trabajo que le corresponde, trabajamos decididamente con el mejor entendimiento de todas las partes», aclaran. «Incluso en momentos de intervención psicológicamente intensa, como son los pinchazos y las curas dolorosas, el personal sanitario solicita nuestra presencia», añaden desde la asociación.
«Utilizamos el juego como herramienta y motor del desarrollo psicológico del niño»
Para los Pallapupas, «lo importante es que los niños no dejen de serlo, que jueguen, que rían y que acepten la situación que están viviendo». La sonrisa es el lenguaje que mejor entienden los niños, añaden. Contribuye a que se relajen y tranquilicen. Y lo mismo ocurre con los padres. Y así, el personal sanitario «puede trabajar mejor». «Utilizamos el juego como herramienta y motor del desarrollo psicológico del niño», insisten. «Por unos instantes, en la misma habitación, conseguimos que olvide o desdramatice la situación que están viviendo. Una familia relajada hace relajar al niño», explican los componentes de Pallapupas. Parte de su trabajo consiste en detectar dónde poner más énfasis, si en el niño o en la familia, para que este servicio sea efectivo para ambas partes.
Esta asociación sin ánimo de lucro empezó su actividad en 2000, en el Hospital de Sant Joan de Déu, de Barcelona. También prestó sus servicios a niños afectados de enfermedades oncológicas del Hospital Materno-infantil de la Vall d´Hebrón, también de Barcelona y Parc Taulí, en Sabadell. En febrero de 2003 incorporaron su tarea al área de psiquiatría, donde llevan a cabo talleres de expresión corporal (danza, yoga, acrobacias, terapias de grupo, masaje, técnicas de relajación) entre los usuarios pre-adolescentes y adolescentes ingresados. Se trata de jóvenes con problemas de adaptación social debido a enfermedades tales como trastornos de conducta, bipolaridad, esquizofrenia o con intentos de autolisis, entre otros. También las sesiones de vídeo y discusión sobre temas relacionados con la adolescencia tienen gran seguimiento. Se han obtenido tan buenos resultados que muchos pacientes al recibir el alta piden seguir con los talleres.
Desde hace poco han puesto en marcha un nuevo proyecto en un área desconocida para ellos, los quirófanos. «Acompañamos al niño pasando por la anestesia, quirófano e incluso en la sala de reanimación», añaden. Después de un año de implantación, el equipo sanitario ha comprobado que la presencia de los payasos, además de beneficiosa, es necesaria. Cuando el niño despierta están a su lado y lo acompañan hasta la sala donde esperan los familiares. Por cuestiones de higiene hospitalaria, los payasos dentro de quirófano van con el vestuario adecuado.
Formación sanitaria y apoyo emocional
Desde Pallapupas tienen muy en cuenta que su público va de los tres meses a los 17 años, y que todos ellos tienen necesidades especiales. También que no es lo mismo un paciente que pasará poco tiempo ingresado por una fractura que otro que padece alguna forma de cáncer. De ello dependerá su labor, si será más de animación y distracción o si la enfocarán a trabajos de relajación o preparación emocional.
Esta agrupación tampoco olvida al personal sanitario, que son los beneficiados indirectamente de su presencia. Si el niño, con la presencia de los payasos, encuentra una distracción gratificante aún cuando está en una situación de estrés, los familiares lo agradecen y el ambiente mejora. Todo esto, aseguran, repercute en una reducción en la tensión que sufre el equipo asistencial, al tiempo que ayuda a que se den unas visitas más relajadas, más rápidas y eficaces, y contribuye a una mejora en la relación de personal sanitario y familia. Como explica la fundadora de la entidad, Ángela Rosales, «los payasos llaman a la puerta de cada habitación y entran sólo con el consentimiento de los pacientes».
Según Leonor Bordas, directora artística deLa Sonrisa Médica (Palma de Mallorca), «la familia primero se lo toma como algo curioso, pero posteriormente se da cuenta que es beneficioso cuando ven al niño disfrutar. Si el niño ingresado es muy pequeño, actúan directamente en la familia».
Los Pallapupas actúan siempre en parejas, con jornadas de 15 horas semanales. Este horario es para compensar la fuerte carga emocional que supone un trabajo de estas características, y para poder garantizar la calidad de su servicio. Los Pallapupas reciben periódicamente formación genérica del arte del clown y adiestramiento específico del medio sanitario que imparte el propio personal del hospital. También siguen sesiones de soporte psicológico con el fin de liberar tensiones acumuladas durante su trabajo con los niños enfermos.
Si el niño encuentra una distracción gratificante, los familiares lo agradecen y el ambiente mejora
Para Leonor Bordas, la parte más dura de su trabajo es «estar expuesto a factores emocionales», teniendo en cuenta que a nivel profesional inciden en ello. «Por eso se trata de estar lo más fresco y creativo en cada momento. Improvisar con cada uno de los niños supone tener una disponibilidad del 100%». Para sobrellevar la carga emocional derivada de su actividad trabajan desde unas bases establecidas. La Sonrisa Médica es un equipo en rotación continua, para estar en las mejores condiciones posibles. Tienen soporte psicológico grupal, ya que han de lidiar con las diferentes etapas que se presentan en situaciones de duelo, como negación, rabia o tristeza, entre otras. Además, si lo creen necesario, tienen la posibilidad de terapia psicológica individualizada, como pasa en ocasiones, para digerir algún caso en concreto. De todas maneras, para ser parte de este equipo hay que pasar un examen psicológico que valora el estado emocional de la persona y los recursos de que dispone. «Antes de aventurarse en servicios emocionalmente más duros, como oncología y unidades de cuidados intensivos, han de tener un bagaje mínimo de un año en el hospital en el que van acompañados de un payaso ‘veterano’», explican desde esta asociación de Mallorca.
Gran parte de estas asociaciones de payasos de hospital sufragan su labor mediante donaciones públicas y privadas. En el caso de los payasos de Barcelona firman un código deontológico donde se comprometen a mantener el secreto profesional y a no mantener relaciones con los usuarios fuera del hospital. Se mantienen reuniones con la dirección del hospital y con los jefes de cada servicio para detectar las necesidades y articular las intervenciones. Cada día hablan con la supervisora de enfermería del servicio para recibir la información oportuna: nombre, edad, enfermedad, circunstancias personales o familiares que fueran oportunas. La primera visita a las habitaciones siempre se realiza en compañía de la enfermera responsable del paciente. También en las salas de espera, en cuidados intensivos, urgencias o áreas de rehabilitación, entre otras.
La risoterapia
Sigmund Freud ya atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo de energía negativa, algo que ha sido científicamente demostrado al descubrir que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos un segundo después de empezar a reír. Los primeros estudios del efecto del humor se realizaron en EEUU en la década de 1930. Pero no fue hasta 1979 cuando la investigación sobre la risa avanzó en el área científica. Norman Cousins, editor, se enfrentó a un diagnóstico de espondilitis anquilosante, una enfermedad dolorosa e incapacitante. Fue tratado con una combinación de procedimientos convencionales y grandes dosis de humor. Aunque le habían dado pocas esperanzas, su dolor empezó a disminuir e incluso volvió al trabajo. Documentó su recuperación en el libro Anatomía de una enfermedad y fundó la Humor Research Task Force.
La risa está conectada con el hemisferio derecho, responsable de la creatividad, la intuición, el juego y el arte
Algunos de los hallazgos más interesantes encuentran que la risa estimula el sistema inmunitario y reduce los niveles de una hormona del estrés, el cortisol, en sangre. Otros estudios demuestran que la risa relaja la musculatura esquelética de brazos y piernas, aumenta la frecuencia cardiaca y libera de sentimientos negativos como frustración e ira. La risa aporta aceptación, comprensión, alegría, relajación y ayuda a transformar las pautas mentales, según estos estudios. Tras varias carcajadas aumentan la ventilación y la sangre se oxigena. La risa está conectada con el hemisferio derecho del cerebro, región responsable de la creatividad, la intuición, el juego y el arte. Todo ello acompañado con una gran dosis de encefalinas y endorfinas (analgésicos endógenos) circulando por la sangre y que producen sensación de bienestar.
Progresivamente cada vez más profesionales sanitarios se interesan por este tipo de terapia. Incluso en algunos estudios universitarios están incluidos como asignatura. La sonrisa y el juego son una necesidad vital en los más pequeños, mayormente si sufren algún tipo de enfermedad. Aumentan la calidad de vida de los niños que sufren enfermedades oncológicas, y por consiguiente, su sistema inmunitario se ve reforzado, según se proclama desde las asociaciones de niños con cáncer.
El jefe del Servicio de Oncología Médica y Cuidados Paliativos del Hospital Universitario de Valdecilla explica en un artículo publicado en la revista Medicina Clínica que «el sentido del humor es la capacidad natural de la especie humana que hace que la vida no sólo sea soportable, sino además rica, placentera y deseable». «A veces tenemos miedo a ser malinterpretados, a parecer vulgares en lugar de unos profesionales serios y sesudos. No obstante, es de vital importancia que, como alguien a quien le importa el bienestar del enfermo, mantengamos la moral elevada y una actitud positiva que incluya la esperanza, la alegría y la risa», continúa este oncólogo.
De todos modos, los efectos positivos del buen humor sobre la salud son motivo de controversia y, a pesar de que existen investigaciones publicadas que demuestran sus beneficios en revistas científicas, tampoco faltan detractores a esta terapia coadyudante.