La pérdida de cabello es una de las características físicas que más complejo crea en las personas. Especialmente entre los hombres, aunque sólo algunos de ellos optan por solventar este problema con la compra de un peluquín o bisoñé, la alopecia o pérdida de cabello causa depresión en el 21% de quienes la padecen, según las conclusiones del Proyecto para la Evaluación Continuada del Impacto de la Alopecia (PRO.PECIA). En cuanto a ellas, los fines estéticos juegan poco a la hora de adquirir un postizo. La Asociación de Estética Reparadora Integral reconoce que casi el 80% de las mujeres que se encuentran en tratamiento oncológico utiliza peluca.
Principales características
De moda en los años 60, las pelucas han recuperado en la actualidad parte de ese auge. Las razones para utilizarlas son varias y los tipos entre los que se puede elegir, también, ya que se comercializan en cualquier color, extensión y volumen, a gusto del consumidor. Principalmente, están confeccionadas de pelo natural o fibra sintética, aunque existe una versión que mezcla ambos materiales, en función de que se trate de una peluca de melena larga o corta. Explica Pilar Pérez, directora del centro capilar Ireal Hair, en Madrid (con amplia experiencia en el tratamiento de pacientes enfermos de cáncer), que en los últimos años las pelucas se fabrican, sobre todo, a partir de pelo natural, «puesto que las preferencias de los usuarios van por ese camino». En este sentido, aunque reconoce que para una melena larga la peluca luce más con cabello natural porque tiene más caída, asegura que cuando se trata de un estilo corto «la fibra es una maravilla y con un aspecto muy similar al pelo natural».
«Poco a poco se está perdiendo el rechazo a la peluca, aunque todavía cuesta mucho que la gente se decida comprar una»
Entonces, ¿qué diferencia hay entre una y otra? Podría decirse que la principal diferencia se encuentra en el precio, puesto que, visualmente, resulta muy difícil distinguir entre una peluca natural, con un coste entre los 200 y más de 1.000 euros, y otra sintética, cuyo precio máximo alcanza de media los 500 euros. «En este momento, las pelucas son una gran solución, sobre todo, para las mujeres. Son prácticas y tienen una gran calidad, con un aspecto muy natural que permite incluso hacerse recogidos» afirma Pérez. No obstante, a la hora de adquirirlas, hay que probar que se ajusten bien a la cabeza, que no pesen demasiado ni provoquen excesivo calor y que resulten cómodas, ya que la persona debe llevarla durante buena parte del día. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de las pelucas se fabrican a máquina, lo que hace que algunas puedan tener costuras que rocen con el cuero cabelludo, aunque la tendencia es a eliminarlas.
Pese a que algunos expertos afirman que la duración de una peluca puede rondar los tres años, para Sonia Laporta, directora del centro especializado en la venta de pelucas Posticería Laporta, en Mataró, «una peluca de fibra sintética permanece en perfecto estado sólo durante un periodo de nueve meses, mientras que cuando se trata de pelo natural la peluca comienza a deteriorarse al cabo de un año». «Para que dure más, hay que mimarla mucho», recomienda, a la vez que explica que la duración depende también del tipo de cabello empleado en la fabricación, que puede ser europeo o asiático. Este último es más liso y suave, lo que provoca una mayor dificultad a la hora de peinarlo y más tendencia a enredarse. «Generalmente, el pelo que se emplea es asiático porque en aquellos países existe una mayor oferta que en Europa o en España, donde la gente no tiene costumbre de vender su pelo», añade Laporta, para quien todas estas características han conseguido que «poco a poco se esté perdiendo el rechazo a la peluca, aunque todavía cuesta mucho que la gente se decida a comprarse una».
Tratamientos de quimioterapia y radioterapia
Algunos pacientes oncológicos que reciben tratamientos de quimioterapia y radioterapia pueden ver cómo su pelo desaparece a medida que aumentan las sesiones. En el caso de la radioterapia, la caída es menos frecuente y se produce, generalmente, en pacientes que reciben radiación directamente en la cabeza, y sólo en la parte que recibe el tratamiento. En cuanto a la quimioterapia, según Ana González, responsable de Psico-oncología de la Asociación Española contra el Cáncer, «existen respuestas individuales dependiendo de las sustancias que se administren al enfermo». Esto significa que no todos los enfermos pierden el pelo durante el tratamiento, pero entre los que lo hacen, «sobre todo mujeres, el 80% recurre a las pelucas». «El cambio de aceptación de la enfermedad y la evolución de los gustos estéticos ha favorecido que cada vez más gente use pañuelos o sombreros en lugar de pelucas, aunque aún se recurre bastante a ellas», añade.
El uso de un postizo puede ser muy beneficioso para el enfermo al que le cuesta aceptar el cambio de imagen, aunque la psicóloga recomienda que, si se emplea una peluca, «ésta permita mantener una imagen lo más parecida posible a la habitual del paciente». «Se trata de un proceso de ajuste, hay gente que opta por usar peluca porque no quiere que nadie se entere de su enfermedad y hay quien la usa por una cuestión de estética. En el ámbito familiar, nos encontramos también con enfermos que la llevan incluso en casa porque tienen miedo a que la familia o los hijos les vean sin pelo, y otros que se quitan la peluca en la intimidad, sobre todo, en épocas de calor», distingue González, para apuntar que el hombre suele aceptar mejor la caída del pelo.
El uso de un postizo puede ser muy beneficioso para el enfermo al que le cuesta aceptar el cambio de imagen
Por su parte, desde la Asociación Española de Estética Reparadora Integral (AEERI), su presidenta, la estilista Ángela Navarro, asegura que «el caso de la pareja y de los hijos es una de las motivaciones más fuertes» que lleva a los pacientes oncológicos a usar una peluca, por lo que reconoce que las pelucas permiten «mejorar la autoestima de los pacientes oncológicos» al ayudarles a no perder su imagen y «evitar la pregunta de la enfermedad a nivel social, laboral y familiar». Asimismo, remarca que el porcentaje del 80% de enfermos que recurren a las pelucas «es totalmente acertado» y, aunque subraya que «cada día hay más mujeres que no tienen la necesidad de tapar la calvicie producida por los tratamientos», recomienda cubrir el cuero cabelludo, al menos, con un pañuelo preferiblemente de algodón (que permite la transpiración), o con un gorro.
Problemas de alopecia
Para ocultar las calvas que se forman debido a alopecias, algunas personas optan por comprar una peluca o peluquín, en lugar de someterse a un tratamiento médico o de cirugía capilar. «En este grupo se encuentran principalmente los hombres. No se puede negar que se están volviendo cada vez más presumidos», constata Sonia Laporta. Sin embargo, la alopecia es también cada vez más un problema femenino, que afecta a tres de cada diez mujeres, y juvenil. Sin tratamiento alguno, suele derivar en una calvicie progresiva o a parches (tanto en el cuero cabelludo, como en otras partes del cuerpo) que muchos intentan ocultar con un postizo, mientras que si es de carácter reversible «se puede intentar un tratamiento de lociones o de pastillas, siempre bajo la supervisión de un médico dermatólogo, para favorecer el crecimiento del cabello o para evitar la pérdida del que nos queda», recomienda Navarro. La estilista considera, además, que las causas de algunas alopecias radican más «en el tipo de alimentación, el estrés y el estilo de vida que en el tipo de champú o en los tratamientos capilares, que afectan especialmente a la fibra capilar y pueden acarrear más la ruptura del pelo que su caída».
Cuidados especiales
El secreto de una peluca está en su mantenimiento. Mientras que las de cabello natural requieren los mismos cuidados que éste y se pueden lavar, peinar, teñir o secar con secadores eléctricos, las de fibra sintética no admiten tintes y aguantan mal el secador. Ambas, sin embargo, deben ser retiradas antes de irse a dormir para que no se estropeen durante la noche ni se despeinen y deben ser cepilladas con cuidado, para evitar los temidos enredos o roturas. Además, hay que lavarlas cada quince días o una vez al mes, a ser posible en un centro de belleza especializado, donde se emplean champús y cremas suavizantes pertinentes para estos postizos. «Es muy importante lavar la peluca sin que esté colocada en la cabeza, sino sobre un soporte especial, y secarla también en este soporte», aconseja Sonia Laporta.
Si se quiere, las pelucas se pueden utilizar también en la playa, la piscina o un gimnasio, pero hay que recordar que el calor que proporcionan a la cabeza siempre es mayor que el del pelo natural -a pesar de que suelen cubrir el cuero cabelludo con una fina capa de tul transpirable-, por lo que en estos lugares hay más probabilidad de que la cabeza sude y la peluca, por lo tanto, se ensucie. Cubrirla con un pañuelo puede ser una solución, aunque las pelucas también admiten coletas o cualquier tipo de recogido, que dejan respira más la piel. Y es que los métodos de sujeción son muy fiables, si bien requieren a su vez unos cuidados especiales.
Cuando la peluca se retira, es aconsejable limpiar la zona de la cabeza en la que ha estado pegada y las tiras, que son hipoalergénicas
«En concreto -explica Lourdes Florido-, las pelucas se fijan a la cabeza con una especie de malla flexible que debe estar limpia de polvo o sudor, y unas cintas ajustables que suelen pegarse a la frente, las patillas y la nuca». Cuando la peluca se retira, es aconsejable limpiar tanto la zona de la cabeza en la que ha estado pegada como las tiras, que siempre son hipoalergénicas.