Los compuestos orgánicos persistentes (COP) constituyen un amplio grupo de sustancias declaradas como potencialmente peligrosas para la salud. Comparten entre ellas su bioacumulabilidad en los tejidos grasos y su fácil incorporación al organismo a través de los alimentos. Miquel Porta, profesor de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Grupo de Epidemiología Clínica y Molecular del Cáncer en el Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM) de Barcelona, es uno de los mejores expertos en este campo en España. Los COP constituyen una gran variedad de compuestos que llegan al organismo a través de los alimentos, se acumulan y dañan la salud. Entre ellos, las dioxinas, el DDT o el PCB. Hoy por hoy, asegura el experto, no hay un mapa de situación para la población española aunque el riesgo de una crisis alimentaria es latente.
Por definición, cualquier COP es preocupante. El problema es que en España no podemos asegurar si tenemos que preocuparnos mucho o poco. No tenemos un mapa que refleje los niveles de contaminación ambiental ni tampoco entre la población. Sí tenemos, en cambio, un rompecabezas con muy pocas piezas, y recomponerlo no es trivial. Es imprescindible conocer la concentración de estas sustancias por zonas, edades y grupos sociales y eso es algo que sólo puede acometer la Administración en colaboración con la Universidad. En Estados Unidos esos estudios se hacen periódicamente. Lo que pedimos al Gobierno es que en la próxima Encuesta Nacional de Salud (ENS) incorpore análisis de sangre para determinar los niveles de COP’s en la población general sana.
En España falta cultura sobre la utilidad de los indicadores medioambientales y sanitarios. Es como conducir un coche sin mapa y sin tablero de mando. Al final no sabes ni cuanta gasolina llevas. Para las políticas ambientales y de salud pública faltan indicadores fiables. Tenemos muchos indicadores económicos, industriales, turísticos… Cualquier concejal conoce los datos económicos de su ayuntamiento. Y no digamos el Ministerio de Economía. Pero los de Medio Ambiente, Sanidad y Agricultura apenas conocen la situación de los COP’s. Y lo que conocen, raro es que lo difundan. El ciudadano no conoce qué análisis se hacen a los alimentos, con qué frecuencia y con qué resultados.
“El ciudadano debe exigir a la Administración que haga análisis de los alimentos, aplique la legislación y erradique el uso de COP’s”
Sabemos poquísimo. Los estudios efectuados son muy puntuales, de zonas muy concretas y no se pueden extrapolar a toda España. Por ejemplo, Jordi Sunyer y Joan Grimalt [ambos investigadores del IMIM] han hecho estudios en la población de Flix (Tarragona), donde hay una planta electroquímica y han hallado niveles relativamente altos de hexaclorobenceno y DDE, que es el principal metabolito del DDT. Pero nada de ello es extrapolable a otras partes. Lo que sí sabemos que el DDE está presente en todas las poblaciones occidentales, porque hemos estado expuestos al DDT durante décadas.
La principal vía de entrada al organismo son los alimentos ricos en grasa. Los COP’s son lipofílicos. Por eso decimos que les encantan las grasas, que es el lugar donde se acumulan. Además, se transmiten al feto durante el embarazo.
No creo que la solución vaya a ser tan complicada. Y me parece impresentable que un político democrático prefiera no saberlo. Todos debemos asumir que los COP’s no se pueden erradicar de la noche a la mañana. Pero, aunque mis hijos nacieron con DDE, se puede evitar que a mis nietos les ocurra lo mismo. Hay cosas concretas que se pueden hacer.
Una de ellas es hacer que se cumpla la directiva europea sobre eliminación de PCB, que varias zonas de España incumplen. También se puede mejorar el tratamiento de los residuos industriales, que liberan muchos COP’s. También podría empezarse a preparar la aplicación del Convenio de Estocolmo, que ha sido ratificado por España [a falta de un trámite], y que exige realizar estudios de investigación y campañas de sensibilización sobre los COP’s. El convenio exige tener un plan de implementación para erradicar una docena de COP’s, pero el gobierno no ha presentado ninguna idea de cómo empezar a elaborarlo.
Neira es una persona competente y no creo que piense como en el siglo XIX. Hoy día los buenos políticos saben que la acción intersectorial, el trabajo común entre administraciones, por ejemplo, es fundamental. Los COP’s competen a Medio Ambiente y a Sanidad. Pero también a Industria, Economía y Agricultura. Con las «vacas locas» ya se vio cuán necesaria era la coordinación. Además, ya se han detectado COP’s en alimentos en concentraciones significativas. Sanidad sabe que el problema existe. Otra cosa es que quiera ejercer algún liderazgo con las comunidades autónomas.
Es cierto. La Administración cambia cuando lo exigen los ciudadanos, pero cualquier día va a salir un estudio alertando sobre los altos niveles de hexaclorobenceno, lindano o cadmio. Yo no me invento nada. ¿Quieren que aparezca una crisis para actuar?
“No es verdad que los niveles de dioxinas bajen de forma continuada desde hace años”
Este es un problema colectivo que tiene que solucionar la sociedad. Como individuo, puede evitar la comida basura y la bollería industrial, que a menudo se elabora con grasas animales recicladas. El consumidor puede intentar evitar la grasa de las carnes y del pescado… Los COP’s son un argumento más a favor de una dieta variada y rica en frutas y verduras.
Ni la mantequilla ni el vacuno ni el cordero ni el pescado. En estos alimentos también se acumulan COP’s. Por eso decimos que no existe una escapatoria individual. Uno no puede ir al mercado y preguntarle a la pescadera ‘¿Qué tal va hoy la merluza de PCB?’. Lo realista es exigir a la Administración que haga análisis de los alimentos, aplique la legislación y erradique el uso de estos compuestos. Lo realmente práctico es trabajar para el medio y largo plazo.
El DDT se prohibió hacia 1977, pero no conozco ningún estudio sobre el cumplimiento de la prohibición. Sigue apareciendo porque su semivida es de unos ocho años. No es que tarde ocho años en desaparecer, sino que a los ocho años la concentración se ha reducido a la mitad. Si aparece es porque se importan piensos y alimentos contaminados, y porque se usan grasas contaminadas para alimentar al ganado y al pescado. En España el DDT está prohibido, pero quién sabe qué concentración tiene el maíz que importamos. Por otra parte, no es verdad que los niveles de COP’s estén bajando de forma continuada desde hace años en todas partes como se ha venido diciendo últimamente. Algún estudio ha constatado que los niveles de dioxinas han aumentado un 40% en los últimos años.
No sólo dioxinas: en los pollos belgas también había PCB. El pienso que comían las gallinas estaba contaminado con PCB y las concentraciones en las aves y en el pienso eran similares. Y en los huevos que ponían también. Así que nosotros que nos comemos las gallinas y los huevos, tenemos también un patrón de PCB parecido. Bélgica no es el tercer mundo. Es verosímil que ocurran accidentes de vez en cuando. Lo que no es lógico es que los sistemas de detección sean tan débiles.
Los efectos sobre la salud de los COP’s se deben en parte a que son disruptores endocrinos, compuestos que alteran el sistema hormonal. Están probablemente asociados al menos a una decena de enfermedades. Por lo que se ha comprobado en distintos estudios, aumentan el riesgo de infertilidad y en las primeras etapas de la vida originan malformaciones congénitas, ralentizan el aprendizaje y disminuyen la capacidad de aprendizaje. En adultos preocupa también la posibilidad de que los COP’s puedan aumentar el riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas. Otros estudios sugieren que predisponen a padecer enfermedades cardiovasculares y que son promotores de varios tipos de cáncer.
Miquel Porta apunta que «hay estudios que indican que contribuyen a causar diabetes». Y añade: «Puede que sólo sea un 7% de los casos de diabetes juvenil, pero entre todos tenemos que decidir si eso es mucho o es poco y si queremos actuar para evitarlo».
El problema de los COPS, pues, no es tanto el riesgo individual como que toda la población está expuesta, explica Porta. «El riesgo individual de sufrir enfermedades ocasionadas por los COPS probablemente es pequeño, pero al estar expuesta toda la población, el número de casos puede ser alto». Por eso dice que hay que cuantificar cuánta población está expuesta a determinadas concentraciones. Es parecido a lo que los científicos y la administración han hecho con el tabaco. «Ahora sabemos cuánta gente muere a causa del tabaco, cuántas enfermedades le son atribuibles, a cuánta gente afecta el humo». Cuantificar la magnitud social del problema es importante para actuar de forma proporcionada, concluye.