Los puntos de vista acerca de la conveniencia y oportunidad de los alimentos transgénicos continúan siendo tan enconados como siempre. Mientras que las organizaciones ecologistas mantienen su postura contraria y el consumidor europeo muestra recelos, gran parte de la comunidad científica y la industria biotecnológica se afanan por poner de relieve sus beneficios potenciales. Monsanto, una de las principales empresas productoras en el mundo, defiende su posición en esta entrevista.
Monsanto es una de las compañías pioneras en cultivos transgénicos. Sus primeros productos de esta categoría salieron al mercado en Estados Unidos en 1996. Hoy, apenas ocho años después, la mayoría del algodón y la soja estadounidenses son transgénicos. Monsanto se presenta como «la empresa líder en la tecnología que hace posible a los agricultores producir más alimentos y a la vez preservar el suelo y la calidad del agua». Sin embargo, para las organizaciones ecologistas Monsanto representa la agricultura propia de un mundo no sostenible, con diferencias entre ricos y pobres cada vez mayores. En esta entrevista Miguel León, director general de Monsanto España, responde a los argumentos que suelen esgrimir estas organizaciones. Su principal mensaje a los consumidores es que «los transgénicos son los alimentos más estudiados que hayan existido nunca».
En España sí, porque la Administración ha favorecido este tema más que en otros países, donde hay cierta decepción por el ritmo tan lento en la introducción de los transgénicos.
No lo sé. Tal vez el consumidor estadounidense no ha sufrido problemas como el del aceite de colza en España, o el de las vacas locas. Puede que los consumidores europeos estén más sensibilizados. También han sufrido un bombardeo de ciertas origanizaciones. Además se suele decir que en Estados Unidos se confía más en las instituciones.
Lo que hay que decirle al consumidor es que éstos son los alimentos más estudiados de la historia de la humanidad. Están sometidos a los controles más estrictos. Antes de sacar un producto nuevo al mercado hay que dedicar de 10 a 15 años a hacer estudios. La FDA [Food and Drug Administration, la agencia del Medicamento y la Alimentación estadounidense], la Autoridad de Seguridad Alimentaria Europea y la Agencia de Seguridad Alimentaria Española han certificado que son seguros. La OCU, por su parte, ha declarado que los alimentos transgénicos autorizados en España son seguros.
«Según estudios de la Administración y la industria, que la presencia de OMG en cultivos no transgénicos es bajísima, por debajo de lo que debe etiquetarse»
Esa forma de llamarlo es incorrecta. El término contaminación implica algo nocivo para la salud, y el maíz transgénico no lo es en absoluto, es perfectamente saludable. Nosotros hablamos de presencia accidental. El año pasado se realizaron en España 17 estudios por parte de la Administración y la industria que demuestran que la presencia de organismos modificados genéticamente en cultivos no transgénicos es bajísima, por debajo de lo que debe etiquetarse.
El año pasado se hicieron por primera vez, porque se vio que iba a aumentar la superficie cultivada. Lo que hemos visto tras siete años de cultivos en campo es que si hay 25 metros de separación entre el maíz transgénico y el que no lo es, no hay que hacer nada para evitar presencia accidental. Si los cultivos están uno junto al otro, conviene plantar cuatro filas de maíz no transgénico entre ambos; ese maíz se cosecha junto con el transgénico. Pero es una recomendación, no una norma. En la industria se ha hecho un esfuerzo muy grande en este sentido. Y los agricultores han reaccionado muy bien.
Los datos así lo indican. Es que en algunas zonas de España el problema del taladro es muy serio, ya que ocasiona pérdidas de hasta el 30% de la producción. Aunque afortunadamente no es un problema de mucha importancia en España: sólo el 20% de la superficie cultivada de maíz tiene problemas con el taladro. Se concentra sobre todo en el Noreste, la zona del Ebro y Cataluña, aunque también hay algo en Badajoz y en Albacete.
Este maíz controla sólo una plaga, que es el taladro. Los demás no. Pero si te has quitado el pesticida para el taladro, pues para algunas personas es una ventaja. Además el taladro abre la puerta a una infección por hongos que produce micotoxinas, sustancias peligrosas. En España las micotoxinas no son un problema importante, pero en Italia sí. En el maíz transgénico las infecciones por micotoxinas son muy inferiores, puesto que se evitan las heridas que facilitan la vía de entrada de los hongos que las producen.
«Los informes indican que en el año 2002 se ahorraron en todo el planeta 20 millones de kilos de ingrediente activo de pesticida gracias a los cultivos transgénicos»
Es sorprendente, nosotros somos los primeros que pensamos que los ecologistas acogerían bien los transgénicos por las ventajas que suponen para el medio ambiente, y no ha sido así. Los informes indican que en el año 2002 se ahorraron en todo el planeta 20 millones de kilos de ingrediente activo de pesticida.
Nadie ha encontrado un sólo efecto negativo de los transgénicos sobre ningún organismo. El único que sufre es el taladro.
Es verdad que el hambre no es hoy un problema de falta de recursos y que la revolución verde no la ha resuelto, pero a lo mejor sin ella tendríamos muchas más hambrunas que las que hay ahora. La India es un ejemplo: antes era deficitaria en trigo y ahora lo exporta. Y si en los próximos 20 años la población aumenta como se espera, entonces sí que tendremos un problema de recursos. La biotecnología no será la solución, pero hace falta atacar el problema por muchos frentes, y la biotecnología es uno de ellos. Como afirma el profesor Francisco García Olmedo, no se puede solucionar un problema del futuro con tecnologías del pasado.
Pero si esta es precisamente una tecnología para los países pobres, porque los iguala en cuanto a la capacidad de acceder a desarrollos tecnológicos modernos. Una bolsa de maíz transgénico la pueden usar tanto en Nebraska como en Zambia. Son más caras, pero como también producen mucho más, al agricultor las cuentas le salen. Si hay una tecnología asequible para los países pobres, es esta. El 85% de los siete millones de agricultores que en 2003 sembraron cultivos transgénicos en el mundo viven en países en desarrollo.
Sí, desde luego, la mayor parte de los cultivos en que se está investigando son para hacer frente a características como la sequía y la alta salinidad del suelo.
También, pero no sólo. Es un mito pensar que toda la investigación en biotecnología se produce en las grandes empresas. En España se investiga mucho en las universidades y los centros públicos de investigación.
Productos más ricos en ácidos grasos más sanos, como los omega-3; con más vitaminas, sin elementos alergénicos. También cultivos que produzcan fármacos. Está el viejo sueño de vacunar a los niños a base de darles manzanas.
El maíz no es un cultivo de países ricos, hay muchísimo en América Latina. Y está el arroz dorado.
Es cierto que el nivel de pro vitamina A en el arroz dorado no es aún suficiente para cubrir sólo con esta fuente las necesidades completas de esta vitamina, pero siempre será mejor que no tomen nada. Además la investigación continúa, esto ha sido sólo un primer paso. Se están desarrollando variedades con contenidos más altos en pro vitamina A.
Desde luego no es testimonial, es un porcentaje importante. Monsanto dedica un millón de dólares diarios a investigación, y de ese millón el 80% es para biotecnología.
En todo el mundo hay plantados 68 millones de hectáreas de cultivos transgénicos, más del triple de la superficie cultivable de España. Los cultivos más importantes son la soja, el algodón y la canola, un tipo de colza. En España sin embargo se cultiva comercialmente sólo maíz transgénico, en concreto maíz resistente a la plaga del taladro. La superficie cultivada es cada vez mayor: 25.000 hectáreas en 2002; 32.000 en 2003; y se espera llegar a las 50.000 en 2004, según Miguel León.
La seguridad alimentaria es una de las cuestiones a debate en lo que respecta a los transgénicos. Las organizaciones ecologistas defienden el llamado «principio de precaución», según el cual lo prudente sería esperar más tiempo antes de consumir un producto transgénico de forma masiva dado que se trata de organismos a los que nuestro cuerpo se expone desde hace muy poco tiempo, en comparación con los millones de años que llevamos comiéndonos las plantas y animales naturales. En cambio la industria, y gran parte de la comunidad científica, alega que los estrictos estudios a los que se someten estos productos garantizan su seguridad.
Otro punto de fricción es el efecto de los transgénicos en el medio ambiente. Y aquí las posturas son enconadas: mientras que para unos los transgénicos fomentan una agricultura con consecuencias nefastas para el entorno, Monsanto asegura que «los últimos estudios científicos siguen incidiendo sobre los beneficios medioambientales y económicos derivados del uso de los cultivos biotecnológicos». La compañía cita las conclusiones de un reciente trabajo: los autores estiman que «la cantidad de fitosanitarios utilizada en la UE
anualmente se reduciría en 14,5 millones de kg de producto formulado». Además, se produciría «una reducción de 7,5 millones de ha. fumigadas, lo que ahorraría 20,5 millones de litros de combustible y produciría una bajada de unas 73.000 toneladas de dióxido de carbono emitido a la atmósfera».